sábado, 15 de febrero de 2014

Crítica de AL ENCUENTRO DE MR. BANKS, de John Lee Hancock

Explicar por qué Al encuentro de Mr. Banks es una película decepcionante implica explicar, aunque sea de forma involuntaria, por qué la cinta no ha contado con el beneplácito de la Academia pese a ser, a priori, un nuevo ejercicio de autocomplacencia, la enésima creación de un Hollywood encantado de verse en el espejo de sus pantallas grandes (sin el resplandor, el brío y el éxito, todo hay que decirlo, de década anteriores). De entre toda la intrahistoria cinematográfica y de entre todas las posibilidades que ofrece la técnica narrativa del 'cine dentro del cine', la película se centra en el duelo entre P. L. Travers, autora de la novela Mary Poppins, y el mismísimo Walt Disney, incapaz de convencer a la escritora para que su estudio convirtiese su novela estrella en película. La cinta nos cuenta el viaje de Travers hasta Los Ángeles, sus tensiones con el equipo encabezado por Disney y las relaciones de amistad-odio que va tejiendo la intratable artista con pequeños personajes como el diligente chófer que la acompaña cada mañana a su despacho de trabajo o los jóvenes encargados de musicalizar una ficción que Travers no quería ver convertida en un burdo musical. Toda esta parte confiere a la película un aire de comedia naif bastante interesante, detalle que es mérito exclusivo de una portentosa Emma Thompson payasesca y a la vez muy sobria que lleva  su personaje al extremo pero nunca al ridículo. Por desgracia, la película se divide en otro tiempo, o lo que es lo mismo, los flashbacks que arremeten a Travers al verse superada por la situación y que dibujan una infancia igual de tragicómica, germen de esa Mary Poppins que la autora siente mancillada en manos del megalómano director de cine. 


Si bien las dos partes de la cinta discurren en paralelo, y aunque sobre el papel el pasado viene a explicar las actitudes de los personajes en el presente (Mary Poppins existió en la vida real en forma de tía severa que encauzó la situación familiar de los Travers tras la muerte del patriarca), el guion es incapaz de ensamblar sus dos historias, de forma que Al encuentro de Mr. Banks se ve como una presentación deslabazada de momentos trágicos y otros pintorescos en los que los supuestos traumas infantiles acaban derivando en personalidades del todo cómicas. El problema es que P. L. Travers aparece ante el espectador como una simple maniática, y Walt Disney queda retratado como un empresario de sonrisa sospechosa (lo mismo puede decirse del idealista padre que interpreta Colin Farell). Vaya, que de Al encuentro de Mr. Banks uno no se cree nada, o casi nada, por mucho que sus actores pongan toda la carne en el asador. Unos y otros resultan antipáticos. Ni es una cinta adulta ni entra en el terreno del cine infantil. Ni describe ni justifica a Travers. Cuenta básicamente muy poco... y el metraje alcanza las dos horas largas. Y la cinefilia no sale de la sala demasiado tonificada: las citas al universo Disney se limitan a los pósters que decoran algunos de los espacios donde se mueven los personajes. En resumen: Al encuentro de Mr. Banks resulta una película un tanto extraña que habrá incomodado a los votantes de los Oscar, y con ellos a gran parte del público. Mr. Banks queda difuminado: únicamente recordaremos de ella una Thompson pletórica que defiende una película que, al no quererse definir, resulta también indefendible.


Para seguidores de la factoría Disney.
Lo mejor: Emma Thompson.
Lo peor: La ambigüedad de los personajes: culpa de guion, principalmente.

Nota: 5'5

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