jueves, 23 de junio de 2016

CRÍTICA | EL CASTILLO DE LA PUREZA, de Arturo Ripstein


EL CASTILLO DE LA PUREZA, de Arturo Ripstein
5 premios Ariel, incluyendo mejor película
México, 1972. Dirección: Arturo Ripstein Guión: José Emilio Pacheco y Arturo Ripstein Música: Alex Phillips Fotografía: Joaquín Gutiérrez Heras Reparto: Claudio Brook, Rita Macedo, Arturo Beristáin, Diana Bracho, Gladys Bermejo, David Silva, María Barber, María Rojo, Inés Murillo Género: Drama Duración: 105 min. Tráiler: Link Elección de Rafael Mejía
¿De qué va?: Gabriel ha mantenido encerrados en su casa a su mujer y a sus hijos durante dieciocho años. El único que puede salir al exterior es él, mientras la familia fabrica un raticida en polvo que Gabriel vende en las tiendas de la ciudad. La particular cárcel que ha construido Gabriel durante tanto tiempo se vendrá abajo cuando sus hijos entren en la adolescencia.


CRÍTICA XAVIER: El castillo de la pureza es una película crítica y alegórica. Arturo Ripstein plantea los peligros que supone coartar la libertad del ser humano, dando a entender que los instintos que habitan en nosotros son imposibles de reprimir. En el film, un padre actúa como dictador cruel, y la narración se encarga de desmontar su inoperancia. La constante lluvia que cae en el patio de la casa, los venenos que elabora la familia en un improvisado laboratorio o el rechazo a todos los símbolos relacionados con la sexualidad acaban configurando una atmósfera asfixiante que mantiene al espectador en vilo. En paralelo, Ripstein fuerza tanto "el concepto" que, como su tirano protagonista, no deja que los personajes respiren y, en parte, corta las alas a la película, por lo que ésta nunca llega a ser el relato subversido y trágico que por momentos promete. Por ello, uno intuye en el ritmo aletargado de El castillo de la pureza una gran carga ideológica, pero también cierta altivez que, como espectador, me distancia de todo lo que estoy viendo. Estamos, vaya, ante una cinta tan fácil de alabar como de desmontar. Guste más o menos, de El castillo de la pureza queda la sensación de haber asistido a una especie de Canino mexicano, la otra cara de un cine latino, pasional y de tendencia discursiva. ½


CRÍTICA ALBERTO: Cuando nos admiramos con la excelente gama de experimentaciones psicológicas que el cine contemporáneo nos trae, hay que hacer un poco de historiografía y remitirnos a los referentes que han edificado las bases para el desarrollo de tan interesantes ejercicios. Parece que la parcelas de expresión de directores como Yorgos Lanthimos se antojan completamente novedosas, pero lo que realmente es novedoso y admirable de sus propuestas es la capacidad de traslación de referentes pasados a la esfera actual. Arturo Ripstein, uno de los grandes maestros de la producción mexicana, hábil en las definiciones de personajes desde perspectivas varias, plantea aquí el juego de la no socialización como síntesis sobre las derivas culturales de nuestros días. El encierro de esta familia es una mirada inversa al mundo que nos rodea y cómo éste plantea muchas de las dinámicas que parecen proceder a veces de entes casi divinos. De forma inconsciente atendemos a la milimétrica postura de que nada es casual. La propuesta planteada navega en la astucia de retratar con verdad a sus personajes, sin olvidar el cometido ajustado, y para ello, vertebra sus opciones y las divide entre el rico juego de los diálogos y silencios y la notable dirección de Ripstein, sin olvidarnos de un reparto que insufla absoluta verdad a un relato que por su propia condición puede resultar artificioso. Una muestra más de cómo el cine puede cambiar o plantear cambios sobre la dialéctica social que nos rodea.

CRÍTICA ISIDRO: Canino me parece una jodida obra maestra. Cuando la sacaron leí algunas críticas negativas que decían que se había copieteado de una película mexicana de los años setenta. Seguramente en su día leería el título y la buscaría y todo, pero no me he coscado de que se trataba de El castillo de la pureza hasta que me la he puesto. Será copia o pura casualidad, el caso es que Yorgos Lanthimos sí que sabe sacar todo el jugo a este argumento que en manos de Ripstein queda algo endeblillo. Un padre de familia mantiene encerrados a su mujer y a sus hijos, que nunca han visto el exterior, en el patio del Chavo del 8. La mujer sometidísima se limita a estar guapa y a cocer patatas y alcachofas para cuando llegue el marido, figura de autoridad que se encarga de velar por el correcto funcionamiento de este microcosmos dedicado a fabricar raticidas. Y todo para preservar una supuesta pureza alejada de los vicios del hombre mundano. Sí, hay chicha, bastante, pero a la película le falta rotundidad; de hecho, cuanto más seria y crítica se pone la cosa, más ridícula se torna, con esos chillidos y sollozos de telenovela que compiten en verosimilitud con el “maldita lisiada” de María la del barrio. Para ejemplo, la escena final, que hace aguas por todos lados. Y aquí a las lámparas las llaman lámparas y no coños. Pierde toda la gracia. Aunque reconozco que me encanta que no coman carne, pero que experimenten con ratas grandes como caballos, y que hayan tenido peor gusto a la hora de decidir los nombres de los hijos (Utopía, Porvenir y Voluntad, toma ya) que mi hermana la preñada, que quiere llamar al bicho, si es niña, Cher. Si es así, Claudio, hazme el favor, enciérrame a mí también.


CRÍTICA RONNIE: Hablar en México de Arturo Ripstein es hablar de uno de los realizadores más prolíficos del medio, y a su vez de uno de los menos recordados por la audiencia de hoy en día. Su carrera incluye grandes títulos de la cinematografía mexicana que lo han hecho triunfar dentro y fuera del territorio nacional. El castillo de la pureza, Ariel de Oro a la mejor película, es uno de sus tres filmes más representativos, basado en hechos reales ocurridos en el país en la década de 1950. Un hombre mantiene a su familia encerrada en casa durante 18 años, convencido de la maldad imperante en el mundo exterior. La desavenencia de esta situación de encierro va provocando problemas en el círculo familiar a medida que los hijos se vuelven mayores y entran en la edad de la rebeldía. Destaca el sobresaliente trabajo del actor Claudio Brook y un relato que reafirma la solidez de una historia turbia y angustiante. La película toca temas bastante escabrosos como la doble moral o el malsano fanatismo y los límites de la locura disfrazados de “pureza”. Como dato curioso habrá que recordar que el filme se le ofreció a Buñuel pero, cuando éste declinó la oferta de llevarlo al celuloide, Arturo Ripstein y José Emilio Pacheco realizaron una gran labor de investigación para aprovechar la premisa de la historia en uno de los mejores guiones de nuestra historia nacional. ½

NOTA MEDIA del JURADO: ★★★★

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