A mediados de la década de los 90, se creía que la carrera de Claude Chabrol, autor prolijo y prolífico, estaba acabada. Lejos de esto, La ceremonia aterró en el Festival de Venecia e impactó sobremanera, un buen recibimiento que tuvo su reflejo en el pamarés: premio a la mejor actriz por las portentosas Isabelle Huppert y Sandrine Bonnaire. La ceremonia no solo supuso la reactivación artística de Chabrol, sino su consagración definitiva como clásico vivo. Gracias a esto, sus nuevos films (desde Gracias por el chocolate hasta La chica cortada en dos) siempre han sido bien recibidos por la crítica, porque Chabrol, único, incisivo e irónico, es, como Woody Allen, una cita anual ineludible, muy esperada, para nada el lánguido reflejo de un autor en horas bajas o sumido en el aburrimiento y la repetición. Chabrol es un chaval de setenta y muchos; y La ceremonia, su última y más grande obra maestra.
A primera vista, la película supone un nuevo regalo para el lucimiento de Isabelle Huppert, actriz fetiche del francés. El personaje de Huppert, una empleada de correos descarada, extrovertida, excéntrica y enfermiza, es todo un lujo para el espectador, un torbellino que altera el tranquilo devenir de todos los personajes. Huppert, figura malvada que corrompe y tiñe de sangre la historia, utiliza su singular rostro, pasea su pequeña figura y enamora a la audiencia, aunque, en el fondo, su personaje sea asqueroso, inmoral, repudiable en todos los sentidos. La maestría de Chabrol, genial constructor de personajes y diálogos, dibujaba la antítesis de su musa con Sophie (Sandrine Bonnaire), un ser frío, sumiso, dócil, esquivo, débil y cargado de malas intenciones. La ecuación fue perfecta: La ceremonia ostenta la relación entre dos mujeres más compleja y potente de los últimos veinte años. Y con ellas, el relato juega con el drama y la comedia hasta construir un discurso de gran carga política y social, con una banda sonora excelente, con una factura austera, de aliento clásico, impecable y en continuo crescendo. Un acierto, una jugada redonda se mire por donde se mire.
La ceremonia es una película sumamente sutil, repleta de símbolos y detalles, diálogos lapidarios y momentos inolvidables. Sus fotogramas son turbios, crean malestar, se apoderan de la audiencia y sacuden nuestra conciencia. En términos generales, La ceremonia versa sobre la lucha de clases y expone la osadía de la ignorancia (al final en su faceta más peligrosa). Algunas escenas perturban años después de su visionado: los juegos entre Huppert-Bonnaire en la cama de la primera (y la duda sobre el pasado criminal de ambas), el brutal crimen a ritmo de ópera, la fría Bonnaire chantajeando a la hija de su jefa y escondiendo su analfabetismo, y, finalmente, una escena final rotunda, el último as del zorro Chabrol en su cúspide más tétrica y malsana. Con todo, La ceremonia termina como una cinta de terror de naturaleza crítica y verista, seria, para nada complaciente. Si tienen ocasión, recuperen una de las películas francesas más importantes de los últimos años.
1 comentario:
No la vi esta... me gustaría que un día me recomiendes 5 películas asi de estas "Clásicas" según vos, para verlas :D confío en tu criterio ;)
Saludos! Te espero en mi blog para que comentes en la nueva crítica ;)
Un abrazoo!!
PM
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