HARAKIRI (SEPPUKU), de Masaki Kobayashi
Premio Especial del Jurado del Festival de Cannes 1962
Japón, 1962. Dirección: Masaki Kobayashi Guión: Shinobu Hashimoto, a partir de la novela de Yasuhiro Takiguchi Fotografía: Yoshio Miyajima Música: Tôru Takemitsu Reparto: Tatsuya Nakadai, Rentarô Mikuni, Akira Ishihama, Shima Iwashita, Tetsurô Tanba, Masao Mishima, Ichirô Nakatani, Kei Satô, Yoshio Inaba, Hisashi Igawa, Tôru Takeuchi, Yoshirô Aoki, Tatsuo Matsumura, Akiji Kobayashi, Kôichi Hayashi, Ryûtarô Gomi, Jô Azumi, Nakajirô Tomita, Shichisaburô Amatsu, Kenzô Tanaka, Shin Nakahara, Tsuneo Ikeda, Minoru Miyagi, Takaaki Kadota, Satoshi Nishida, Tetsurô Komiyama, Shûichirô Narita, Noboru Kasuga Género: Drama. Samurais Duración: 130 min. Tráiler: Link Elección de Álvaro Úbeda
¿De qué va?: Tras unos años de pobreza y desamparo, un samurai sin amo acude a la casa de un poderoso clan para acogerse al ritual del harakiri. La propuesta genera ciertas suspicacias en el regente del lugar, ya que tiempo atrás un joven samurai se quitó la vida de la misma manera que desea el recién llegado. La coincidencia encuentra su verdadero significado cuando el hombre, antes de darse muerte, cuenta la historia de su vida.
CRÍTICA ISIDRO: En una época de paz en el Japón del siglo XVII, los samuráis empobrecidos acuden a los castillos para chantajear a los señores feudales: si no reciben limosna, se abrirán las tripas en canal delante de sus puertas. Tsugumo, en cambio, solicita el seppuku para poder recibir una muerte digna de un samurái, no sin antes contar su historia. En Harakiri (Seppuku), Kobayashi realiza toda una vivisección del código de honor del guerrero, cuya incoherencia deshumanizadora queda a la vista aún más al ambientarse en un periodo sin conflictos bélicos: el honor del guerrero está unido a la lucha, y si no puede luchar, ha de morir. Pero cuanto más insisten los poderosos en el seguimiento de ese código, más se permiten subvertirlo a su antojo: Kobayashi, pues, realiza tanto una crítica del dogma como de la hipocresía de quienes lo promulgan. Y todo presentado con una elegancia superlativa en cuanto a encuadres y movimientos de cámara, con un expresivo blanco y negro y con un hábil uso del flashback que permite jugar con las expectativas argumentales. De no ser porque en algún plano se le ha visto el cartón a las pelucas me creería si me dijeran que la rodaron anteayer. Vamos, me ha parecido un auténtico pasote, a mí, que creía que me aburriría tanto que acabaría practicándome el harakiri no ya con espadas de acero, ni siquiera de bambú, sino con las de plástico malo que venden en las ferias. Magistral. ★★★★½
CRÍTICA RONNIE: Kobayashi logra con Harakiri (Seppuku) un sombrío relato de fuerza y honor, y realiza una epopeya épica que se vuelve atemporal. Por si no se han dado cuenta, esa es una de las características que busco en este festival: encontrarme con esas joyas del cine que no pierden vigencia y que deslumbran más que cuando fueron presentadas al mundo. Harakiri (Seppuku) cuenta con un argumento insuperable y un reparto que entrega actuaciones precisas que destacan entre las mejores de este festival. Yoshio Miyajima realiza uno de los mejores trabajos de fotografía en blanco y negro que yo recuerde; los claroscuros utilizados en las escenas de esta película son una verdadera delicia. Bueno, no hace falta más para que sepan que me ha gustado la película de Kobayashi, el cine nipón suelo consumirlo solo con sus representaciones animadas y de vez en cuando es refrescante expandir la mente a trabajos artísticos de diferente factura a los acostumbrados. La escena del duelo en medio del viento me ha resultado poéticamente hermosa. ★★★★★
CRÍTICA XAVIER: Harakiri (Seppuku), sin ser la mejor película sobre el estamento samurai, sí es con toda seguridad la que ofrece una visión más desangelada de los guerreros del antiguo Japón. Estructurada como un Shakespeare nipón, con una tensión que se corta con el filo de la katana más delgada, Harakiri (Seppuku) es un ejercicio de belleza cinematográfica y narrativa: la elocuencia de sus personajes, la cuidada fotografía y los constantes giros de guión ofrecen una de las experiencias más claustrofóbicas que se recuerden. Kobayashi apela a la tradición samurai y al film de venganza para dejar a la superficie las falsas apariencias de una sociedad que se resquebraja. Su discurso sobre el honor y la miseria es apasionante: ¿hay algo de honorable en la miseria?, ¿puede conservarse la honorabilidad cuando no se tiene nada?, ¿hasta qué punto el recato puede convivir con la necesidad?, ¿puede defenderse el harakiri como máxima expresión de honor cuando ya no se tiene nadie a quien servir?, ¿la servidumbre implica fidelidad y silencio, sin cuestionamientos de por medio? Como dice el protagonista durante su ceremonia de despedida: Honorable señor: ¿por qué habláis tanto? ¿por qué tanta formalidad? Y en el fondo, el abuso de la palabra y la parsimonia propia del cine asiático restan potencia, que no brutalidad ni ideas, a este Harakiri (Seppuku) de cine superlativo. Una de las grandes películas del festival. ★★★★
CRÍTICA ALBERTO: Las repercusiones éticas de la nueva ola del cine japonés y de autores de gran magnificencia como Kurosawa trajo una serie de exploraciones sobre la verdad del ser humano a través de ejercicios muy diversos e interesantes. Obras de rica apariencia formal, con abundante uso de metáforas y con un complejo mensaje que aborda cuestiones culturales y existenciales. La película de Kobayashi que consagra esta tendencia, ejemplifica el claro hundimiento de la dignidad humana por el quebramiento de los sistemas establecidos y antoja la muerte como una vía resolutiva. Es admirable el ensamblaje de las piezas y la forma de plantear la dialéctica del discurso, así como el rico entramado formal que refuerza las posiciones adquiridas. La hipnótica rueda de metáforas y entresijos deja entrever la levedad del ser humano y sus claras carencias, y vertebra un ejercicio que, aunque a veces puede caer en cierta pedantería, es admirable por sus logros envidiables para edificar una muestra muy notable sobre las derivas existenciales, en comunión con un auténtico ejercicio de estilo. ★★★★
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