Clint Eastwood es un clásico vivo del que aún tenemos el placer y el privilegio de poder disfrutar de interpretaciones y películas excelentes. Mucho de lo visto en Million Dollar Baby, Mystic River o El intercambio lo encontramos en un clásico popular de los noventa, una bellísima película conocida y reconocible por todos: Los puentes de Madison. El cambio era sustancial: Eastwood abandonó el western crepuscular de Sin Perdón para sucumbir a las leyes del melodrama, un estilo del que Meryl Streep es representante y maestra insigne. Los puentes de Madison, a día de hoy, se desvela como un exquisito ejercicio de sencillez narrativa, de austeridad estilística; una calibrada muestra de amor, tacto y oficio. Aunque la película tiene catorce años, Los puentes de Madison nos remite a un dulce y remoto pretérito, el mismo en el que Hollywood asistía a la última y más grande historia de amor del siglo XX. La película, como los buenos manjares, es intemporal y perdura para múltiples y muy satisfactorios visionados. Preparados para volver a las profundidades de Iowa...
Eastwood se ha curtido en el lejano oeste y no puede abandonar su fiera figura, sus rudos ademanes. Como intuímos en Gran Torino, el personaje se come al actor y se convierte en un alter ego de la persona retratada. Esta dureza y misterio es la parte exótica que interpreta el fotógrafo de Los puentes de Madison y que, en parte, posibilita la emoción que desprenden los fotogramas del film. Los puentes de Madison es la obra de un viejo sabio que sabe lo que quiere contar y cómo lo quiere rodar. El propio Eastwood comentó lo fácil y rápido que le resultó rodar la película, aunque su doble faceta de realizador e intérprete hagan pensar en un sobreesfuerzo caótico. Eastwood no esconde su genialidad y, como el fotógrafo vagabundo que personifica, logra que sus estampas estén perfectamente encuadradas, con la luz y las sombras precisas, con una equilibrada maniobra de contar y esconder, de mostrar y de dejar intuir. Más allá del guión, Eastwood domina el lenguaje verbal y el no verbal, la sutileza que esconde un paisaje o el mundo que atesora un pequeño objeto o gesto. Hacer llorar en el cine siempre es motivo de sospecha, pero, cuando lo logra Eastwood, la jugada es irreprochable.
Otro pilar importantísimo de Los puentes de Madison es la Francesca de Meryl Streep, una maestra retirada que se verá sacudida por las dudas y la llama de un amor de última hora. Streep logra que en ciertas escenas donde no parece ocurrir nada se cuenten, directa o indirectamente, muchas cosas. Streep trabaja desde la contención, algo que le barró el camino al Oscar pero que la hará pasar a la historia. Los puentes de Madison, lejos de lo que podría parecer, no es una obra teatral, aunque sí minimalista; no es trágica, pero su catarsis está a la altura de los mejores títulos del teatro griego clásico. Los comentarios que critican a la actriz por sus hiperbólicos papeles pierden en esta ocasión, básicamente porque su Francesca es la antítesis de lo shakespeariano y el triunfo de lo posible. Y como la historia se ciñe a lo real, la relación entre la pareja protagonista se rompe, inmortalizándola y aportando toda una moraleja que sus hijos heredarán y utilizarán para ordenar su existencia y amores. Los espectadores, como los lectores del testamento de Francesca, asisten embelesados al espectáculo y al final, cuando las cenizas de Francesca descansan en el mítico puente de madera, la trama se cierra redonda, perfecta. Los puentes de Madison, como resultado, no se puede contar o sintetizar, sino sentir; y el papel de Streep se torna dificilísimo, un terreno llenos de clichés que la actriz esquiva con maestría.
El último punto importante en el endamiaje de este puente es el guión de Richard LaGravenese a partir del libro homónimo de Robert James Waller. LaGravenese parte de un material muy peligroso. Si reducir el reparto de una película a dos protagonistas ya es todo un riesgo, la tarea de escribir un libreto que rellene los silencios y los tiempos muertos de la trama, además de construir unos diálogos fuertes que no despisten ni sobresaturen al espectador, es una monumental y ambiciosa gesta. Los protagonistas del film hablan, comen, se encuentran y se desencuentran: no ocurre nada y a la vez suceden miles de pequeñas anécdotas. Eastwood se convierte, aquí y en demás films, en el mejor director capaz de adaptar un material ajeno y, milagrosamente, llevarlo a su terreno, conseguir que la historia forme parte de su estilo e identidad como creador. LaGrevenese y Eastwood también dominan a la perfección la voz en off, el in crescendo narrativo, la dirección de actores y los misterios que implica la iluminación y la música de un film. Todo ello, actores y guión, director y premios, juntos o por separado, hacen de Los puentes de Madison un milagro del séptimo arte y una película imprescindible. Se ve con el corazón y el estómago, y allí queda, como una flecha orgullosa de la herida creada. Una historia y un escenario para volver (quizás porque nunca pudimos irnos...). Sublime.
6 comentarios:
Es una película encantadora. Pero puede más el melodrama que la profundidad.
Yo le daría una calificación de 7/10.
Saludos
Precisamente esta película la vi este sábado en su emisión en La 1 y no me gustó la actuación de Eastwood. No así la de Streep, una vez más sublime.
Yo, al igual que Fernando Ramos le daría un 7, puesto que salvo en una de las últimas escenas, la película no me conmovió.
Es complicado como dices, reducir los personajes practicamente a los dos protagonistas, sin aburrir, a mi me encantó la fotografía de toda la película como en Gran Torino.
No es una mala película, pero para mi Eastwood está fuera de su terreno natural y no acabo de verlo en ese papel 8la culpa es mía que no me lo imagino). Streep exquisita, como siempre.
Saludos
Totalmente de acuerdo contigo. Un peliculón, una de las mejores películas románticas que he visto con una pareja inmejorable: Eastwood y Streep.
Saludos ;)
A mí con Clint me pasa que hay algunas películas que reconozco que son muy buenas sin embargo... me aburren. Me pasó con Los puentes de M. y con Sin Perdón. Sin embargo he disfrutado muchísimo con Gran Torino.
Saludos!
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