martes, 3 de julio de 2018

CRÍTICA | LA MUERTE DEL SR. LAZARESCU, de Cristi Puiu


LA MUERTE DEL SR. LAZARESCU (MOARTEA DOMNULUI LAZARESCU)
Rumanía, 2005. Dirección: Cristi Puiu Guión: Cristi Puiu y Razvan Radulescu Música: Andreea Paduraru Fotografía: Andrei Butica y Oleg Mutu Reparto: Ioan Fiscuteanu, Luminita Gheorghiu, Mimi Branescu, Dana Dogaru, Florin Zamfirescu,  Mihai Bratila, Monica Barladeanu, Bogdan Dumitrache Género: Drama Duración: 153 min. Tráiler: Link.
¿De qué va?: Un anciano viudo vive con la única compañía de sus tres gatos. Tras sentirse mal, una ambulancia lo traslada a un hospital. Su paso en el centro médico será una tragedia muy divertida filmada con toques de documental. Candidata rumana al Óscar a la mejor película de habla no inglesa.




En muchas ocasiones no prestamos atención al ‘regalo más preciado’ que tenemos, nuestra salud. El ser humano actual tiene un ritmo de vida acelerado, en su casa, en el transporte, en el trabajo y en sus dispositivos móviles (el acceso a internet y redes sociales permiten conocer y enterarse de todas las novedades, prácticamente en el momento que ocurren). Pocos se permiten ‘el lujo’ de apreciar detenidamente su entorno más allá de lo cotidiano, y en menor cantidad, apreciar su bienestar interior. Mi punto de reflexión sobre este filme fue este valioso detalle, la salud física que nos permita vivir con plenitud en cada etapa de nuestra vida, de vivirla cuidadosamente se reflejará en una excelente calidad de vida en el último período de la vida. Tras un malestar estomacal el Sr. Dante Remus Lazarescu pide ayuda a sus vecinos. Ante el deteriorado y severo estado de salud del longevo señor, deciden llamar a una ambulancia. La paramédico Mioara llega al departamento y se percata que, pese a los primeros auxilios, el paciente requiere ser trasladado para un mejor diagnóstico y tratamiento. El convaleciente emprenderá un viaje de hospital en hospital, enfrentando castigos, desprecios e indiferencias hasta su posible desenlace. Una cinta llena de galardones alrededor del mundo (todos muy merecidos): el más relevante de estos fue el premio Un certain regard del Festival de Cannes. Basada en experiencias propias del director y en un caso real que conmocionó al país de origen. La tragedia rumana del Sr. Lazarescu no es exclusiva del país europeo. En distintas partes del mundo, el sistema de Seguridad Social funciona en los mismos términos: por medio de cuotas obrero-patronales, el derechohabiente goza de un servicio sanitario que le permite atender sus necesidades en materia de salud; en la actualidad la OMS ha instruido la priorización de la medicina preventiva, reuniendo acciones que permitan perpetuar el estado de salud (física, mental y emocional) de cada individuo atendido. 



Desafortunadamente, el ser humano -de forma generalizada- no cuenta con los hábitos para prevenir enfermedades, respondiendo únicamente cuando se hace presente la sintomatología. El paciente Lazarescu recorre un torbellino de forma descendente a su triste final; el enfermo se mueve entre humanos y un mundo de burocracia y tecnicismos que adolecen en cada escena, logrando que el espectador sienta angustia, decepción, dolor, desesperación, ira y molestia. El director busca un equilibrio entre médico y paciente, evitando caer en los extremos de la situación: negligencia y deshumanización. Por un lado, el concepto que cada paciente tiene de un médico es el mejor, acudiendo en su ayuda para recuperar su estado de salud óptima; si no se consigue ese objetivo, el paciente cambia su percepción y lo transforma en lo peor, acusándolo de incompetente y se vuelve el villano, pero no todo debe recaer en el médico. El paciente juega el papel primordial, si se presenta con aliento alcohólico y con una úlcera operada dañada, no debe exigir que le restaure su estado de salud a una condición inalcanzable, misma que se ha dejado de procurar. La parte burocrática no ayuda mucho, siendo la “muralla de cristal” que divide al profesional del enfermo, creando un entorno confuso y de realismo (los médicos tratan a los pacientes de forma indistinta y frívola, los pacientes ven al médico como sirvientes que deben atenderlos prioritariamente). Situaciones tan puntuales como lo que acontece en la película se viven a diario en todas las latitudes del globo, por ejemplo, los diagnósticos confusos y contradictorios, clínicas u hospitales en precarias condiciones, enfermeras y médicos agotados, salas de urgencias con dudosos niveles de atención, discriminación de clases sociales y rasgos de superioridad profesional, saturación del sistema de salud, entre otros.  Los aspectos técnicos son tan cuidadosos, desde la fotografía que permite diferenciar los 3 escenarios primordiales: el departamento del Sr. Lazarescu, la ambulancia y los hospitales, iluminación sombría y deprimente que será recordada en trabajos como 4 Meses, 3 Semanas y 2 Días (Cristian Mungiu, 2007); el montaje permite diseccionar cada momento en que se degrada más la salud del Sr. Dante y los destellos de esperanza que la enfermera procura ‘inyectar’ a tan peculiar paciente. Por último, las excelentes actuaciones de Ion Fiscuteanu (Sr. Lazarescu) y Luminita Gheorghiu (Mioara Avram) quienes hicieron suyos los personajes con un nivel profesional envidiable, el primero recuperándose de un problema de cirrosis hepática y la actriz Luminita rodeándose de paramédicos y enfermeros. El director nos deja una joya obligatoria para las próximas generaciones de profesionales de la salud y para todos los pacientes; una película humana y compasiva, que busca asomar tonalidades de humor entre tanta niebla de dolor.


Crítica escrita por Rafael Mejía

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