sábado, 29 de noviembre de 2008

SERIES 4: QUEER AS FOLK

Soy consciente de que el artículo puede trascender lo meramente literario / televisivo. Desde esta cautela y sumo decoro me acerco a un Pittsburgh de nieve y cuartos oscuros. Queer as Folk es una serie radical: sus diálogos transmiten crudeza y almíbar a partes iguales, sus tramas resultan novedosas por el tema tratado y la forma utilizada, los personajes bailan entre el cliché realista (cosa que en sí misma ya es una contradicción) y la necesidad de retratar una parte de la sociedad que, hasta la fecha, solo había estado presente en series y películas mediante escuetos (por no decir estúpidos) personajes secundarios. Si Queer as Folk se permite el lujo de ser radical, el espectador puede y debe criticarla sin concesiones. La serie debería abrir en cada visionado una charla sobre hasta qué punto el cine refleja la realidad o la altera. QAF nos muestra una realidad, pero dicha realidad no tiene por qué ser verista al cien por cien (otra contradicción). La avenida Liberty sirve más como concepto que como lugar físico; los personajes son una abstracción del día a día, una paleta amplia y compleja sobre cómo asumir / aceptar / esconder la homosexualidad en un tiempo caótico donde se suele caer fácilmente en lo absurdo y esperpéntico. QAF es una serie ligada al tiempo en que vivimos, su valor alcanza cotas ociosas pero también pedagógicas. No está de más, pues, reivindicar una serie que Cuatro, en su falso alarde modernizador y modernista, relegó a la madrugada, o sea, al olvido. Pero QAF sobrevive como título de culto en una reciente edición en dvd, una caja magnífica con la que recuperar (esta vez en V.O.S.) los ochenta y cuatro capítulos de un producto necesario, criticable pero casi siempre estimulante.

QAF es la historia de cinco niños que buscan su identidad en una discoteca, y esta, cual guardería, les enseña sin complacencia sus miserias y neuras, la doctrina de una sociedad que discrimina sin piedad a lo queer, entendido como raro o desviado. El aprendizaje personal de los personajes queda justificado al final: la discoteca Babylon desaparece en forma de incendio y nuestros protagonistas, sabiéndose náufragos de algo, deben de nadar solos, aceptar la llegada de los treinta, asentar la cabeza, redirigir sus vidas, determinar hasta qué punto es lícito y soportable su rutina. Michael y Brian bailarán un último baile rememorando un sinfín de recuerdos, citas, risas, novios o simples cuerpos que aparecieron y desaparecieron en el transcurso de una sola noche. Nuestros pequeños héroes buscan ser amados, son seres sombríos con pasado turbio y presente desigual. Ver la serie es asistir a la evolución física, sentimental y psicológica de cinco seres que acaban siendo nuestros amigos. Ellos pierden a Babylon; nosotros los perdemos a ellos.



QAF puede mostrarnos una imagen escueta del mundo gay, pero en ningún momento cae en la autocomplacencia. Imponer unos personajes gays en un contexto homosexual convierte a lo gay en una especie de gueto peligroso. Dicho gueto, pero, es la esencia del relato. La serie es muy franca: sabe a qué público va destinada y qué espectadores repelerán la trama desde el minuto uno. Si en el medio televisivo, incluso en nuestro lenguaje habitual, hacemos un alarde continuo de la heterosexualidad, QAF se limita a trasladar todo ello a un contexto diferente. Estamos, hablando burdamente, ante la versión homo de Sexo en Nueva York, esta vez con mucha más sexo de lo esperado en una serie americana. Sin duda, que la serie se haya mantenido en antena cinco años es casi un milagro.

QAF es un culebrón más donde cada actante tiene su propia parcela. Brian es el rompecorazones por excelencia, alguien soberbio que es guapo y se lo cree, un tipo que alardea cuando, en el fondo, carece de moralidad, canaliza su amistad con Michael haciéndole daño y no es capaz de revelar su condición sexual a su padre y compañeros de trabajo. Brian representa el american worker que puede permitirse todo tipo de lujos y derroches. Brian es individualista, egoísta, ególatra… y en el fondo, muy en el fondo, una persona buena y solit(d)aria que espera amar y ser amado (vale, esto de queer pasa a cursi). Michael viene marcado por su origen humilde y una madre no por simpática menos agobiante. Michael formará al final la familia que tanto deseaba, una familia que, siguiendo el espíritu de la narración, es imperfecta e inusual. Emmet representa el consabido cliché del espectáculo, el amaneramiento y la superficialidad, un joven que ha transformado el sufrimiento del pretérito en una jovialidad impostada. Ted es el personaje que más aprecio, un tipo trabajador que se ha limitado a seguir las normas. Tanto recato, pero, le llevará a un camino sin retorno, a no discernir entre el bien y el mal. Ted vive un proceso contrario al de sus amigos: un viaje hacia el desenfreno, las drogas, el sexo fácil y una malsana fijación por el cine porno. Ted es el adolescente tímido de cuarenta años, el gay que resulta invisible para la sociedad, alguien amorfo, solo y triste que puede esconderse en nuestro mejor amigo, vecino, etc. Y finalmente Justin, un joven valiente e impulsivo, el artista en ciernes que difícilmente logrará tener éxito. Justin abandona su hogar burgués iniciándose a destiempo en el sexo, en el mundo antes inexistente donde todo parece posible y lícito. Justin es un ser dubitativo que se equivoca; con él arranca la historia y con él acaba. Justin abandona Pittsburgh, al igual que Melanie y Linsay, en busca de un mundo mejor. Y nosotros, que conseguimos quererles y odiarles al mismo tiempo, les deseamos suerte.



Pese a no compartir las opiniones de los protagonistas (de hecho, mi ritmo de vida puede considerarse el antónimo de lo que aparece en la serie), QAF es un producto único que me entretiene y emociona. Nadie debería desperdiciar la oportunidad de acercarse a una serie de eterna actualidad. Poco importa si se quiere u odia: la naturaleza de QAF ama el debate, independientemente de si este va en contra o a favor de los postulados de la serie. QAF siempre irá unida a mis dieciséis-diecisiete años. Tal era mi fijación por la serie que grababa pacientemente cada capítulo de lunes a jueves y me levantaba una hora antes para poder verla antes de ir al instituto. Sin duda, una generación de espectadores ha crecido con esta serie cuya mayor virtud es el simple hecho de haber existido.



PRÓXIMA SEMANA: PRISON BREAK

viernes, 28 de noviembre de 2008

ATENCIÓN: FECHAS DE ESTRENO



El número de diciembre de la revista Fotogramas nos adelanta casi en primicia la data de estreno de muchos films aspirantes al Oscar. Esta lista puede sufrir cambios y adhesiones de última hora, siguiendo la rutina de otros años. Ya podemos empezar a rayar la agenda del 2009. Let's go:



5 DIC.: BOLT
19 DIC.: CHANGELING (EL INTERCAMBIO)
26 DIC.: AUSTRALIA
9 ENE.: ENTRE LES MURS (LA CLASE), MILK
16 ENE.: DOUBT
23 ENE.: REVOLUTIONARY ROAD, FROZEN RIVER
30 ENE.: VALKYRIE
6 FEB.: THE CURIOUS CASE OF BENJAMIN BUTTON
13 FEB.: THE READER, THE BURNING PLAIN, FROST/NIXON
20 FEB.: GRAN TORINO
FEB.(Sin fecha): THE WRESTLER, SYNECDOCHE NEW YORK


Será imposible empezar el 2009 con mal pie. Falta confirmar también la salida de Slumdog Millionaire, Hunger y un largo etcétera que iremos desvelando y viendo poco a poco. A pesar de la crisis, ahorrar con este plantel de títulos será un trabajo duro. Para terminar, cabe señalar la confirmación de films tan esperados como Agora (A.Amenábar, septiembre), Harry Potter 6 (17 de julio), la cinta de animación Up (12 de junio) o The Wolf Man (3 de abril). El día en que veremos Los abrazos rotos es, pero, un misterio (seguramente marzo). ¿Palma de oro para Almodóvar? Próximamente, más y mejor.

jueves, 27 de noviembre de 2008

LAS HORAS DEL VERANO 7'5 / 10

Hay películas que en apariencia no hablan de nada. Un espectador cualquiera diría que Las horas del verano es la historia de una herencia, lo que queda tras la muerte de un ser que quizás no era tan querido. Pero Olivier Assayas va más allá y construye un relato sencillo y sin altibajos, una historia que esconde muchas lecturas y matices. Las horas del verano juega con el cine de Chabrol (sobretodo La flor del mal) pero no se recrea en tramas truculentas o criminales. Se conserva, pero, la esencia de la teatralidad, el minimalismo formal y la capacidad de trascender lo narrado a modo de parábola social; el retrato de una burguesía decadente que lava sus trapos sucios dentro y fuera del núcleo familiar. Al igual que la abuela protagonista de La flor del mal, la matriarca de Las horas del verano esconde tras su escuálida figura un sinfín de misterios, la mayoría de ellos representados en los pequeños grandes objetos que pueblan la casa familiar. Cuando el drama acecha, Assayas imita al maestro Chabrol y opta por una frialdad un tanto extraña; no existe cabida para el sentimentalismo porque a Assayas le gusta lo sutil, ofrecernos la información justa y necesaria. El dolor solo aparece en una escena mágica en la que vemos el rostro de Juliette Binoche aguantando estoica y a la vez débil las lágrimas hacia la madre perdida, hacia las horas de veranos que nunca volverán. No sabemos el motivo ni la fórmula, pero Las horas del verano es un título mágico, un cuento agradable que, espero, no caiga en el olvido fílmico.



Las horas del verano es una historia costumbrista que, al igual que las obras teatrales, se divide en pequeñas partes o actos. Los juegos infantiles que abren la película encuentran su símil adolescente en el desenlace del film, uno de los mejores finales del año. Assayas demuestra en el último cuarto de hora que, en el fondo, es un esteta irredento al que le gusta jugar con la cámara, con los personajes y con el espectador. Y éste, consciente de ello, sale de la sala un tanto pensativo. Siempre resulta gratificante encontrarse con el cine francés de calidad. No he podido ver toda la filmografía de Assayas, pero juro hacerlo. Sin duda, estamos ante la confirmación de un autor que, tras una calma aparente, esconde un niño hiperactivo que aún tiene mucho por demostrar.

martes, 25 de noviembre de 2008

AUSTRALIA: BORRACHERA DE EXCESOS



Este año se está caracterizando por las tortuosas carreras de las películas favoritas al Oscar. El culebrón de The Curious Case of Benjamin Button parece que conseguirá tener un final feliz y un buen puñado de nominaciones. Caso análogo lo encontramos en The Reader, la gran apuesta de Daldry y Winslet. Pero los altibajos más publicitados han sido los de Australia, la epopeia romántica que Luhrmann quiere regalarnos por Navidad. El regalo se admite: siete largos años nos separan de Moulin Rouge, un título que polarizó a la audiencia y que nadie duda de su condición de clásico moderno. Australia parece seguir el mismo camino, aunque con algunas variaciones.
Como apuntaba Nando Salvà en su crónica de El Periódico, «el rodaje del film fue un infierno a causa del calor, los huracanes y las gripes equinas; varias escenas tuvieron que volver a rodarse para esconder el embarazo de Kidman; después, Luhrmann insistió en retrasar la película hasta 2009 y, al último momento, decidió meterse en la sala de montaje para reducir el metraje y temperar un final demasiado trágico, no se sabe si a escondidas del estudio». Tal ha sido el detallismo del director que el montaje final se finalizó a escasas horas de su estreno en Sidney, algo parecido a lo ocurrido en Cannes con 2046 del gran Wong Kar-Wai. En torno a Australia existe un pesimismo extraño: todo el mundo duda del film, de sus dos horas y media, de su posible condición de empache visual y vacío argumental, de una promesa que se nos prometió segura y ahora parece debilitarse. Kidman y Jackman, invitados recientes en el programa de Oprah Winfrey, parecen no tener ninguna esperanza de Oscar. Sin duda, Kidman está viviendo una devaluación alarmante de popularidad y seguidores; la que antes era la mejor actriz de la década ha cedido su trono a Jolie, Knightley y compañía. Pese a todo, Australia sobrevive desde el verano y sus ganas de Oscar continúan latentes. Su inminente estreno en los Estados Unidos decidirá si estamos ante el nuevo Titanic o Waterworld. Hagan sus apuestas.

lunes, 24 de noviembre de 2008

VUESTRA OPINION 1


Tras las encuestas que realicé hace poco en el blog, no hay duda que la comunidad cinéfila tiene claros favoritos para los próximos oscar de interpretación protagonista. Si al inicio de la carrera parecía más clara la terna de secundarios, la maquinaria hollywoodiense ha decidido promocionar la carrera de actores como Rourke, Hathaway o Scott Thomas, cuya presencia en los oscar ha sido la gran baza de última hora. Estos han sido vuestros nominados:

MEJOR ACTOR PROTAGONISTA

1. MICKEY ROURKE (11 votos): Aun siendo el favorito, es evidente que esta categoría está muy competida. Necesitaremos los premios de diciembre y enero para poder elegir concienzudamente una única opción.
2. SEAN PENN (8 votos): Era el protagonista de la categoría, pero el tiempo nos ha dado otros nombres en quien confiar. Penn goza del beneplácito de los académicos; su segunda posición, pues, está más que justificada.
3. LEONARDO DICAPRIO (7 votos): La gran sorpresa de la encuesta. La crítica empieza a loarlo como el gran actor que es. DiCaprio protagoniza la subida más potente y empieza a codearse entre los grandes. Además, la academia tiene pendiente acabar con premio los nominaciones del actor por El aviador y Diamante de sangre.
4. BENICIO DEL TORO (4 votos): Sus posibilidades han mermado, pero el carismático Che lucha contra viento y marea para traer su revolución a los Oscar. Lo tiene complicado, pero sobrevive con fuerza.
5. RICHARD JENKINS (4 votos): El caso de Jenkins es especial. No existen demasiadas referencias sobre el film, pero quienes la han visto han sabido alterar el ánimo de los cinéfilos. Un gran secundario que, por fin, podría tener el reconocimiento que se le ha negado.

Frank Langella se queda con tres paupérrimos votos. Las malas críticas del film han suavizado los ánimos de los votantes, pero nadie debería olvidarlo a la hora de confeccionar una buena quiniela. The Road, cuyo estreno parece aplazado para el 2009, no logra endiosar a Viggo Mortensen, favorito para algunos. Seguramente Mortensen deberá centrar sus energías para el próximo año. Ya nadie duda, pero, que el actor acabará su andadura con alguna estatuilla en la mano.


Todos tenemos una enorme ilusión ante el posible premio de Winslet. La esposa de Sam Mendes tiene casi asegurado su doblete con Revolutionary Road. Pero esta categoría ha sido desde setiembre la más disputa. Muchas féminas de rompe y rasga pueden tener la nominación, muchas de ellas avaladas tras una larga carrera de blockbusters y films indies. Los elementos de la ecuación son muchos y muy variados; el resultado de la operación matemática es aún un misterio.

MEJOR ACTRIZ PROTAGONISTA

1. KATE WINSLET (17 votos): Su alud de votos la distancia de las demás. Las buenas reseñas de Revolutionary Road hacen de Winslet la gran aspirante al premio (por fin). Aunque Winslet, ya adaptada a estas situaciones, debe vivir su posible oscar con cautela.
2. KRISTIN SCOTT THOMAS (5 votos): Una de las opciones de última hora, Scott Thomas necesitará un extra de publicidad para situarse entre las grandes. Quienes han visto el film anhelan su nominación. Sin duda, el caso de Cotillard puede repetirse y Francia apunta fuerte en sus actrices y películas (Entre les murs).
3. SALLY HAWKINS (4 votos): Hawkins suena desde el Festival de Berlín y todos los espectadores nos hemos enamorado del carisma de esta maestra excéntrica. Hawkins es la gran apuesta británica y la película ha funcionado muy bien en los Estados Unidos. Necesita un empujón, pero aventaja a sus compañeras de carrera.
4. MERYL STREEP (3 votos): Doubt es aún la gran incógnita, pero todos tenemos fe en que pueda luchar para ganar el premio a la mejor película. Streep es la cabeza principal de un reparto de lujo (Amy Adams, Seymour Hoffman). Streep puede computar una enésima opción a premio. No tiene nada que demostrar, pero no está de menos otra estatuilla para la mejor actriz de su generación.
5. ANGELINA JOLIE (3 votos): Criticada en Cannes, más conocida por su matrimonio y actividades benéficas, Angelina Jolie se acoge a un nombre seguro (Clint Eastwood)para luchar por su segundo oscar. Changeling necesita mejores criticas para aumentar sus esperanzas, pero el tema, la estética y los datos que conocemos del film nos indican que estamos ante un caballo ganador.

Hathaway no ha sido considerada entre esta lista. Lo tendrá muy difícil, pero Hathaway no debe preocuparse: su papel en La boda de Rachel es el presagio de un sinfín de futuras y notables interpretaciones. Kidman ha perdido el gancho que tenía entre sus fans y Australia no parece un título muy competitivo y competente a lo que actores se refiere. Cierra este resumen Melissa Leo, la única que ya goza de varios premios (el último en San Sebastián). Estos reconocimientos no han sido suficientes para captar nuestra (vuestra) atención. Quien esto escribe confía plenamente en Leo como la Ellen Page de este año.

domingo, 23 de noviembre de 2008

THE FALL 7 / 10



Estrenada un año después de su victoria en el Festival de Sitges, The Fall está destinada a ocupar el sombrío cajón de los títulos incomprendidos. La paupérrima distribución y promoción del film sorprende porque la película podría publicitarse cual versión exótica de El laberinto del fauno. Pero ni los productores estan para tales cuestiones ni el espectador está dispuesto a buscar los solo veinte cines en que se proyecta la propuesta de Tarsem. The fall, pero, resurgirá con el dvd como título de culto y es de esperar que en próximas jornadas aumente su nómina de fanáticos. Y un servidor, que consiguió verla casi in extremis, podrá presumir de haber asistido a la sala.


The fall es una rara avis que fabula sobre el cine y dibuja dos personajes entrañables y antitéticos: el adulto resignado que desea morir y la niña pizpireta que busca señales de vida en un hospital lleno de secretos. Desde tal ambivalencia, el relato funciona como un cuento para adultos y pequeños, una historia llena de poesía visual (aunque digitalizada) y mensajes escondidos (aunque al final mal resueltos). The fall se eleva sobre el poder de una mentira: una historia peculiar que al final se mezclará y alterará el devenir real de nuestros personajes. El espectador logra empatizar con ellos, se deja seducir por la belleza de sus imágenes y acepta las excentricidades del conjunto. Pero una vez aceptadas las reglas del juego, Tarsem quiere ir más allá y pierde fuelle en un final demasiado alambicado, demasiado preocupado por encontrar el final perfecto. Pero The Fall es más que un buen intento: es la resurrección de un autor único que crea, habla y homenajea el arte de hacer cine. The Fall es una epopeia, una opereta de variedades que aúna el Luhrmann más hiperbólico y el Lynch más sereno; una obra que, guste o no, debe verse, saborearse y, en el mejor de los casos, admirar.


Me sorprende la admiración que ha causado el film entre la comunidad bloggera, la misma que debió vampirizar al jurado de Sitges para otorgarle el máximo premio. The Fall no es una obra maestra pero tampoco el bodrio que algunos críticos nos han vendido. Es desde esta medianía que debe contemplarse un film que, paradójicamente, no esconde su radicalidad. Tarsem ha hecho un film únicamente para si mismo (como los mejores directores) y ha superado el tedio de La celda. Esperemos que mr. Tarsem abandone su perfeccionismo enfermizo (nueve años entre film y film) y nos confirme si la música, la fotografía y las pirámides de The Fall son sinónimo de maestría o meros espejismos. Ante la duda, siempre quedará acogerse al criterio de Spike Jonze y David Fincher.

sábado, 22 de noviembre de 2008

SERIES 3: SEXO EN NUEVA YORK


a Anna Aragón.

A finales de los noventa, la mojigatería estadounidense tuvo un blanco fácil: una serie nacida para rellenar la parrilla televisiva de noche (igual que Anatomía de Grey) cuyo ritmo contagió poco a poco a todos los televidentes (¿existe el término televidentas?). Sexo en Nueva York supuso una ruptura con la tradición televisiva anterior: cuatro mujeres paradigmas de la urbanita que grita su libertad y liberalismo, damas de clase alta que trabajan para comprarse unos Manolo’s o el último bolso de Prada (nunca una serie favoreció tanto a la moda), protagonizaban una trama vespertina sobre el amor, las dependencias y las relaciones humanas desde un tono rápido, vivo, sarcástico y… femenino. Pero Sexo en Nueva York no celebra la alta cocina porque se sabe un culebrón de categoría, un folletón de narrativa más elaborada, un cuento de hadas inocente donde cuatro treinteañeras siguen ancladas en los viejos clichés del príncipe azul o el hasta que la muerte nos separe. Tal tradicionalismo choca con las voces que tomaron la vida de Carrie, Samantha, Charlotte y Miranda como el antimodelo a evitar, seguramente por las escuetas, más insinuantes que explícitas escenas de sexo, elemento secundario en el devenir de la historia. Barack Obama asistió a la premiere del film en Nueva York sin temer represalias y voces radicales. Hillary, cómo no, prefirió comprarse el pack de Los Soprano y no defender la que para algunos es el banal relato de cuatro perturbadas, alocadas, feministas, pijas y pesadas mujeres de verborrea insoportable y ademanes de superioridad.


Carrie representa una gran parte del público de la serie. Es la eterna soñadora que ha confundido la bohemia con el capitalismo. Carrie derrocha simpatía y atractivo, pero la serie nos la presenta como una mujer sola con problemas económicos (cosa obvia), alguien insatisfecho con su vida que se esconde tras una fachada de falso lujo y recato. Pero Michael Patrick King es benevolente y al final elevará a miss Bradshaw como una escritora de éxito y una mujer que consigue casarse con su amor utópico, Mr. Big. Con ella soñamos tener una vida mejor, un amante mejor y un piso más grande con más y mejores ropas. Carrie, al igual que Betty, representa la insatisfacción del norteamericano medio. Los ricos también lloran… y nos gusta saberlo.


Las seis temporadas de Sexo en Nueva York son claves para entender la televisión contemporánea, sobretodo Betty, Mujeres desesperadas, Weeds o Cinco Hermanos. Nunca una serie con cuatro protagonistas ha sabido equilibrar tan bien los guiones y las intervenciones de los actores. Cada historia complementa a la otra y funciona por separado. Es todo un acierto el uso de la voz en off, la estructura de capítulos (semi)independientes entre sí o la cortinita de presentación, imborrable para cualquier teleadicto de nivel. Sexo en Nueva York es una serie discutible, pero el envoltorio es tan atractivo y adictivo que a nadie le importa el contenido del regalo. Además, esta es una de las pocas series en las que cada capítulo, una micro cápsula de veinticinco minutos, propone algo nuevo sin estancarse ni dejarse vencer por el cansancio de la fórmula. Ver Sexo en Nueva York es una adicción que nunca pasará de moda, uno de los productos que más dvds ha vendido, más páginas ha llenado y más premios se ha llevado (cítese sus incontables Globos de Oro y sucedáneos). Un clásico de eterna vigencia que aún no ha encontrado imitador. Larga vida, pues, a Sex and the city, un emblema más de la ciudad de las luces comparable al Central Park, la Estatua de la Libertad o ese Manhattan nocturno, repleto de taxis, restaurantes y opulencia.



PRÓXIMO SÁBADO: QUEER AS FOLK

viernes, 21 de noviembre de 2008

GOMORRA 8'5 / 10


Que quede claro desde el principio que Gomorra será un clásico del cine europeo, una película que está gozando de una popularidad un tanto gratuita pero que recibirá la recompensa de aquello que se prevé eterno, indeleble. Gomorra tiene el don de quien sabe estar en el lugar y en el momento adecuado porque desentierra un tema ya sabido pero poco tratado, una temática que tiene componentes culturales, políticos y filosóficos que no solo atañe a la Italia de Berlusconi. La Camorra es un pozo más dentro de nuestro sistema capitalista, un desierto de moralidad y humanidad donde reina la ley de la calle, los magnates de pistola y lengua afilada que imitan a Al Pacino y compañía sin ningun tipo de glamour. Porque la visión de Mateo Garrone opta por lo estéticamente feo, por retratar la realidad desde su escenario directo. Pero estos ambientes sórdidos bofetean al espectador lentamente; solo a las pocas horas después de ver la película se es consciente de la grandeza del film. Uno, pues, desea poder recuperar la película en otro momento, cuando la valía de la historia ya sea incuestionable. Sin duda, el cine italiano inicia con Gomorra una nueva etapa alejada de Fellini, Antonioni, Moretti o Benigni.


Pese a lo apunto anteriormente, Gomorra tiene un grandísimo defecto de estructura, un problema que dificultará la comercialización del film y su mantenimiento en las salas masificadas (incluso su aclamada andadura en los próximos Oscars). Garrone introduce sin ton ni son los personajes, los retales que, al final, nos proporcionaran una mirada desangelada que afecta a niños, adolescentes, adultos y abuelos por igual. Uno inicia el relato desde la confusión, mezcla personajes y tramas, incluso se añora alguna indicación anterior sobre el tema a tratar (el final, como ya he apuntado, solventa el fallo). Bien pensado, todo ello tiene sentido: la película no tiene principìo y, por lo tanto, tampoco goza de final cerrado. Estas confusiones se solucionaran en próximos visionados pero el público de multisala no lo abrazará como debería. Paralelamente, aprecio que el film no haya optado por el artificio de Ciudad de diós, la inconcreta e inconclusa política y estilo de Tropa de Élite o la vacuidad americanoide de El jardinero fiel. Garrone no encuentra el equilibrio, pero al menos sabe confeccionar un producto coherente con su mensaje y discurso, algo que no supo hacer Meirelles. El qué tiene que ir acorde con el cómo, y Gomorra supera el examen con nota.


Algunas escenas de Gomorra han pasado a formar parte de la memoria colectiva de la contemporaneidad: los dos jóvenes desnudos disparando a una nada de barro y charcos, un final previsible pero demoledor, esos cubos metálicos que agonizan e infectan la tierra de vertidos tóxicos, etc. Es sonrojante que tal situación se de en la Europa ideal e idealista, paradigma del progreso y la modernidad. Existe en Gomorra un discurso soterrado sobre la parte animal que escondemos en los extraradios de las grandes capitales. Querer olvidar, pero, no significa que no exista lo olvidado y Gomorra, libro y película, recupera el aliento del documental, del autor que presume contento de estar ante una realidad que, en el fondo, le pertenece. Gomorra es discutible pero debe serlo, una película que despista porque debe despistar. Dudo de su carrera en los Oscar, tal es la aridez de tema y estructura, pero Gomorra, al igual que 4 meses, 3 semamas, 2 días, no necesita ningún hombrecito dorado para ser uno de los títulos más importantes del año.

jueves, 20 de noviembre de 2008

OBRAS A REIVINDIAR: CUENTOS DE TERRAMAR (2006)


a Núria Sancho

Tenía mucha curiosidad por conocer el trabajo de Goro Miyasaki y la espera ha valido la pena. La crítica ha resaltado la seriedad formal, visual y narrativa del relato, además de sus excesos que (casi) hacen zozobrar el conjunto a minutos del final. Pero nadie ha destacado las cualidades de una historia amable que recoge y recicla muchas de las constantes del cine de Hayao Miyasaki: espíritu naturalista, debates morales y filosóficos, personajes con dobles nombres e identidades o una visión adulta sin abandonar pequeños guiños hacia el público infantil y juvenil, principal consumidor de estas películas. El comienzo es un tanto confuso y el final, casi homenajeando a la magna El viaje de Chihiro, peca de cantidad y subraya en demasía la ambivalencia del mensaje. Cuentos de Terramar es una ópera prima y el pequeño Miyasaki no lo esconde; tampoco es, pese a lo que pudiese parecer, una copia descarada de las obras de nuestro querido Hayao. Goro parece más interesado en recuperar la estética medieval de la literatura clásica fantástica y una narrativa cercana a Narnia y semejantes, si bien evitando las lacras y efectismos de la saga estadounidense. Cuentos de Terramar se sitúa en todo momento en el terreno de lo simpático, quizás porque el film prefiere ser simple en apariencia y no innovar demasiado a pecar de pedantería. Goro Miyasaki debe depurar el dibujo y la redacción de sus historias, pero todo indica que estamos ante el digno sucesor de Hayao Miyasaki, clásico viviente de obras capitales como Mi vecino Totoro, La princesa Mononoke o El castillo ambulante. Reencontrarse con la familia Miyasaki siempre será un placer.

lunes, 17 de noviembre de 2008

LA TELEREALIDAD Y EL CINE


Una estampa televisiva: una concursante de Pekin Express, reality show conducido por Cuatro, confesaba a su hermana que tenía cáncer delante de las cámaras. Muy efectivo y muy efectista por parte de la cadena retransmitir uno de los momentos más memorables del año por su fuerza visual y su impacto mediático (fue el minuto más visto a lo que a share se refiere). Aprecio los realities porque he crecido con ellos. Considero que la crítica que vapulea un género tan alabado y seguido en su día es hipócrita y no ama a la televisión, su medio de subsistencia y trabajo. Pero ante tal situación, la sociedad deja vencerse por el morbo, la lágrima fácil que no nos humaniza (sino todo lo contrario). Todo ello debería servir para replantearnos qué es lícito y ético en cuestiones audiovisuales. Ampararse en la democracia visual y política es una excusa demasiado mañada. Se está promoviendo la cultura del improperio, del spot rápido que, pese a su complejidad, solo pretende impactar; el titular gana terreno a la noticia, y debido a esto, la mentira, la superficialidad intelectual campa a sus anchas. Caso análogo ocurre en el cine en general y en el estadounidense en particular. Un ejemplo reciente lo encontramos en Red de mentiras, un bodrio amoral e impersonal en todos los sentidos. Algunos quisquillosos diran que defiendo el cine europeo y me recordaran que los Hermanos Dardenne promueven la imagen sucia, los personajes marginales y que sus intenciones realistas acaban conquistando el terreno de la falacia. ¿Quién está en lo cierto?, ¿quién es apto para juzjar lo que vemos?, ¿acaso el análisis, el criterio propio y el debate no nos hace humanos?


Una estampa cinematográfica: Gomorra se ha estrenado en España con más eco mediático de lo esperado. La cinta italiana ha acaparado todas las atenciones de programas culturales (hay pocos), telediarios y espacios de cine. Cualquier ciudadano sabe de la existencia de la película pero no conoce las virtudes cinematográficas de la cinta (si es que tiene) o su valor como pieza fílmica. Gomorra ha sido citada por las condiciones de la escritura del libro, la polémica de su autor y sus consabidos premios y nominaciones. ¿La televisión, rácana a la hora de promocionar títulos no comerciales, no descrimina a las demás cintas de estreno con esta campaña?. Y por cierto: ¿qué es una película comercial?. El mundo está dominado por pocos, cítese productoras, cadenas de televisión y prensa. El público se deja engañar, nos manipulan y nosotros sonreimos. El rumor que indica que la Academia de Hollywood podría tener nominada a Gomorra de antemano en los Oscar hace pensar que la manipulación afecta a todos, incluso a los manipuladores. Todo ello resulta un entramado complejo y a la vez excitante. Mañana no pienso perderme Gran Hermano. Lo admito: yo también he caido en la trampa.

jueves, 13 de noviembre de 2008

INDIES EN LOS OSCAR


Este fin de semana estaré ocupado enunciando a Chomsky, Bloomfield y otros lingüistas de medio pelo. A cambio, he decidido adelantar esta entrada antes de los oscar, cuando el texto aquí recopilado ganará en sentido y lecturas. Los Oscar han tratado de forma desigual a los productos indie, cuya naturaleza no deja de ser una mera etiqueta que, contradiciendo su definición, tan solo inmiscuye temas comerciales. El concepto indie se ha devaluado con su uso y abuso. ¿Qué es, pues, y tras tantos avatares, un film indie? Para mi entender, una película indie trata temas eminentemente americanos desde un lenguaje innovador o con características estilísticas que la diferencia de las demás. La comunión entre lo minoritario y lo mayoritario ya fue (cor)rompida en su día por Soderbergh, Tarantino o Nolan. Y ahora Hollywood adopta estos títulos, los endiosa con nominaciones al oscar y apoya pequeños fenómenos de taquilla. ¿Cómo ha sido la relación entre lo indie y la Academia?, y partiendo de esto, ¿seguirá esta unión en galas venideras?


Existe un antes y un después tras el año 2000. La Academia premió por obligación y descarte a American Beauty, primer film del interesante Sam Mendes. American Beauty no supone nada novedoso en su tema pero si en su forma. American Beauty es en el fondo un film muy liviano que ni critica al american way of live ni se rie de él. Mendes es más condescendiente que Todd Solondz pero no tan radical como Eastwood y sus alardes republicanos. Todo ello hace del film un título apreciable, pero no valiente. Sería toda una peripecia del destino que Mendes volviese a ganar el premio por Revolutionary Road, una película que ni pretende ser polémica ni pretende dilapidar la política, cultura y sociedad americana. Mendes, pues, parece habernos aclarado su posición al respeto, defendiendo aquello que en su día pareció criticar.
Tras In the bedroom (En la habitación) y Adaptation (El ladrón de orquídeas), los oscar ensalzaron la sutileza de Lost in Translation, obra magna de Sofia Coppola. Peter Jackson vivió su momento dorado, pero la ganadora moral de la noche fue un cine minimalista que prefiere contar una historia por encima de cualquier concepto. Coppola fue galardonada con el premio al mejor guión original, compensación que también recibió Charlie Kaufman con la fantasiosa y fantástica Olvídate de mi.


2005 fue la consagración definitiva del cine minoritario en los Oscar. Lejos de los premios y la superficialidad de Gladiator y Una mente maravillosa, la Academia apadrinó uno de los films más serios de Spielbergh, Munich, además de Capote o Brokeback Mountain. Lejos de un posible cambio, Hollywood optó al final por premiar lo de siempre, aunque esta vez desde la fórmula de las historias cruzadas, un método artístico nacido en los 90 con Short Cuts. Crash no es tan mala como dicen ni tan buena como para ganar de forma descarada tres oscar sobre Brokeback Mountain, la favorita por la mayoría. De aquí nace una de mis teorías: el cine indie siempre triunfa cuando, en el fondo, la naturaleza del relato es puramente comercial. De aquí el éxito de comedias indies que, en verdad, defienden la tradición familiar más recalcitrante (Pequeña Miss Sunshine) y denostan el aborto (Juno). No hay mejor estrategia que ser conservador y no parecerlo.


Hay mucha falsedad en ser o no ser indie. Está claro que la Academia ha cambiado y que sus premios valoran otros aspectos antes imposibles. No es país para viejos o Pozos de Ambición hubieran sido ninguneados en años donde Forrest Gump, Paseando Miss Daisy o Kramer contra Kramer acaparaban toda la atención mediática. Este año parece que será el retorno de los grandes blockbusters (Australia, The reader, Revolutionary Road). Los títulos indie pelean por meterse en la carrera, muchos de ellos favorecidos por las interpretaciones de sus protagonistas (Vicky Cristina Barcelona, Frozen River, La boda de Rachel, The Wrestler). Slumdog Millionaire parece ser la apuesta de todos, pero la película de Boyle, y tras ver las tónicas habituales de años pasados, lo tendrá muy complicado porque carece de atractivos para ser un éxito de taquilla, de actores de renombre o de un argumento que describa el ahora de la sociedad americana. ¿Volveremos hacia el prototipo de hace diez años con Titanic?, ¿habrá sorpresas de última hora?... la carrera hacia el oscar sigue compleja y emocionante. To be continued...



INDIES EN LOS OSCAR

1999: AMERICAN BEAUTY, CÓMO SER JOHN MALKOVICH
2000: POLLOCK
2001: IN THE BEDROOM (EN LA HABITACIÓN)
2002: ADAPTATION: EL LADRÓN DE ORQUÍDEAS
2003: LOST IN TRANSLATION
2004: SIDEWAYS (ENTRE COPAS), OLVÍDATE DE MÍ
2005: BUENAS NOCHES Y BUENA SUERTE, CAPOTE
2006: PEQUEÑA MISS SUNSHINE
2007: JUNO
2008: ????

martes, 11 de noviembre de 2008

BJÖRK: LA ACTRIZ QUE NUNCA ESTUVO ALLÍ


Iconoclasta, espíritu libre y rebelde, alma inquieta, de aspecto chocante, vestimentas sorprendentes y voz inigualable... Björk puede recibir muchos adjetivos, pero lo más lógico sería decir que Björk es Björk, única y perfectamente reconocible entre el bullicio musical y fílmico. Este metro sesenta de talento y excentricidades logró cautivar a público y crítica con Bailar en la oscuridad, el polémico, como no podía ser de otra manera, regreso de Von Trier tras formular, defender y luego renegar del Dogma 95. Bailar en la oscuridad es una historia compleja, un cuento de niños con un final para adultos, la trágica confirmación que el sueño americano solo existe en el cine y, sobretodo, en los musicales que la protagonista sigue con delirio. Tras su muerte, el público entiende que, pese a las características del proyecto, Von Trier ha filmado un musical a contracorriente... nunca una bajada de telón, aquí las cortinas viejas de una penitenciaría, había sido tan dura. Me encanta Von Trier y me encanta Björk, una cantante única que sorprende con cada uno de sus trabajos discográficos, cítese Debut, Post, Homogenic, Selmasongs, Medúlla, Volta o su gran obra maestra, Vespertine.


Pese a la fama de nuestra protagonista, nadie ha reivindicado a Björk como actriz, algo extraño y a la vez coherente tras su conocida intención de no rodar ninguna película más. Resulta recurrente desenpolvar las telarañas del recuerdo y repasar su presencia, por no decir vestidos, en el Festival de Cannes (nunca una Palma de Oro a la mejor actriz estuvo tan justificada), los Globos de Oro o los mismísimos Oscars, donde la cantante lució su traje-cisne distintivo y cantó la nominada I've seen it all, la mejor canción que haya visto representada el veterano Teatro Kodak. Björk es una artista completa, una personita llena de creatividad que juega con la música (su colección de beats y ruidos varios), el cine (su talento nace de la nada, parece que improvise en cada escena) y demás ámbitos (sus discos y videoclips recogen lo bueno y mejor del panorama creativo y audiovisual: Spike Lee, Michel Gondry, etc.). Björk es un clásico viviente, una rareza a reivindicar y una actriz que, ironías de la vida, nunca quiso serlo.


No es por ser aguafiestas, pero, si la Academia hubiera sido sensata, Björk hubiera estado nominada y hubiera ganado el oscar por encima de la endiosada Julia Roberts, otro portento a destacar en la efectiva Erin Bronkovich. Pero Björk nunca ha encajado en festivales, galas y festines de este tipo. Björk aseguró sentirse aliviada tras saber que no ganaba el premio a la mejor canción original. Sin duda, su música y el rostro de pampanatas como Ben Stiller o Russel Crowe son estampas de planetas distintos. Y yo, fan fanísimo de la diva, me quedo en esa Islandia de talento y arrebatos. Como dirían los Coen: The actress who wasn't there.

domingo, 9 de noviembre de 2008

SOLO QUIERO CAMINAR 6 / 10

El cine español no suele prodigarse en películas de género. Agustín Díaz Yanes, tras el despropósito de Alatriste, toma las leyes de un Tarantino concienzudo con Solo quiero caminar, un film que responde a los fanatismos cinéfilos de su autor, unas referencias que abarcan el western clásico o el cine de acción más reciente. Parece que tanta referencia, tanta sensación de deja vu, ha acabado por dilapidar las virtudes de la película: la trama tiene un ritmo demasiado contemplativo, demasiado lento. Diaz-Yanes nos niega la adrenalina necesaria para convertir la película en una fiesta de los sentidos. Pero, si Tarantino conserva una visión festiva (y frívola) de la violencia, Díaz-Yanes es más comedido, se deja dominar por el drama y el thriller negro (resulta muy forzada la voz en off inicial del capo que interpreta Diego Luna). Pero ni el guión, casi mudo, y la descripción de los personajes (las actrices están estupendas, pero el espectador desconoce el por qué de su unión, el sentido de sus acciones) no ayudan. Solo quiero caminar, secuela libre de Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, carece de la sencillez narrativa y estilística de su antecesora. Díaz-Yanes quiere más, pero la equación no ha quedado como se esperaba.


Historia de venganza, de mujeres fuertes que no se achican ante la violencia del macho... un relato que interesa y que se aprecia pese a sus defectos. El espectador lamenta no poder apenarse con la muerte de los personajes, tener tensión mientras se desarrollan las escenas de acción más pomposas o sentir simpatía por ese portentoso cuarteto femenino, demostración de la gran cantera actoral que hay en España. Carente de garra, Solo quiero caminar debería tener una segunda oportunidad para limar aristas, ya sea en forma de segundo visionado o de remake (Tarantino alucinaría con el film). Sea como sea, Díaz-Yanes no acaba de conseguir la película perfecta, algo que no logró ni con el despilfarre monetario de Alatriste. Eso sí: Ariadna Gil está estupenda y debería ganar YA el goya a la mejor actriz. La catalana, muy cuestionada en El laberinto del fauno, crea aquí un personaje apesadumbrado, masculino, fuerte y débil al mismo tiempo, un carácter capaz de enamorarse, matar y crear armas al más puro estilo Kill Bill. Solo quiero caminar es una de los últimos grandes estrenos de nuestro cine. Ya podemos, pues, empezar a elucubrar los nominados al Goya, unos premios extraños que se adivinan muy repartidos. Esperemos que Camino, única obra maestra hasta la fecha, reciba, pese a la polémica y el ninguneo del público, el merecido premio.

V.O.S.: YES, WE CAN


Es muy interesante realizar paralelismos entre mis clases de lingüística o teoría de la literatura y el cine. Todo ello aparece como un cómputo inexacto de ideas que voy conectando aleatoriamente en mi cabeza mientras la profesora habla. En clase, me imagino saliendo de la puerta, recorriendo la rambla tarragonina y, una vez en mi piso, soliviantando mis inquietudes con bolígrafo y papel (si, a la vieja usanza). Hoy hace sol y falta una hora para la clase de rigor. La luz de la mañana resulta inspiradora. Mañana, pienso, veré La boda de Rachel
La mitad de los idiomas están en peligro de extinción. Aunque el cómputo total de lenguas existentes varia según estudios, queda claro que la colonización (ahora capitalismo) arrebata lenguas sin remordimiento; la cultura mayoritaria absorbe la minoritaria y se imponen las reglas de un mundo hipotético regido por pocas lenguas, cítese el inglés, chino o español. Lo mismo ocurre con el cine: el producto made in Hollywood arrasa sin dejar opción a demás títulos nacionales, europeos o asiáticos. La dictadura no parece tener fin; si la crisis monetaria está en boga desde hace unos meses, la crisis del cine español, francés o italiano viene perpetuándose desde el nacimiento de los mismos. Dichos productos solo tienen opción en caso de ganar el último festival de turno, copar un premio de renombre o producirse un extraño fenómeno: el boca a oreja de la audiencia. Pero ya se sabe: los milagros en el cine no existen.


De aquí la importancia de la versión original como vehículo de cultura. El lenguaje forma parte del alma, define nuestra identidad e ideología, es un trozo simbólico de lo que somos. ¿Si la realidad es multilingüe, por qué el cine debe doblarse a una sola lengua?, ¿No es el cine un reflejo del día a día, no es a la vez una pequeña porción de lo que somos y pensamos?, ¿Robarle a un film su lengua original no es suprimir en parte la esencia de la historia, el trabajo de los actores?... El cine se nos presenta tan complejo como la vida. Es inconsciente, por no decir vergonzoso, comercializar una película como Babel en un único idioma cuando el mensaje, la naturaleza del relato descansa sobre una multiculturalidad incuestionable. Y como en el caso del film de Iñárritu, hay miles de ejemplos.
Entorno a la versión original, la colectividad se distribuye imitando los estamentos de la Edad Media. Las productoras asumen la existencia de un público mayoritario que no quiere pensar ni leer subtítulos, pero, para acallar revolucionarios (o simplemente sensatos), crean unas salas alternativas donde los más elitistas pueden ver diferentes propuestas en versión original. Eso sí, quien reparte se lleva la mejor parte y al ciudadano de pueblo o capital pequeña se le niega ver películas de suma importancia e interés. Todo en su conjunto es una hipocresía, una dictadura donde la nobleza y burguesía sigue dominando al pueblo llano. El caso más extremo es el de Italia. El país que se supone cuna de la cultura occidental no comercializa ningún film (subrayo, NINGÚN FILM) si éste no ha pasado previamente por una sala de doblaje. El italiano, ingenuo y tonto, cree no poder empatizar con iraníes, rusos o africanos porque la lengua, que nos debería unir, construye una barrera insalvable hecha de desidia e ignorancia. ¿Acaso el público italiano querría que en España se comercializase Gomorra en castellano? El esfuerzo, en última instancia, siempre tienen que hacerlo los demás.


Quienes se escudan en el argumento que los subtítulos son costosos de realizar se equivocan de lleno. Subtitular una pieza del inglés o castellano se ha convertido en un acto de amor. Los fans de series como Perdidos crean los subtítulos de la nada con sus rudimentarios programas informáticos y su magna afición y paciencia. El público hispano goza de los nuevos capítulos horas después de su emisión en EEUU. Los subtítulos, desde este sentido, sirven de agente unificador y universal de cultura, se convierten en el recurso más fácil y eficaz para solventar los problemas de nuestro mundo basto y globalizado. Y que nadie peque de quisquilloso: el fan mima la serie y su traducción es muy fidedigna a la “realidad ficticia”. Los dobladores, por el contrario, asumen su tarea como un trabajo.
Pese a no ser rentable, la versión original debe ser reivindicada. Un espectador criado con la VOS seria un ciudadano más culto, mejor preparado y con un mayor dominio del lenguaje. Solo es cuestión de acostumbrarse. Mientras tanto, el cinéfilo viaja, esquiva la parafernalia de una industria contradictoria. Amamos el cine, pero no a toda costa.
Las clases ya han terminado, y con ellas, el texto. En Tarragona, un multicine de dieciséis salas proyecta Los limoneros en versión original. Me pregunto cuánta gente habrá visto el film en comparación a High School Musical 3 o Zohan. Sin duda, la ficción más triste está en la realidad. 04/11/2008.

sábado, 8 de noviembre de 2008

RED DE MENTIRAS 3 / 10


Empezamos esta crítica con un secreto a voces: Ridley Scott es uno de los directores más sobrevalorados de la industria estadounidense. Es muy significativo que Scott se dedique a adaptar guiones de otros, copiando ideas de otros y sin tener la suficiente creatividad para crear un film personal, un film, en mayúsculas, de Ridley Scott. Pero a Scott, por desgracia, también se le reconoce por su mediocridad tras la cámara y sus ínfulas de oscars utópicos (Scott no es Scorsese). Endiosado tras Blade Runner, Scott viaja errante capaz de dirigir un film bélico, de acción o drama; lo que importa es dirigir cantidad, no calidad. Tras esta descripción, está claro que Red de mentiras queda afectada ante tanta vacuidad; si el libreto de American Gansgter era notable, el guión de Red de mentiras es tramposo, carente de ritmo, poco coherente y creible. Red de mentiras es un híbrido inconcreto en el que se tocan varios géneros sin centrarse en ninguno: no hay acción destacable, tampoco drama o debate político... Red de mentiras acaba resultando una tomadura de pelo, un título que juega con temas muy serios (la guerra de Irak) y los vanaliza y republicaniza (hacer un poco ético espectáculo de las barbaries de la contienda irakí, causa, por cierto, de cabezillas americanos). Es una lástima que Crowe y DiCaprio (excelentes) pongan tanto empeño en un producto que no está a su altura. Tanto el australiano como el americano han perdido una oportunidad de oro para incrementar su estantería de premios. Una lástima.



Es muy significativo que una película de estas características, un gancho indiscutible para la taquilla, sufra importantes deserciones en todas las salas donde se proyecta. Ya va siendo hora que los productores se planteen su contrato y fidelidad con Scott y con miles de guionistas con buenas ideas pero sin la capacidad para dirigirlas. Está claro que un guionista toca competencias diferentes a las del director de cine, pero una industria tan competitiva como la americana debería buscar el autor total, el artista capaz de dirigir, escribir y promocionar una película. Red de mentiras es un vivo ejemplo de lo que pasa cuando director, guionista y productora van por caminos distintos. La meta, pero, es la misma para los tres: la nada.

jueves, 6 de noviembre de 2008

LOS LIMONEROS 8 / 10



Cada tiempo indeterminado surge una película amable que sin hacer mucho ruido va conquistando la mente y el corazón del espectador. Son películas sin campaña publicitaria, con marcada presencia en festivales y con el boca a oreja de la audiencia como su mayor reclamo. Los limoneros, al igual que Caramel hace unos meses, encaja a la perfección en esta descripción. Eran Riklis ha dirigido una propuesta amable y compleja que, sin ser demasiado liviana ni demasiado dura, supera de lejos cualquier espectativa y gana en fuerza y lecturas con el paso del tiempo.
Los limoneros es una historia simbólica de tolerancia y dignidad donde una explanada de limoneros representará los ánimos diezmados de un país en contínua guerra, en perpetuo movimiento. El film es un cuento entretenido que toca temas como la soledad,el analfabetismo,las diferencias sociales, el papel de la mujer dentro de sociedades marcadamente machistas, la familia o la distancia que existe entre el pueblo llano y el aparato burocrático de un país como Israel, a medio camino entre Europa y Asia, entre el progreso y la marginalidad. La dicotomía de lo real y lo ficticio se asienta en la trama cuando el recién escogido ministro de defensa decida ir a vivir con su esposa a escasos metros de Salma, un mujer viuda que vive por y para el cuidado de unos limoneros de larga tradición familiar. Los árboles representaran un peligro para la seguridad del ministro, iniciando una guerra judicial paralela a la real batalla. La tenacidad de Salma la eleva como héroe del relato; el personaje se atreve a romper los esquemas sociales y decide emprender una empresa utópica que, al no tener ni buenos ni malos, tampoco se resuelve con vencedores o vencidos. Ante el conflicto,la manipulación, nadie puede salir airoso. Es en esta medianía donde el film gana en fuerza y verismo, conservando uno de los planos finales más destacados del año.



Dos mujeres separadas por una simple valla metálica, dos historias de dolor y silencio que nunca se darán cuenta de lo mucho que comparten. La condición femenina, rasgo definitorio de Caramel, sigue siendo importante en Los limoneros: al fin y al cabo, la mujer se supone más compleja y fuerte que el hombre, y por ello, las mujeres, pese a ser arrinconadas por la sociedad, acaban siendo los factores que alteran el discurrir del macho. Los limoneros está tan bien engarzada que difícilmente podrá tener enemigos; es este un film simpático, apto y necesario para todos los públicos, un título que se reivindicará dentro de unos años en revistas, blogs y demás medios de comunicación. Es una película que habla y sucede en el presente, y que a su vez es universal al tratar la esencia, el alma humana. Un film didáctico apto para multisalas, cineclubs o colegios. Un consejo: vean la película lo más pronto posible porque luego será difícil de rescatar vía dvd. El tiempo, como debe pensar Salma a lo largo de todo su periplo, pone las cosas en su sitio.