A no ser que Penélope Cruz entre bambalinas se lo contase, Woody Allen desconoce que en español la palabra 'Roma' es 'amor' leída al revés. A conciencia o por cosas del azar y de las lenguas, justo el terreno resbaladizo pero interesante en el que viene moviéndose Allen en los últimos años, el otrora genio ha creado una película que lleva en su título un concepto espacial (Roma, la ciudad eterna) y otro abstracto (el amor, el eterno pozo de historias), como si entre una y otra idea no hubiese ningún grado de separación, como si el cliché fácil fuera por una vez verdad absoluta. Midnight in Paris no era una gran película, no al mismo nivel que las grandes obras de su director, pero en ella el espectador se sentía cómodo en su atmósfera y se producía algo maravilloso: desde la butaca del cine se sentía parte activa de la trama y quería pasear entre los rincones e indagar en los personajes de la noche parisina, como si la película fuese una nube o sueño del que no se quiere ni desprender ni despertar. Solo por eso Midnight in Paris resultaba una película del todo moderna en la, sobre el papel, nada original historia de 'regreso al pasado'. A Roma con amor, curiosamente, se mueve por fuerzas totalmente contrarias a las del anterior trabajo de Allen. A Roma con amor es una película vieja, no porque Allen vea en Roma la ciudad o el país de sus queridos directores de cine sino porque el guión es claramente inferior a la media alleniana. Una rescataba a Picasso y a Buñuel con gracia, y esta habla de personajes de la Roma actual que parecen ruinas arqueológicas de una Roma de mediados del siglo XX. A Roma con amor es una película sin un eje narrativo: apenas dos personajes externos que aseguran ver todo lo que ocurre en la capital italiana introducen y cierran el relato como si Allen subrayase que la película es un muestrario infimísimo de las historias que él sabe contar y de las tramas que Roma, su musa, le induce a contar. Allen sigue combinando películas brillantes con otras menos compactas, algo que no deja de ser obvio cuando se escribe y filma a relación de film por año, pero A Roma con amor es un caso más sangrante si tenemos en cuenta que en su reparto hay cinco nominados al Oscar. La pobre Penélope Cruz no imita la histeria de su personaje en Vicky Cristina Barcelona sino que parece volver a la rudez pueblerina de su personaje en esa película española tan italiana que era Jamón, jamón. Y me imagino a Alec Baldwin, seguro que honradísimo de trabajar con Allen, preguntando al responsable quién es y qué pinta su personaje en la película. Pero no se lleven a engaño: Allen no chochea ni pierde el norte. ¿Pruebas? Él mismo se reserva el mejor personaje del mosaico, un padre hipocondríaco, cómo no, que descubre las dotes operísticas de su futuro consuegro. A Roma con amor tendrá su gracia para los cinéfilos que todavía no hayan disfrutado con el mejor Allen. Para el resto de los mortales es la cita anual e ineludible con la mente más arrolladora del cine estadounidense. En otras palabras: no es una mala película pero es totalmente prescindible en el conjunto de la obra de Allen.
Para los fans menos exigentes de Allen
Lo mejor: Es, pese a todo, una película de Woody Allen.
Lo peor: No da ganas de ir de viaje a Roma.
Nota: 5
Nota: 5
1 comentario:
Muy buena crítica y muy respetable. Ayer la vi y,, como fan de Woody Allen me cuesta decir lo mal que le ha ido en esta última cinta
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