viernes, 20 de marzo de 2009

LMDLD: CACHÉ (ESCONDIDO)



Título: CACHÉ (ESCONDIDO) Título original: Caché Dirección y guión: Michael Haneke Año: 2005 País: Francia, Austria, Alemania e Italia Duración: 110 min. Género: Thriller dramático Reparto: Daniel Auteil, Juliette Binoche, Anne Girardot, Maurice Bénichou, Bernard Le Coq, Lester Makedonsky, Daniel Duval, Walid Afkir, Nathalie Richard, Aïssa Maïga, Denis Podalydès, Loic Brabant, Philipe Bresson, Caroline Baehr, Christian Benedetti Palmarés: Cannes 2005 (director, premio de la crítica), EFA 2005 (película, director, actor, montaje, premio Fipresci), L Seminci de Valladolid (premio 50 aniversario), V Festival de Cine Europeo de Sevilla (premio jurado joven), VII Festival de Cine Negro de Manresa (mejor película), mejor película extranjera (crítica de Australia, Los Ángeles, Boston, Chicago, San Francisco y Sureste; premios BIFA) Fechas de estreno: 05/10/05 (Francia), 20/01/06 (España) Distribuidora: Golem DVD: Cameo

Sinopsis: Georges, casado y con un hijo, es un prestigioso crítico literario cuya vida parece perfecta. Unas extrañas cintas de video tambalearán su existencia, hasta el punto que se verá obligado a revisitar pasajes de su pasado que creía olvidados. Su estabilidad profesional y personal se tambalean en un mar de dudas y remordimientos. La solución a tal situación, el por qué de las misteriosas cintas, nunca será desvelado.



LA CULPABILIDAD

Caché fue catalogada por la crítica como la película más accesible de Michael Haneke, cineasta de profesión y filósofo de vocación. Debe desmentirse tal creencia: estamos ante una de las películas más rompedoras de su autor, una obra cuya narrativa disimula su gran calado cinematográfico y moral. Puestos a elegir, Funny Games, más radical y juvenil, parece ser el relato más fácil de ver de Haneke, aunque quizá no sea el más fácil de digerir. La filmografía de Haneke es fría, enuncia preguntas y deja a la platea sedienta de respuestas. Utilizar el adjetivo 'accesible' en este contexto es una empresa atrevida y falsa. Haneke no quiere ser accesible y Caché tampoco lo es: de aquí que la escena final, rompecabezas para el recuerdo, suponga una bofetada para los espectadores naifs que, palomitas en mano, esperaban una ración de morbo y violencia. Haneke juega con su obra, con su película y con los espectadores. El círculo, aunque no la trama, se completa.



Caché es la historia de un asesino sin crimen, de un culpable sin falta pero con culpa. Georges es culto, refinado y burgués; un hombre felizmente casado y con un hijo ejemplar. Georges vive en una burbuja y la película supone la destrucción de un locus amoenus que nunca existió. Sobre Georges pesa un pasado turbulento, un pretérito que comparte con toda una generación post-guerras mundiales. Todo lo que tiene Georges es fruto de su esfuerzo y que la película se empeñe en desestabilizar su existencia, juego cruel y perturbador, hiere al espectador, lo inquieta y al final lo abandona con una culpabilidad análoga a la de la ficción. Si aceptamos que la ignorancia es sinónimo de felicidad, Haneke puede suponer que no entender su obra, no ver el diálogo final, es la mejor forma para desprenderse de la historia y poder seguir con nuestra rutina, algo que se le niega a Georges y a su familia. Irónicamente, Haneke actúa de forma generosa y no tan esquiva como parecía. La grandeza de la película está en este punto: ser una perfecta trama de misterio y un gran detonador de debates y reflexiones internas. Para contemplar la obra en todo su esplendor, uno debe ver la película solo, aceptando el juego de su instigador sin razonar el sinsentido de todo. Si se siguen estas directrices, el espectador queda impregnado del film, es esclavo de las imágenes y partícipe de su discurso. No hay marcha atrás: nosotros nos hemos convertido también en culpables y nos vemos obligados a rebobinar la película en nuestra cabeza, de la misma forma que Georges mira y revisa los inquietantes cassettes.



Se respira un negativismo existencial en los fotogramas de Caché. Haneke despierta a sus personajes de un sueño utópico y la película se plantea como una crítica al sistema capitalista, al bienestar y a la arrogancia europea. Caché habla sobre la immigración, la pérdida de intimidad que conlleva la actual era tecnológica y la falta de humanidad de nuestra sociedad. Haneke cree que el humano siempre cae con la misma piedra y que los hijos (Pierrot y el hijo de Majid) repiten los errores de sus padres (Georges y Majid), y estos, los de sus progenitores (la madre que visita el protagonista, los padres asesinados en los años 60). El director también plantea una interesante cuestión: en un tiempo donde todos queremos imponer nuestra visión del mundo, hemos olvidado el inquietante lujo de tener dudas, de aceptar que no todo es blanco ni todo es negro. En esta reivindicación del gris más oscura, Haneke nos cuenta que la verdad es un concepto que no existe: cada uno tiene su verdad, no existe una verdad canóniga que humanice el término. El relato narra que siempre habrá ricos y pobres, y que todo el aparato social, de forma directa e indirecta, es víctima y verdugo de esta situación. Haneke se acerca a la categoría de gurú, el capellán ateo que critica nuestra vida acomodaticia. Mientras vivimos, la televisión (otra batería de imágenes, otro juego perverso), nos enseña el camino de un planeta agónico y agonizante. Nosotros, el cine y el caos.

CINE: EL ARTE HECHO IMAGEN

Aunque no se cite el cine de forma explícita, Caché fabula sobre el poder de las imágenes. El cine remite a la realidad y a la vez la destruye: sirva de ejemplo los momentos en que los personajes rebobinan las cintas. Haneke logra ser rompedor con pocos elementos porque mostrar la violencia de forma festiva implicaría aceptarla. La televisión en el cine del austríaco sirve para criticar y entretener. Ver mucho cine puede ser nocivo: nuestro concepto de lo que es real o ficticio, bueno o malo, se difumina (El vídeo de Benny, 1992). Las imágenes de los vídeos (cine dentro del cine, imágenes dentro de imágenes) remiten a un tiempo psicológico, al pasado del protagonista, a la chiquillada infantil que ahora vuelve ocurrente y oscura. Haneke utiliza los flashbacks como si de vídeos amenazantes se tratasen, pequeñas indirectas de fuerza escalofriante. Pero cuidado: él también manipula las imágenes y altera el metraje de su programa televisivo. Georges se aprovecha de las posibilidades de las imágenes y es (re)conocido gracias a ellas. Haneke utiliza este elemento cual comedia negra: el que manipula es manipulado. No pueden entenderse las cintas dentro de un contexto realista, quizá porque los vídeos son enviados por el propio director para crear el relato. Haneke crea el juego y se regodea en su papel de maestro de ceremonias. Y como todo maestro, siempre será el blanco de críticas negativas y fans obsesivos. Georges es el alter ego de Haneke y, a la vez, una extensión del George y la Anne de El séptimo continente (1987), El vídeo de Benny (1992), Funny Games (1997) o El tiempo del lobo (2003).



EL ESTILO

Sin música, con una fotografía sosegada pero terrorífica, con una narrativa sencilla pero cortante... Haneke sabe qué hacer y cómo hacerlo, punto importante para justificar su maestría. Haneke elabora un cuento de terror que no ocurre por la noche: de hecho, los fotogramas de Caché tienen una tonalidad blanca, pálida y paradójicamente oscura. El tiempo real y el psicológico se mezclan, con lo que nunca podremos saber si ese pasillo lynchiano es real o pura subjetividad del personaje. Haneke se acerca a Chabrol en el fondo y a Hitchcock en la forma, siempre sin perder su sello personal, indescriptible pero perfectamente reconocible. También nos topamos con el Haneke director de actores: Juliette Binoche está espléndida y Daniel Auteil encaja el mejor trabajo de su carrera. Caché es Haneke en estado puro y Haneke es Caché. La obviedad es aplastante: sabemos a qué nos enfrentamos cuando vamos a ver una película del austríaco, y este tiene la decencia de no decepcionarnos (y encima sorprendernos). Cuatro o cinco visionados después de la experiencia en el cine, el poder del film sigue intacto e intemporal. Solo queda esperar y asistir a la consagración de un clásico en mayúsculas.



QUÉ SUPUSO

Caché ganó infinidad de premios y Haneke volvió a coquetear con una Palma de oro que se le resiste. El film fue especialmente mimado en España gracias a sus proyecciones en numerosos festivales. Estrenada casi de tapadillo, la película ocupó el puesto número dieciséis en el ránking de las más vistas en su primer fin de semana de exhibición, un desastre que luego se suavizó: la película estuvo en algunos cines durante cuatro meses, algo que ya había ocurrido con, por ejemplo, Dogville. Ni Francia ni Austria se atrevieron a presentar la película a los Oscars de Hollywood, pero la película fue galardonada por múltiples asociaciones de críticos norteamericanos. Estados Unidos aún tiene pendiente de realizar un remake de la película, tarea innecesaria que podría caer en manos de Ron Howard (¡glups!). Haneke, que ya se ha remakeado (nuevo verbo) a sí mismo, debería evitar tal cataclismo.



La escena más conocida: Pierrot y el hijo de Majid mantienen una conversación que no oimos en la entrada de un instituto. Jóvenes con mochila subiendo y bajando escaleras. Los coches pasan. Aparecen los títulos de crédito.

La escena más impactante: El suicidio de Majid ante un George perplejo. La lengua de sangre en la pared sigue inquietando.

La frase:
George: - Váyase, no tengo nada que esconder.
Hijo de Majid: - ¿Ah, no?



Próxima entrada: LO MEJOR DE LA DÉCADA: 4 MESES, 3 SEMANAS Y 2 DÍAS

5 comentarios:

Mark Rubio dijo...

Me gustaria poder leer tu brillante analisis...

Pero no vi la pelicula (esta entre mis urgentes) y no quiero estropearmela

un saludo!

angel dijo...

Yo si que la he visto y efectivamente es un brillante análisis.
Por varias razones me alegra ver este tipo de trabajos (el de Haneke y el tuyo).

Jose Barriga dijo...

Cache es una de las mejores películas de los últimos tiempos, para mí la mejor de Haneke. Cuando la vi por primera vez, en el plano final supe que estaba ante una joya. Es una película para meditar y reflexionar, con un mensaje claro y poderoso. Tengo que admitirlo la tuve que ver un par de veces (exactamente fueron 4 veces) para poder ratificar mis sospechas jijiij. Cache es una rotunda OBRA MAESTRA que debido al interés tan grande que demanda del espectador, no es tan reconocida como merece. Cache se sitúa en los primeros 10 puestos de mi lista personas que muy pronto publicare ya que se ha actualizado. Saludos Xavier.

redna dijo...

tomare en cuenta esta recomendacion, porque no la he visto. Pero viendo como hablais de ella, la vere proximamente, nada mas acabar con los redna seguramente

Anónimo dijo...

Espero que esta ventana a esta conversación (precedida de un gran análisis) resista el tiempo: veo que el último comentario es de hace tres años. Da igual Caché permanece más allá del tiempo.
Un añadido al análisis: Georges vive en un universo de libros, de ficción, incapaz sin embargo de leerse a sí mismo. En la mezquindad del niño que fue está la mezquindad del adulto que es. Haneke insiste hasta la saciedad: vive de un programa sobre libros, el comedor tiene las paredes repletas de libros, el cuadro es un espejo que sigue reflejando libros. Pero por una vez se ve enfrentado a la obligación de leer en su propia vida. Y no tiene final, porque Geoges no tiene más final que su muerte, cuando le llegue o cuando lo decida así. No importa quién le envía los videos. Es más, creo al hijo de Majid: él no ha sido. Da igual. Pero supongamos que miente (no puede ser otro que él). Da igual.