Michael Winterbottom es una figura singular dentro del panorama cinematográfico actual. Estrictamente, el británico lleva diez años saboteando el concepto europeo y europeísta de autor desde que Wonderland lo catapultara a la fama. Entre esta década, nuestro protagonista ha tenido tiempo para embarcarse en proyectos de diversa índole, sin que nada prediga unas formas o temáticas propias y definidas. Winterbottom es un autor más por cantidad que por calidad, y su filmografía se ha alzado ilógicamente como joya de lujo y de culto, mimada en múltiples festivales y alabada por críticos dispares. Winterbottom asegura que cada vez que tiene una idea la plasma en forma de película, y que, debido a esto, su ritmo creador es frenético, casi como una manera de canalizar posibles relatos, narraciones de bajo presupuesto, promesas de grandes obras (Winterbottom es un gran cuentista porque nos ofrece potentes ideas que luego destroza con films bastante mediocres). Se impone en esta faceta el Winterbottom inconsciente que, incapaz de escoger, rueda todo lo que se le ponga por delante. El británico consigue con todo esto que su nombre nunca se caiga de los palmarés más importantes; y, al cambiar, nunca existe un hastío hacia su obra y persona, un desgaste que afecta a autores de frenética labor (los últimos Allen, Ki-Duk o Chabrol: nombres a todas bruces más consolidados, maduros, personales e interesantes). Esta introducción sirve para destacar que Génova, pieza más de este mosaico multicolor, poliédrico y bipolar, es una historia que merece ser contada y vista, otra gran idea que, pese a todo y como siempre, acaba malograda: lo que podría haber sido supera con creces al menú degustado.
El estilo de Winterbottom titubea y nos coge desprevenidos con la aparición de los títulos de crédito iniciales (con una musiquilla incomprensiblemente alegre y, ojo, ¡diez minutos después de empezar la película!) y finales (directamente, Winterbottom corta la última escena sin aspavientos ni delicadeza), la aparición del fantasma de la madre muerta (algunos defenderán que Winterbottom mezcla géneros narrativos con ingenio, pero la técnica más bien demuestra que el guión no sabe qué quiere contar y cómo lo quiere hacer) o la promesa de una trama más dramática y sorprendente (las hijas de Firth se pierden por las calles de Génova una infinidad de veces y nunca llega la sangre al río). Esta colección de torpeces oscurecen el resultado final de un film que, a pesar de los pesares, se hace querer. Winterbottom logra (apuesto que por despiste) uno de sus mejores títulos, o mejor dicho, una de sus mejores ideas (cuento sobre la culpabilidad y las diferentes formas de superar la muerte de un ser querido: consabida teoría, desigual práctica). Al final, Génova aglutina estilos y tonos, posibilidades y subtramas (el personaje de Catherine Keener es totalmente prescindible y previsible), momentos turísticos (superficiales) con otros más intimistas (estimulantes, nunca brillantes). El camino de Winterbottom sigue con sus curvas: tras descansar en tierras italianas, el hiperactivo realizador ya prepara cuatro nuevas cintas. Da pereza con solo pensarlo...
2 comentarios:
Tu siempre dando en el clavo de la pelicula, haha [totalmente justa la calificación]. Pense que estaria mejor, tampoco esperaba una gran obra, pero wue'
Hoy más tarde te envio la primeras cali's del cineranking...
Saludos...
Es lo que tiene ser tran prolífico. A mi Winterbottom me ha cautivado muchas veces, pero es cierto que a veces, por querer rodarlo todo, se muestra irregular en la peor acepción del término. Una pena. Yo esta no la vi, pero no han parado de comentarme que es flojita y fallida. Igualmente, cada cierto tiempo nos sigue regalando alguna joya, y eso no se lo quita nadie.
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