jueves, 4 de junio de 2009

TAXI TO THE DARK SIDE 5 / 10

Taxi to the dark side no se promocionó ni estrenó, quizá porque la propuesta es demasiado oscura e impactante. Su naturaleza no son las salas y sus virtudes poco o nada tienen que ver con lo cinematográfico: el documental, a diferencia de las propuestas de Michael Moore, sigue una estructura televisiva, con entrevistas, imágenes de archivo y narrador de rigor. Si Taxi to the dark side ganó hace un año el Oscar al mejor documental es por el tema, no por la forma; por el qué, no por el como. Pese a todo, la película tendrá una segunda juventud en coloquios televisivos y emisiones especiales: Taxi to the dark side, por el simple hecho de ser ciudadano del mundo, debe ser vista. Viajar a la oscuridad, pese a todo, viajar a la oscuridad no siempre apetece.



La película analiza los sistemas de tortura (por no decir abusos) que los soldados norteamericanos infligieron a afganos, la mayoría detenidos y acusados de terrorismo. Este viaje a la oscuridad es duro, directo, de imágenes tan escabrosas como reales. Y tras la inmoralidad, Taxi to the dark side critica una rutina intolerable donde no todos son víctimas y culpables, destapa las telarañas de la magna Norteamérica y dibuja, entre el interés periodístico y el morbo, los posibles claroscuros del gobierno Bush y sus secuaces. Moore perdió el Oscar, pero seguramente lo hizo muy contento. El resultado es un film interesante, un tanto tedioso y con un montaje irregular y repetitivo. Taxi to the dark side es más una obligación que un placer, y este patrón hizo que la propuesta ganara una estatuilla a todas bruces injusta. Estados Unidos reflexionando sobre y premiando a los Estados Unidos: todo queda en casa.