Segundo día en San Sebastián. Colas más largas, más periodistas acreditados y más prisas para llegar con tiempo a cada proyección. ¿Quién dijo que ver películas no era una actividad de riesgo? Rascamos algunos minutos muertos para contaros la crónica del día (escrita con rapidez desde el teclado de un teléfono). Empezamos con los dos films de la sección oficial: Sunset Song y Evolution.
La primera sesión de la mañana: Sunset Song, de Terence Davies. |
Para los que siempre hemos pensado que el cine de Terence Davies era demasiado cerimonioso, Sunset Song supone una pequeña alegría. El director británico ha demostrado hoy que es capaz de trazar un film de época comercial (o, al menos, según los cánones del género) y al mismo tiempo ser fiel a su esencia (cómo no, muchos planos, encuadres y canciones remiten a otros pasajes de la filmografía de Davies). El corpus del director de Voces distantes se asienta y evoluciona: lo celebramos. Con todo, a Sunset Song le pierde un metraje excesivamente dilatado y una tendencia demasiado teatral al drama familiar (Peter Mullan, por cierto, vuelve a interpretar a un personaje rudo, tosco y antipático, en la línea de los patriarcas maltratadores 'made in Davies'). Si el jurado se pone clásico, estará en el cuadro de ganadores.
Evolution, el segundo trabajo de Lucile Hadzihalilovic. A concurso. |
Evolution supone el regreso de Lucile Hadzihalilovic a la dirección cinematográfica tras Innocence, premiada en Donostia 2004. Estamos ante una película de la que no puede trazarse ni una sinopsis. El significado de este fantastique rodado en las Islas Canarias sólo lo conoce la directora, pero el film encuentra en su ambigüedad su gran atractivo: el visionado de la cinta es toda una experiencia y cada espectador hará las lecturas (superficiales, profundas) que considere. Con todo, es recomendable enfrentarse al visionado de Evolution conociendo Innocence, ya que ambas restan conectadas tanto a nivel formal como temático. En otras webs leeréis que es una rareza indescifrable, pero para quien escribe es lo más bizarro y fascinante visto hasta ahora en Donostia. Tiene el palmarés más que imposible, pero deja huella y traerá cola (para bien... y para mal). No descarto verla otra vez en Sitges.
De la Iglesia vuelve a hacer de las suyas. Raphael en Mi gran noche, fuera de concurso. |
Y yendo a contracorriente (hoy se presentaba para la prensa Mi gran noche de De la Iglesia), el blog ha pasado la tarde en la sección Horizontes Latinos, más concretamente con los films que representarán a México y a Chile en los próximos Óscar. 600 millas de Gabriel Ripstein es un nuevo ejercicio de cine social 'sucio', con violencia descarnada, largos planos secuencia y una constante fluctuación entre el inglés y el castellano. Una road movie criminal que aporta poco, pero entretiene bastante y deja en el aire un mensaje sobre los peligros del contrabando de armas (la presencia en la sala de Tim Roth, en estado de embriaguez y/o euforia, ha sido lo mejor de la velada). Por su parte, El club de Pablo Larraín es una comedia negra (o drama humorístico) que cuenta la vida de una comunidad de curas que, tras cometer una infracción, la Iglesia los ha relegado en una casita perdida en un pueblo de mala muerte. Film 'malrollero', de vocación más polémica que social, al que le vienen grandes los adjetivos entusiastas que recibió en Berlín.
Y ponemos punto y seguido: terminaremos la jornada con Isla bonita, la comedia veraniega de Fernando Colomo. Durante hora y media, nos olvidaremos que las noches en Donostia son bastante frías. ¡Mañana, más!
No hay comentarios:
Publicar un comentario