Derek Cianfrance prosigue con su prometedora carrera con Cruce de caminos, una singular historia concebida en tres partes que explora la premisa típica de las historias cruzadas: el poder del azar a la hora de unir la vida de personajes que en un principio no comparten absolutamente nada y que terminan siendo cómplices en una trama que abarca varias décadas y generaciones. El problema de Cruce de caminos es paradójicamente aquello que la define y la hace tan especial: el film está dispuesto como tres microrrelatos en uno (podríamos titularlas 'acción', 'reacción' y 'venganza'), y aunque carece de bases sólidas (va del cine de robos al gangsteril, del relato amoroso al retrato de dos jóvenes delincuentes en potencia) el director es lo suficientemente inteligente como para crear una unidad emocional visible en cada plano. Cianfrance aporta poco a los diferentes géneros y a las variopintas temáticas que aborda, empieza como Winding Refn y termina a lo James Gray, pero cuenta con unos grandes actores en papeles pequeños que salvan y realzan la función: Eva Mendes nunca estuvo tan bien, Ray Liotta nunca dio tanto miedo, la mirada melancólica de Ryan Gosling pide a gritos un lugar en la historia reciente del séptimo arte y Bradley Cooper aspira a ser un referente del futuro. Cianfrance, menos lucido que en Blue Valentine, termina convenciendo porque los tres satélites que une ni son historias previsibles ni tampoco se solapan como el espectador espera. De la sorpresa nace la emoción, y de la emoción surge una de esas películas que se llevan a cuestas, que recuerdas aun sin querer, que vuelves a ellas consciente de que en sus atmosféricas imágenes se escondía una tragedia clásica en tres actos realmente lapidaria. Ganará al revisionarla y no sería extraño que se reivindicase como una de las películas norteamericanas más trabajadas de los últimos años. Tendremos obra maestra de Derek Cianfrance en breve: Cruce de caminos, o el misterioso The Place Beyond The Pines en su versión original, es la exploración de una fórmula que puede llegar a conquistar la perfección en posteriores largometrajes.
Para amantes del cine negro con corazón.
Lo mejor: Gosling suma otro papel icónico: está tan bien que hasta da envidia (de la buena).
Lo peor: Las evidentes discusiones que admite su estructura.
Nota: 7'5
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