Un festival de cine es un escenario perfecto para tomar el pulso a las tendencias predominantes del cine de nueva factura. Hoy la Sección Oficial y el apartado Noves Visions se han puesto de acuerdo a la hora de calibrar el estado de salud del cine español, concretamente la de los directores noveles que aspiran a ser los referentes del futuro. Las conclusiones de ese análisis no son demasiado alentadoras: con la crisis se han suprimido las producciones de presupuesto y perfil medio, por lo que las nuevas voces sólo pueden trabajar desde la precariedad económica, amén de crowdfundings y otras iniciativas, o desde la coproducción de mayor tamaño, hablada casi siempre en inglés con técnicos locales (resultado obvio de la gran generación de profesionales venidos de escuelas como la ESCAC) y un perfil diseñado para tener cierto impacto en el mercado internacional. Sea como sea, la posibilidad de acercarnos al abismo presente de nuestro cine es mérito de un festival que año tras año renueva su fidelidad con el cine hecho aquí: no hay que olvidar que en el escenario sitgense tuvieron espacio por primera vez nombres como De la Iglesia y Balagueró, que Lo imposible fue el evento más cacareado del año pasado y que el certamen lleva varios años inaugurando su selección con un film español (Los ojos de Julia, El orfanato, El cuerpo), tradición que ha seguido este 2013 con Eugeni Mira y su Grand Piano.
Mindscape, de Jorge Dorado. Sección oficial a concurso. |
El primer ejemplo de todo ello lo hemos visto en Mindscape, proyectada para prensa en la poco agradecida sesión de las ocho y media de la mañana. En este caso, se repite la fórmula de títulos como Luces Rojas o Mamá: una historia capaz de llegar a un amplio abanico de mercados y que recoge parte de las preocupaciones del género fantástico actual (a muchos el detective 'mentalista' del film nos ha recordado a Origen y otros nombres similares). El análisis de todas sus partes no podría ser más positivo: el cineasta novel Jorge Dorado maneja a la perfección la complejidad técnica de su película, Taissa Farmiga ya es una figura de culto para los fans del cine oscuro, Lucas Vidal vuelve a facturar una banda sonora muy sólida y la fotografía de Óscar Faura es una vez más imponente. Por desgracia, la historia de Mindscape no interesa: sus personajes no están perfilados y todo se resuelve por la vía convencional. Un film poderoso por fuera y totalmente vacío por dentro. Veremos si cuando se estrene el 31 de enero puede presumir de premio en Sitges.
La tumba de Bruce Lee, de Canódromo Abandonado. Sección Noves visions emergents. |
Capa caída se sitúa en el otro extremo. La película es un ejercicio pintoresco, chanante y cinéfilo que rinde culto a la figura de Magno, un superhéroe caído en desgracia en cuyos superpoderes y comportamientos queda parodiada gran parte del 'ser español', algo que ya hacía, salvando las distancias, el Torrente de Segura. Capa caída es un juego entre amigos, un capricho de estética retro trufado de momentos absurdos pensados para saciar ciertas audiencias hooligans o frikis que congrega un festival como Sitges. La película de Santiago Alvarado, contra todo pronóstico, resulta fresca, original, inclasificable y muy divertida, e incluso merece trascender la anécdota y estrenarse por las vías habituales y portales virtuales. Un falso documental al que le faltan muchos hervores y que tal vez se hubiese podido reubicar como corto o mediometraje (a veces la premisa no da para más), pero en conjunto la sensación predominante es la de haber asistido a un experimento audiovisual muy consciente de sus limitaciones y muy respetuoso con los referentes cinematográficos que homenajea. Una broma con mucha chicha: Magno es un personaje digno de estudio.
Capa caída, de Santiago Alvarado. Sección Noves visions emergents. |
No se ha repetido entusiasmo con La tumba de Bruce Lee, proyecto de tan sólo 6.000 euros del grupo Canódromo Abandonado, y Violet, el regreso de Luiso Berdejo a un cine pequeño tras el descalabro de su ópera prima norteamericana La otra hija. Violet, ya proyectada en Donosti, no tiene ningún sentido, no hay por dónde cogerla y parece que cada nueva escena contradice el tono, la esencia y la historia de la secuencia anterior. En resumidas cuentas, es la historia de amor entre un veinteañero, su novia, una chica que aparece fotografiada en una antigua polaroid y las ciudades de San Sebastián y Los Ángeles. Todo parece declinarse en primera persona, así que intuímos que el film, más allá de ofrecernos el rostro siempre luminoso de Leticia Dolera, sólo tiene sentido para Berdejo y su estrecho círculo de amigos y amistades. Una películas que discurre por los márgenes, y que por lo tanto tendrá difícil encontrar ventana de difusión y público. Puestos a elegir alguna cosa, nos quedamos con las contadas pero distendidas intervenciones de Carlos Bardem (eso sí: todas ellas con un tono paródico y surrealista que viene a dejar al descubierto todos los defectos de la película).
Passion, de Brian de Palma. Sesión especial. |
De La tumba de Bruce Lee podemos decir poco, precisamente porque no hay nada que merezca ser comentado. Un chico y una joven española viajan a Seattle, conocen a un yanki colgado que habla español, y entre los tres se concatenan diálogos y monólogos de tono existencial y repipi que aburren y crispan. Más allá de la omnipresente cita a Bruce Lee, operación parecida a la que obtendríamos si quisiéramos hacer filosofía a partir de la lectura de revistas rosa, el film no aporta ninguna idea brillante. El público reunido en el Prado se aletargaba a medida que iban pasando sus fotogramas. ¿Cuál es la clave de su desclabro? Muy fácil: mientras que Capa caída es muy consciente de estar jugando en una división menor, La tumba de Bruce Lee tiene deseos de grandeza y termina por resultar tremendamente antipática. No hace falta que retengan su nombre: la 'película', por catalogarla con alguna palabra, viajará de Sitges al ostracismo.
Violet, de Luiso Berdejo. Sección Noves visions ficció. |
Finalmente, en paralelo a la línea española, en el Auditorio se han proyectado fuera de concurso The World's End y The Call, mientras que el Prado ha acogido la primera sesión en España de Passion de Brian de Palma (sorprendentemente no se ha estrenado entre nosotros). The Call es un ejemplo más de la eficacia de Brad Anderson a la hora de poner en tensión al espectador con tramas mínimas, esquema parecido al de Session 9 o Transsiberian. La presencia de una angustiada y poco creíble Halle Berry no ayuda, pero cuando la película explota sus posibilidades como road movie con psicópata de manual de por media funciona a pleno rendimiento. Por su parte, Passion es un desigual remake del film francés Crime d'Amour protagonizado por Rachel McAdams, cada día mejor intérprete, y Noomi Rapace, cada día menos Lisbeth y más internacional. De Palma describe con desvíos lésbicos la relación de amor-odio personal-laboral entre dos ejecutivas, una rubia y una morena, que pelean por escalar posiciones en una agencia publicitaria. Los primeros tres cuartos de hora tienen un tono frío y teatral bastante interesante que recuerdan a los mejores thrillers eróticos de los 80-90, pero el segundo tramo desvela la simplicidad de su argumento y todo termina por resultar aparatoso y grotesco. Una película fallida, aunque con cierto atractivo.
The Call, de Brad Anderson. Sección oficial fuera de concurso. |
Un domingo soleado y muy intenso, con la costa de Sitges a rebosar. Mañana, nuevo rumbo y nueva tanda de films: veremos qué nos aportan las norteamericanas Machete Kills, We are what we are o Coherence, así como lo nuevo de Brillante Mendoza (Possession) y la representante al Oscar de Holanda (Borgman). En veinticuatro horas os contamos más.
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