La historia de Ron Woodroof es una de esas biografías que no aparecen en los libros de historia, que no merecieron ningún tipo de homenaje y que nadie a posteriori se ha encargado de reivindicar. Un hombre como él, adicto a las mujeres, al alcohol y a la mala vida, se puso el mundo por montera, toreó a la FDA y dio muchísima esperanza a muchísimos enfermos de SIDA a mediados de los 80, una enfermedad que él mismo padecía y que le obligó a cambiar su ética y estilo de vida. Dallas Buyers Club es la historia de una evolución, de una reconversión, de una lucha y de un terror inmenso: el que sufrieron millones de heterosexuales y homosexuales al ser portadores de un virus para el que no existía cura y que iba acompañado de un enorme prejuicio social. Jean-Marc Vallée, director con nervio y muy respetuoso con la realidad queer, se encarga de dar brío a este biopic capitaneado y eclipsado por la grandísima interpretación de Matthew McConaughey: de él emana el drama, surgen las risas y nacen todos los conflictos de la película. El ex adicto a las comedias románticas ofrece un trabajo portentoso, tan exagerado y excéntrico como dictan los cánones académicos, y con una transformación física de vértigo. Por lo demás, la película comparte muchos de las atributos del cine queer indie norteamericano, algo que ya pudo detectarse en otras nominadas a la estatuilla como Boys don't Cry, Mi nombre es Harvey Milk o Transamérica: aunque el personaje retratado ofrece un amplio abanico de luces y sombras al final siempre prima la parte más luminosa, la libertad inicial acaba cediendo a la conclusión azucarada y las ataduras del biopic (hay que ser fiel al caso real) restan espontaneidad al film. En conjunto, Dallas Buyers Club es una propuesta un tanto grosera y con una tendencia al humor pasado de rosca que no termina de funcionar tan bien como sucedía en C.R.A.Z.Y. Pero si por algo la película destaca y triunfa es por McConaughey: él es Dallas Buyers Club, y la película es su particular vehículo de lucimiento para conseguir la nominación al Oscar que tantos años viene tanteando (pensamos, claro está, en Mud, Killer Joe y Magic Mike). Una película dinàmica y fresca, algo que los presentes en Donosti hemos agradecido tras tanto film europeo de larguísimos planos fijos y ausencia de diálogo.
Para los que no se pierden esas obras 'de las que todo el mundo hablará en breve'.
Lo mejor: Matthew McConaughey.
Lo peor: En esencia, no deja de ser un telefilm de lujo mejor montado, escrito e interpretado.
Nota: 6'5
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