jueves, 30 de junio de 2016

CRÍTICA | FISH TANK, de Andrea Arnold


FISH TANK, de Andrea Arnold
Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes. Bafta al mejor film británico
Reino Unido, 2009. Dirección y guión: Andrea Arnold Fotografía: Robbie Ryan Música: VV. AA. Reparto: Katie Jarvis, Michael Fassbender, Kierston Wareing, Harry Treadaway, Jason Maza, Jack Gordon, Charlotte Collins, Brooke Hobby, Chelsea Chase Género: Drama social Duración: 120 min. Tráiler: Link Elección de Lori Rodríguez
¿De qué va?: Mia, una adolescente de 15 años que ama el baile, en un suburbio inglés con su madre y su hermana pequeña. Su vida cambia cuando conoce a Connor, el novio de su madre. El chico se muestra afable ante Mia, mientras que su madre parece totalmente despreocupada por los deseos y los miedos de su hija.


CRÍTICA RONNIE: Andrea Arnold nos entrega un drama social que recuerda la crítica social inglesa propuesta siempre por Ken Loach. La directora entrega con Fish Tank un film maduro que denota naturalidad y se aleja por lo tanto de artificios incongruentes en una trama que se fortalece gracias al trabajo de su protagonista, Katie Jarvis, una joven debutante que sabe pautar con habilidad la irritabilidad de su personaje, una rebelde adolescente en crisis con ganas de romper las barreras que se interponen en su camino. En un desolado barrio británico, la realizadora nos adentra a la vida diaria de un personaje abstraído en su propio egoísmo y odio por la vida. Destaca la banda sonora de la cinta y su digna intención de análisis y crítica urbana ante la carencia de tiempo y atenciones en esta sociedad tan diluida ante la falta de guía en los hogares. ★★★

CRÍTICA XAVIER: Andrea Arnold forma parte de una estirpe preciadísima de directores que se atreven a retratar las capas más bajas de la sociedad con visión crítica y a la vez con una humanidad inconmesurable. Arnold ni juzga ni encubre a sus personajes. No los ayuda, pero tampoco los hunde en el barro del cine miserabilista. En su mirada hay el reflejo de un sistema corrompido, pero sus escenas irradian cierto candor, un cariño casi maternal hacia unos seres que hacen lo que pueden y que cometen errores en sus vidas porque no pueden ni saber hacerlo mejor. Fish Tank, a todo lo dicho, es también una historia de libertad, de un amor adolescente que canaliza el desamparo vital y material de la protagonista, de rebeldía con respecto a un entorno hostil, de música que convierte en arte lo que en otros contextos sólo sería arrebato, de reivindicación personal y autoaprendizaje. A Fish Tank se la ha comparado con los Dardenne: ahí está la cámara nerviosa y las airadas reacciones de Mia, entroncas con heroínas desdichadas como la Rosetta belga. También, por razones obvias, con el también británico Loach. Pero a mi me gusta ver en Fish Tank una actualización de Los 400 golpes de Truffaut y cierto discurso de la Nouvelle Vague. Declinado, eso sí, en femenino. Sin llegar a la belleza del último plano del clásico francés, la última escena de Fish Tank me deja tan vacío como lleno, triste por abandonar unas raíces y al mismo tiempo liberado por dejar atrás un lastre muy pesado. Al fin y al cabo, tanto Los 400 golpes y Fish Tank son relatos de supervivencia. Una película preciosa y devastadora. ★★★


CRÍTICA ALBERTO: Atendiendo a numersos referentes dentro de la dinámica social, Andrea Arnold construye su particular odisea sobre la adolescencia explorando ciertos condicionantes. Su paleta constructiva no es excesivamente novedosa: si jugamos a revisar las notas que la dan forma, las referencias y la repetición resolverán muchas de nuestras dudas. No obstante, el mérito de Arnold va más allá y se sintetiza en la capacidad estilística y sensorial de articular un discurso directo. Su expresividad convierte un mensaje ya tratado en una interesante oda a la vida, gracias a sus particulares atribuciones formales. Su refrescante postura y su habilidosa inteligencia para trabar arrojos audiovisuales le dan el valor de la singularidad dentro de las reminiscencias mentadas. Mención especial a su imponente reparto (en especial a su joven protagonista) y al acorde trabajo técnico. ★★★½

CRÍTICA ISIDRO: Mia es una chavala de 15 años a la que le gusta bailar (aunque lo haga como el cul,o por muy bien que le diga que lo hace el Michael Fassbender porque se la quiera tirar). Vive en un apartamento en los suburbios de alguna ciudad de Inglaterra con su madre, que es la versión choni potente de la Mo’nique de Precious, y su hermana pequeña, que dice más tacos que una película de Tarantino. Y la pobre, pues intenta sobrevivir como pilla. Vamos, una especie de Billy Elliot, pero en versión niña merdellona y sin talento. Fish Tank es un ejercicio de realismo cinematográfico sobre las dificultades de crecer y madurar en un entorno suburbano en el seno de una familia algo desestructurada. Hemos visto esto mil veces en el cine, pero el acierto de Andrea Arnold está en que hace que nos creamos lo que cuenta y sintamos empatía por sus caóticos personajes gracias a un estilo seco alejado del melodrama y la falsa compasión. Lo que quiere contar lo cuenta bien y no necesita mucho más. Buena película. ★★★½


CRÍTICA KOSTI: La problemática adolescente siempre ha sido un tema muy recurrido por el cine británico. Si a eso le sumamos que pertenece a un barrio que vive de ayudas y personajes marginales, ya tenemos el cóctel perfecto. Andrea Arnold recuerda en su forma y en su narrativa a un Ken Loach potente o a una discípula aventajada de los hermanos Dardenne. Su drama social no puede ser más acertado, aunque le cueste (y mucho) cerrar su historia. Mia es una joven irreverente, en plena edad del pavo, inconformista con su entorno, con pocas esperanzas pero con un sueño: ganarse la vida bailando. En un lugar como su barrio, eso es un sueño casi imposible. Cuando un hombre entra en la vida de su familia, Mia parece cambiar su perspectiva, aunque la muralla que le cubre no termina de ser derrumbada. Andrea Arnold construye un personaje muy sólido, a pesar de la inconsistencia de Mia. Su casa se vuelve una asfixiante pecera para Mia. Un hogar roto, resquebrajado por las constantes reprimendas y la falta de interés entre sus miembros. Una fisura que parece irreparable, hasta que aparece en escena Connor, que, con su infinita comprensión y una preocupación desinteresada, devuelve a Mia las ganas de vivir, convirtiéndose para ella en el objeto de deseo inalcanzable, el primer amor de adolescencia que se confunde con una tremenda admiración por la figura paterna, cuya falta ha marcado el camino de Mia. Llama mucho la atención el carácter autodestructivo de Mia, que se vale de música con marcadas letras machistas para alcanzar su sueño, pero si algo deja claro es que no todo vale para llegar lejos, dejándonos una escena muy sincera, un final muy digno que Arnold, por inexperiencia o por haber alcanzado una fuerte empatía con Mia, no consigue cerrar a la primera. ★★★

NOTA MEDIA del JURADO: ★★★½ 

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