
Macdonalds estará contenta por la publicidad indirecta que le está proporcionando Lluvia de albóndigas. Los miembros de algunas ONGs también pensarán en la película como utópica solución al hambre que impera en muchas partes del planeta. Para algunos productores ávidos de dinero, la película supone una oda a la comida grande y a las imágenes de dimensiones desproporcionadas: cítese de forma técnica las siglas 3D. Y entre tantas ambiciones, lo que queda de esta tormenta atípica es otra historia de superaciones, grandes inventos, sonoros fracasos y dulces resoluciones, con risas finales y romance incluído. A nivel visual, el conjunto es más agradecido: tiene su gracia ver las calles de un pequeño pueblo isleño anegadas de helados, dulces, hamburguesas y frankfurts tamaño familiar. El invento también incluye un apunte humorista y rupturista con los films de catástrofes: una torre Eiffel asediada por dos rebanadas de pan o una Muralla China demolida por una mazorca de maíz. Tampoco debemos olvidar un viaje estelar al más puro estilo Indiana Jones. Es innegable que Lluvia de albóndigas tiene encanto: los personajes están bien dibujados y el ritmo rápido que impera en las cintas animadas más recientes no decae en ningún momento. Se añora, pese a todo, platos nuevos, ingredientes exóticos y técnicas culinarias revolucionarias que mejoren una historia que hemos visto muchas veces. La película funciona, aunque corre el riesgo de empachar y no abrir el apetito. Sea como sea, no es tan prepotente como el último Pixar y es bastante más alocada que la mayoría de menús Dreamworks. Merece sin duda tres estrellas cinematográficas; o, mejor dicho, tres estrellas Michelín. A gusto del comensal.

A este analista le ha entusiasmado el diseño del padre del joven inventor. Hablamos de una mole de grasa con una cejas descomunales que esconden sus ojos. Símbolo de la inexpresión y el tedio, es el personaje más sólido y redondo de una película bastante conservadora. Puestos a rebuscar alguna moraleja, podría decirse que Lluvia de albóndigas demuestra que todo el mundo es capaz de todo, que siempre tenemos que confiar en nuestras posibilidades y utilizarlas para fines positivos. Puro caramelo. Merece la pena como distracción navideña, aunque difícilmente aguantará el paso del tiempo (la candidatura al Oscar es bastante factible). Esperemos que el 3D no sea la excusa para alterar futuras historias, algo que vaticina peligrosamente algunos de los trucos más discutibles de Lluvia de albóndigas. Y como somos puntillosos, debemos reivindicar su título original (una pequeña genialidad: Cloudy with a chance of meatballs) y desechar la sosa traducción española. 'Albóndiga', junto a 'croqueta', es uno de los platos más difíciles de pronunciar (y con los errores de pronunciación más extendidos y divertidos). Menudo fallo: seguro que Julia Child, compañera de pucheros y multicines, habría reparado en ello.
