
Sam Mendes y Todd Solondz se agolpan en estos Estados Unidos tarados. La peculiaridad psicológica de la protagonista nunca llega a estar del todo explotada, aunque ello posibilita que el espectador no tenga tiempo de aburrirse. No hay nada forzado en
United States of Tara y todas las tramas secundarias, más o menos intrascendentales y amables, casan a la perfección. El resultado final es un mosaico de insatisfacción y desespero, el dibujo de una sociedad podrida que está repleta de taras (y Taras, y caras, y máscaras). La serie empieza como una comedia curiosa y, en sus últimas entregas, viaja hasta el drama más sobrio. En los últimos minutos, Tara quiere averiguar el porqué de su mente en perpetuo alboroto, pero la serie le niega una respuesta. De hecho, el guión también niega a sus personajes un final coherente y estable. Así, en suspenso y sin atar cabos, empieza y termina un producto que oscila entre la mala baba (y la inmediatez) de
Weeds y el azúcar ligero de
Mujeres Desesperadas. Podría haber una segunda temporada para poder seguir las vidas de esta familia inusual, pero la magia de
United States of Tara está en su brevedad. La serie potencia la imaginación y nos invita a crear diferentes tramas y subtramas a partir de una excusa narrativa brillante.
United States of Tara, en definitiva, inspira, y conserva momentos bastante inspirados (sin ir más lejos, su cortinilla es puro arte). No se puede pedir más.

Pero hablar de United States of Tara implica aplaudir las grandes interrpetaciones de sus actores. La serie está diseñada para el disfrute y lucimiento de Toni Colette, una actriz todoterreno que resuelve el ejercicio de paranoias con nota. Su personaje es carne de premio y merece un Globo de oro. También debe reivindicarse el trabajo de John Corbet, ex-sex symbol que en su día enamoró a la protagonista de Mi gran boda griega y a la mismísima Carrie Bradshaw. Y por último, Rosemarie Dewitt nos ofrece una demostración más de su talento, esta vez con un secundario de lujo que añade más elementos a esta ecuación sin respuesta. Dewitt, amante de Don Draper en Mad Men y sufridora hermana de Anne Hathaway en
La boda de Rachel, empieza a ser un rostro muy conocido, una pieza importante en toda pieza indie, una actriz elegante con múltiples registros. Poco más que añadir: la serie se vé de un tirón y se disfruta. Entren en esta casa de hijos reprimidos con ansias de artista, adolescentes que reclaman su independencia, perturbados sexuales y taras emocionales. No se arrepentirán.
