martes, 29 de octubre de 2013

Crítica de VIVIR ES FÁCIL CON LOS OJOS CERRADOS, de David Trueba

Al cine de David Trueba se le ha acusado en más de una ocasión de costumbrista, 'buenista' e intrascendente. Vivir es fácil con los ojos cerrados no hará cambiar de opinión a los que defienden esa tesis, pero, en palabras del propio director, y como recurso para defender esta estimable película, puede alegarse lo siguiente: '¿quién no ha necesitado cerrar los ojos alguna vez para coger impulso y seguir viviendo?' Frase que podríamos cambiar: '¿qué cinéfilo, en el conjunto de visionados de todo un año o de un certamen tan ajetreado como San Sebastián, no ha necesitado esa película vitamínica con la que poder salir del cine con menos lastres y mayor impulso para aprovechar cada segundo como si fuera el último instante?' Vivir es fácil con los ojos cerrados es una bomba de oxígeno, una revisión alegre de unos tiempos tristes y una road movie positiva en la que el espectador siempre espera que a los personajes, todos con su particular equipaje de penurias y todos entrañables, les salga todo bien. Trueba se aferra a un imposible (que su héroe, un entusiasta profesor de inglés de Albacete, conozca a John Lennon en Almería a mediados de los 60) y acaba facturando una oda a los que enseñan y un retrato de los que antes y ahora no quieren recibir ningún tipo de lección. Todo ello sin discursos fáciles, referencias políticas obvias ni tufillos sectarios de ningún tipo. El guion de Vivir es fácil con los ojos cerrados no contiene ningún trazo de brocha gorda, ninguna nota altisonante o ningún desatino: la película fluye con la apacible normalidad de quien esconde una vida de convulsiones a sus espaldas y se levanta con una sonrisa de oreja a oreja más o menos impostada cada mañana. Trueba sigue tan francés como siempre y retrata a un ser profundamente ibérico: el protagonista, ese 'profe' que siempre quisimos tener y nunca tuvimos, es ya una de las creaciones más redondas del cine español reciente, tan destacable como la soberbia composición que realiza un cómico y matizado Javier Cámara. En la sala donostiarra se oyeron 'bravos' muy sentidos: resultado obvio cuando un film toca la fibra sensible sin más truco que creer en las buenas intenciones de la buena gente. Trueba es un sabio, Cámara es el buenazo en ficción por excelencia, y Vivir es fácil con los ojos cerrados es un dulce nada empalagoso. No valen excusas como que la comedia es un género menor o que se parece en tono y estructura a un telefilm de lujo. Dejemos el libro de teoría en clase y aprendamos inglés de la forma menos ortodoxa: cantando la mítica Help con un honroso acento 'spanglish'. Quien ríe sus males espanta, y Vivir es fácil con los ojos cerrados ayuda a sacudir nuestros fantasmas nacionales y personales. No importa que entre curva y curva haya pequeñas paradas a lo convencional: viendo la película uno se siente feliz. Y señores: a una obra de arte no se le puede pedir más.


Para los que siempre soñaron con ser el quinto beatle.
Lo mejor: Cámara, genio y figura.
Lo peor: Que el personaje de 'El Catalán' no tenga película propia.


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Nota: 7

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