martes, 24 de marzo de 2009

ESCONDIDOS EN BRUJAS 5 / 10

Los mafiosos de Reservoir Dogs han tenido que viajar hasta la gótica Brujas para encontrar sus sucesores: tres perdedores llenos de remordimientos y carentes de neuronas. La verborrea tarantiniana marca el devenir de un relato carente de atractivo, cuyo guión intenta sorprendernos y sonsacarnos falsas risas. Escondidos en Brujas mezcla demasiados géneros, abre pocas tramas y no resuelve ninguna. Los adeptos del experimento defenderán su estética entre lo gótico y lo raro, su plantel de personajes excéntricos o el singular tratamiento de la imagen; quienes no guarden ningún aprecio por los loosers ingleses del relato subrayarán la soberana tontería de la historia y la pedantería del libreto. Escondidos en Brujas, que atesora una discutible nominación al Oscar, no reinventa la figura del matón o del turista, algo que sí consiguió la radical Hostel, con la que esta comparte una extraña tendencia a los tonos ocres y oscuros. La carnicería final de Hostel es aquí una suave opereta en la que Ralph Fiennes (imaginamos que sediento de buenos guiones) se suicida por haber matado a un niño (caso análogo al del personaje de Colin Farrell). El código de honor se adivina estúpido: con Tarantino no habría discusión, pero el problema reside en que Escondidos en Brujas se toma demasiado en serio a sí misma. Puro desequilibrio.

La única sorpresa del film tiene un nombre propio: Colin Farrell. El inglés demuestra su eficacia para la comedia y construye uno de sus mejores trabajos, aunque la película se dedica a dilapidar todo lo bueno del personaje-actor. Farrell es, como su sombra ficticia, un rebelde con un pasado lleno de adicciones y episodios turbios, una estrella caótica que no se acaba de adaptar a la industria de Hollywood (aquí Brujas). Se establece un interesante juego entre realidad y cine: los dos son irlandeses, los dos se drogan y los dos tienen una actitud pasota, un semblante aburrido y de extraño atractivo. El Farrell persona es un reflejo del Farrell personaje, un ejercicio que, aunque premeditado por el guión, bien merecía el Globo de oro. El personaje de Farrell resiste los balazos estilo bond de Harry (Fiennes) y es el único que no muere en pantalla: bonita metáfora para demostrar lo que perdura (la interpretación de Farrell) y lo que se esfuma (todo lo demás).