
La hecatombe se confirmó al abrir el número de febrero de la revista Fotogramas: las productoras, en una carambola insólita, han decidido que tres de las cinco películas nominadas al Oscar (El lector, Slumdog Millionaire y Frost/Nixon) se estrenen el mismo día. El curioso caso de Benjamin Button, por el contrario, recibirá un trato de gran superproducción y será el único gran estreno del día 6. Pero la cosa no acaba aquí: a la saturación de títulos del día 13 tenemos que sumar la última parte de la terrorífica Viernes 13, Vals con Bashir y La teta asustada, única representante latina en el Festival de Berlín. Es imposible que el joven indio de Slumdog Millionaire pueda hacerse rico en las taquillas españolas porque el público que quiera ver las propuestas de estos Oscar deberá decidir, desechando en el peor de los casos los títulos más competentes. Mucho me temo que Vals con Bashir y La teta asustada se estrenarán directamente en circuitos reducidos, a imagen y semejanza de los Verdi o Renoir de Barcelona y Madrid. Si la mayoría de cines apuesta por Viernes 13, obra a todas bruces más comercial, el descalabro puede ser total. En mi pueblo de 22.000 habitantes hay un cine de 11 salas, con lo que temo que no llegue a proyectarse toda la flor y nata de estos Oscar. La única salida es ir al cine de la ciudad donde estudio, una capital de provincia de casi 100.000 habitantes. Ello implicaría perder varias tardes de lectura, apuntes o trabajos, además de 2 euros para los autobuses de rigor. La despiadada distribución de las películas hará que el público de a pié se pierda films españoles como El juego del ahorcado o Dieta Mediterránea, sin olvidar que las películas que resulten ganadoras del Goya no podrán rentabilizar su presupuesto con reposiciones por pura competencia desleal. También nos perderemos Cuscús, la obra que ganó el César hace un año como Le graine et le mulette y que ahora se estrena cual despojo. Los que tenemos exámenes aún nos asustamos más al ver que Gran Torino y Cadillac Records llegarán el día 20 y que El luchador se estrenará el día 27, o sea, cinco días después de los Oscar (¡qué verguenza!). Quienes defendemos ver las películas en pantalla grande no recibimos el apoyo de la industria. Todo ello debería servirnos para reflexionar sobre cuando y cómo vemos las películas, una dictadura que acatamos silenciosos. Rezo para que el examen de lingüística no sea el día 23 (si, la mañana después de los premios). Entonces, queridos lectores y cinéfilos, estaré al borde del suicidio.
