viernes, 21 de agosto de 2009

LEONERA 6 / 10



Leonera inauguró la Sección Oficial del Festival de Cannes 2008 y causó sensación en la platea. Pablo Trapero, artífice del film y uno de los nombres sobre el que recae la dura tarea de revitalizar e internacionalizar el cine hispanoamericano, ofreció en su momento un singular relato con la intención de contar aquello que el cine olvida, quizás porque en nuestro día a día queda camuflado. Leonera aborda varios temas: por un lado, fabula sobre la injusticia del sistema judicial, ampliada con un fuerte personaje central que es víctima de todo lo sucedido (aunque su posible delito queda en el aire, Trapero no juega limpio: al sentir compasión por la presa, todo deviene más dulce de lo esperado, menos objetivo, demasiado histriónico y descompensado); por otra parte, el film es un alegato a la feminidad, a la figura de la madre independiente (cabe imaginar un rodaje atípico porque el propio director filma el embarazo de su mujer y actriz Martina Gusman); y, finalmente, Leonera cuestiona si las mujeres encarceladas deben o no cuidar a sus retoños en la propia prisión. Qué prima: ¿el derecho de la madre o la libertad del hijo? Trapero, más allá de abrir un jugoso debate, opta por la segunda opción, de forma que la película queda dividida en dos partes: un thriller estimulante sobre la vida entre rejas y la lucha final de la madre por estar al lado de su hijo (tour de force interpretativo incluido), aunque ello implique torear la moral de la abuela y el trabajo de los guardianes. Con estos elementos, Leonera se queda en una historia entretenida, interesante por lo singular de su tema... pero sin ser una profunda disección del problema planteado.


Aunque sea menos consistente de lo esperado, Leonera atesora las virtudes de las películas bienintencionadas, simpáticas, atractivas. El camino que elige Trapero lo acerca a los gustos estéticos y narrativos de los públicos menos sivaritas e, indirectamente, la mayor difusión y comprensión del relato permite que el cine argentino expanda sus fronteras. No por casualidad, la cinta fue la representante ché en los pasados Oscar. Trapero, pese a la buena recepción de su criatura, no presenta ningún rasgo de estilo que lo distinga y lo defina como cineasta más allá de una ingenua motivación por trascender sin mojarse, sin reinventar, sin provocar (Leonera hubiera triunfado como cinta de acción mainstream: de aquí que el final abierto merezca una continuación, quizás mejor que lo planteado en el film). Leonera, con sus pasillos y rejas, luces y sombras, es una cinta potente que nadie debería perderse, incluso estando por debajo de XXY. Los petardos de Cannes, con todo, no estuvieron acertados.