lunes, 24 de septiembre de 2018

CRÍTICA | UN ASUNTO DE FAMILIA (SHOPLIFTERS, MANBIKI KAZOKU), de Hirokazu Koreeda


Koreeda, de la familia
UN ASUNTO DE FAMILIA (SHOPLIFTERS, MANBIKI KAZOKU)
Festival de Cannes: Palma de oro. Festival de San Sebastián: Premio Donostia
Japón, 2018. Dirección y guión: Hirokazu Koreeda Reparto: Kirin Kiki, Sôsuke Ikematsu, Lily Franky, Moemi Katayama, Sakura Ando, Mayu Matsuoka Género: Drama social Duración: 120 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 21/12/2018
¿De qué va?: Osamu y Shota se encuentran una niña en un balcón. Hace frío y deciden llevarse a la pequeña a su casa. Aunque viven en una vivienda estrecha y en una situación cercana a la pobreza, con el paso de los días pasará a ser una más de la familia. Con una diferencia: ninguno de ellos son familiares directos.




Un asunto de familia arranca con el hurto de un hombre mayor y un niño en un supermercado. A medida que los seguimos, pronto averiguamos que no son padre e hijo, que la vivienda donde duermen no es su casa y que las personas con las que conviven, a las que pronto se une una niña desamparada, distan de ser su familia. Koreeda abre la película a un sinfín de lecturas: primero, cuestiona realidades externas a sus protagonistas como la insensibilidad social que sufren los más necesitados, la precariedad laboral y el desamparo de la infancia; y, posteriormente, saca a relucir las partes oscuras de sus criaturas, preguntándose hasta qué punto se pueden establecer vínculos afectivos y efectivos cuando se necesita techo y comida, incluso cuando en lo más profundo de nuestro raciocinio media el desapego que proporciona el saberse parte de un árbol genealógico diferente. En esencia, Un asunto de familia contrapone lo socialmente aceptable con lo legalmente punible, y pone de manifiesto cómo esos conceptos están muy lejos de lo humano. Cuestiones que suenan a ya vistas y óidas en el conjunto fílmico de Koreeda, pero que el director japonés trata con una mirada serena, totalmente renovada, siempre pertinente.


En De tal padre, tal hijo, Koreeda entendía que los vínculos familiares iban más allá de los lazos consanguíneos, una idea que sobrevolaba la unión solidaria de los niños de Nadie sabe. Ahora, con el estreno de Un asunto de familia, puede ser interesante establecer a su vez conexiones, ya no de parentesco, sino de fotogramas, entre todas las cintas de Koreeda: no por casualidad, sus películas conviven en un mismo imaginario, dialogan entre ellas, se suman y se complementan. La Palma de oro de Un asunto de familia, como resultado, no debe entenderse como la cima de toda una carrera o la sublimación de su discurso, sino como el acto de justicia poética con el que Cannes, jurado mediante, valoró la militancia y la humilde insistencia de un autor que ha brindado y promete seguir dándonos algunos de los momentos fílmicos más destacados de la contemporaneidad. Tan reconocible que una de sus escenas más emotivas, la despedida en la playa de la actriz Kirin Kiki, la abuela por excelencia de las ficciones de Koreeda que en la vida real falleció debido a un cáncer, nos hace saltar las lágrimas. Tan familiar que el nipón parece hablar de los nuestros, de nosotros mismos. Destellos de magia y sabiduría que elevan Un asunto de familia a la categoría de pequeña joya.


Para seguir exprimiendo un tema tan jugoso, no sólo en el cine, como la familia.
Lo mejor: Koreeda dirige como nadie a los niños.
Lo peor: Por razones obvias, no hay capacidad de sorpresa (aunque sí emoción y debate).


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