martes, 20 de enero de 2009

RESISTENCIA 3'5 / 10

Los norteamericanos tienen la malsana costumbre de absorber los patrones del cine europeo comercial, una tónica que no amaga ningún afán pedogógico o cultural. Cual ave de rapiña, Hollywood arrebata y transforma sin miramientos cualquier argumento notable. Estados Unidos es la sede del remix, la recopia y el remake, extraño mérito cuyos objetivos son más bursátiles que artísticos. Resistencia es un flagrante ejemplo de que, con tal de hacer taquilla y ganar algún premio, la barbarie nazi puede reducirse a vacuos fuegos artificiales, breves atracciones de feria en los que el drama pierde ante el magnánimo y ególatra concepto de un país enfermo. No encontraremos aquí ninguna reflexión sobre la tan filmada Segunda Guerra Mundial: Resistencia dulcifica la contienda, desenfunda un sinfín de armas y retorna a la manida historia de liderazgo, superación y miseria. Lo humano pierde con unos personajes planos, un Daniel Craig de ojos bonitos que se limita a imitar las muecas y poses del James Bond más decadente. Zwick confirma su condición de magnate: El último samurai no era una descripción y defensa de la cultura samurai ni Diamante de sangre era una crítica a un sistema político que permite la perpetua guerra entre los pueblos de África. Si la realidad palidece ante las leyes del espectáculo, esta se desvirtua y el arte se convierte en una disciplina nociva. Resistencia, al igual que la mayoría de títulos de Ridley Scott y Michael Bay, no es ni decente ni entretenida, ni competente ni comprometida. Resistencia no pasará a los anales de la historia, aunque su banda sonora bien merecía una obra con más seso. Todo un despropósito.