martes, 20 de octubre de 2009

LA HUÉRFANA (ORPHAN) 6'5 / 10

La camino de Jaume Collet-Serra, catalán que reside desde los dieciocho años en Norteamérica, no es tópico y, aunque parecía utópico, a día de hoy ya es toda una realidad. La huérfana nos devuelve a un cineasta cinéfilo (como los mejores), un visionario capaz de mezclar el drama con la comedia negra, el terror con el thriller. La película que nos ocupa se emparenta con La semilla del diablo, Repulsión o La mano que mece la cuna, todos ellos pequeños clásicos, maestras bofetadas a convenciones y clichés. Collet-Serra no es Polanski (de aquí que la batalla final en el hielo tenga un punto de impostura), pero lo intenta y sale bastante ileso. La sorpresa reside en un metraje de dos horas que va de menos a más, que atrapa, que angustia más que asusta. No es la primera vez que vemos niñas malvadas y madres desesperadas, elemento que no supone ningún problema para disfrutar de una película que quiere ser clásica y contemporánea, joven y añeja, pero ante todo entretenida, para nada intelectual, consciente de sus limitaciones. Juega sus cartas y gana la partida: irreprochable. La huérfana gustará a los amantes del género, que se reencontrarán con una trama bien armada y mejor interpretada, y a los menos forofos, quienes aplaudirán el componente psicológico (aquí no hay gore ni matanzas explícitas) de una acción al principio moderada, luego alocada. Una elegante forma de olvidar la inconsiste La casa de cera.



Explicar la historia de esta huérfana con malas artes y buena educación implica alabar el trabajo de Isabelle Fuhrman, una niña prodigio que pisa los talones a las hermanas Fanning. Más gótica, más profunda, más inquietante, incluso más guapa, la pequeña Esther enamora, mata a la ingenuidad y eriza la piel. La tensión está calibrada al detalle y el pasado de Esther, unido a las formas del género fantástico, pasa como realista, logra lo imposible. El guión es sólido y todos sus personajes funcionan (mención especial para la hija sordomuda de este matrimonio en crisis). Macabra y sádica, la película nos regala momentos de auténtico terror y cachondeo como la muerte de la monja, el ramo de flores que entrega Esther a Katy, el empujón en el tobogán de madera o la escena en la que la niña corteja provocativa a su padre adoptivo. No reniega de lugares comunes (persecuciones en la oscuridad y momentos hospitalarios a la cabeza), pero supera la media de las últimas terror movies. Una agradable sorpresa a la que le auguramos un buen futuro en sus emisiones televisivas y una posible mención de título de culto. Ya se verá: este bebé, versión diabólica de Peter Pan, aún tiene que crecer.