domingo, 14 de junio de 2009

HUNGER 5'5 / 10

Hunger no se ha estrenado en las salas pese a ganar premios importantes en festivales nacionales (el último, el REC de Tarragona). El cinéfilo ya no se avergüenza cuando confiesa que películas como la que nos ocupa, antónimo de lo que se estila por los multicines españoles, solo pueden verse vía internet o Emule, tótems, a nuestro pesar, de otro tipo de cultura y distribución cinematográfica. Solo por su condición de marginada, Hunger debería atraer nuestra simpatía y las críticas de los diferentes bloggeros certifican el gran recibimiento del film. Esta crítica, pero, nace de un ánimo rupturista y la necesidad de explicar los enormes vaches de un film sobrevalorado. La espera y las expectativas, saciadas ampliamente de forma fraudulenta, no se han cumplido.



Hay muchas cosas que a este analista le irritan de Hunger. El film juega a la confusión: primero filma el día a día de un guardia carcelario, para después centrarse en la rutina de una cárcel (feísta y mohosa, cómo no) y, luego, reducir el discurso a un único protagonista. Los largos silencios que propone el director son exasperantes: no se entiende ni existe justificación a tanta contemplación, momentos que pasan por ver a un hombre fumar un pitillo, a un operario que frega todo (si, TODO) un pasillo o el gratuíto flashback final, confirmación de que Hunger, más que efectiva, es efectista. Y como todo está descompensado, Hunger nos tortura con un diálogo de un cuarto de hora, teatral, intenso pero pesado, imposible de seguir vía subtítulos. Si se logra sobrevivir a tal verborrea, el espectador asiste a otros tantos momentos de violencia extrema y a la degradación final del personaje: se justifica el título ('Hambre' en castellano), pero nada más. Hunger, como resultado, es un film interesante, pero sus formas son sumamente plúmbeas, lánguidas porque sí y falsamente poéticas. Hunger debe verse, siempre y cuando se incluya un debate final porque el film es, por su narrativa y mirada, un relato muy, muy discutible.



A servidor le gustaría saber por qué se aburre con Bergman, Hunger y algunas obras de Van Sant, pero en cambio asiente ante la lentitud de Carlos Reygadas (objetivamente, Hunger es más ligera que Japón, pero, a gusto del blog, menos estimulante). El cine es impredecible, al igual que los gustos del cinéfilo, al igual que los circuitos por lo que se ve/consume películas. Hunger se suma a este debate, aunque por la puerta pequeña. Otra nueva y última cuestión: ¿por qué algunos directores noveles se empeñan en mezclar ficción con realidad y estética documental? La fórmula cansa y Hunger es la reina del hastío...