Baz Luhrmann parece perseguir lo que todo el mundo evita: dirigir una película como las de antes. Sus títulos de crédito iniciales ya nos avisan de que Australia es un reloj artesanal calibrado para funcionar en todo momento, entretener durante un metraje un tanto estirado y provocar pequeñas muecas de risa y tristeza, todo fiel al estilo de Lo que el viento se llevó o Titanic. Quienes hablan mal de Australia deben saber que, de haberse estrenado diez años atrás, el periplo épico de Luhrmann habría ganado un buen puñado de Oscars. Las voces que denostan Australia no aceptan la superficialidad de un blockbuster de altos vuelos cuya única premisa es divertir a la platea. Australia ha sido confeccionada para derrochar dinero y ganar otro tanto en taquilla... ¿algún problema?
Australia sacia con nota las ansias de un público amplio, el mismo que por estas fechas añora a ESDLA o a Harry Potter. Luhrmann quiere reunir a toda la familia en una película bella, de fotografía, vestuario y música deslumbrante. A riesgo de ser una caja preciosa sin ningún contenido, Australia despliega su fuerza y nos regala el vacuo entretenimiento navideño, la historia que después veremos mil veces por televisión y nos continuará gustando. Luhrmann es un ilusionista y su trabajo es engañar al espectador, invitándole a aceptar y disfrutar los entresijos de una película amable que lleva cocinándose desde hace un lustro. Luhrmann es tan perfeccionista y conoce tan bién la psique del espectador que uno se olvida de reproches. Australia podría haber sido mejor si la dirección hubiera recaido sobre Thomas Anderson u otro autor, pero poco importa: esta es la Australia de Luhrmann y la de nadie más. El ilusionista, el esteta irredento, el trilero con gracia, el paciente director de orquestra ha vuelto a ganar.
Nicole Kidman parece ser a su desgracia la gran perjudicada de la trama: su magna interpretación, pese a humanizar un ser cursi y uraño que enamorará al público, no tocará el suelo del Kodak Theatre. Kidman vuelve a ser fiel a Luhrmann y consigue ser la estrella del espectáculo. Pero ni Kidman ni sus vestidos ni ademanes impiden que la película contenga varios finales. La idea de partida es tan simple que la película podría durar una hora (tras la muerte del marido de Sara), una hora y media (tras el rescate del ganado) o incluso dos horas (tras la fiesta y las tórridas estampas entre Kidman y Jackman). El episodio bélico no deja de ser un añadido insuficiente que no molesta, pero tampoco agrada en demasía. Es aquí donde los detractores de Australia se podrán cebar a gusto, pero es también en esta parte donde el relato encuentra su punto álgido de honradeza y eficacia. Australia es, pese a quien le pese, una película que funciona, con unos actores notables y un aparato técnico de impecable factura. El reloj, el mismo que mencionaba antes, vuelve a ponerse a cero. Solo faltan siete años más para disfrutar de la nueva locura del señor Luhrmann.
4 comentarios:
Veo que "Australia" te ha gustado mucho. Todavía no la he visto, pero ya no se que pensar. Al parecer es una cinta sin término medio para el público. O se ama o se odia, parece que la cosa viene así. El material del que arranca es muy valioso, así que no dudo que la cinta debe tener bastantes méritos. Ya te comentaré cuando la vea.
Excelente reseña, Saludos!
a mi no me gustó nada nada! solo el partado técnico, claro...
Esperare con gusto otros siete años...
Y como si son catorce!!
VIVA LUHRMAN Y SU ESTILO!!!
saludos!!
Yo también lo afirmé, la peli funciona, pero no si soy yo quien la ve.
Saludos Xavier.
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