Soy de los que ven las pelis hasta el final, hasta el último título de crédito. Ya sea para ver el título de esa canción que salía en la escena tal y era muy chula. Ya sea para ver el nombre de ese actor terciario del que has estado toda la peli diciendo '¿y cómo se llamaba ese?'. Con Extraterrestre el único motivo para verla entera, repito (en subrayado, mayúscula, cursiva y luces de neón si hace falta), el único, era saber el nombre del productor de la película. Saber quién había tenido las pelotas para pagar una 'película' así. Y comprobé que el propio Vigalondo y su chupipandi, a la que llamaremos Amiguetes Productions, están detrás de semejante despropósito. Para extraterrestre ese señor quintaesencia de la falsa modernez que es Nacho Vigalongo, aunque no sé por qué (o sí) siempre tiendo a rebautizarlo como Nachete Gabilondo. Vigalondo se debe creer el rey del mambo, del infinito y del más allá. Sus cortometrajes triunfan en Youtube y la verdad es que para momentos muertos tienen su gracia. Que llegase a estar nominado al Oscar y al Goya es una prueba evidente de que a veces los santos y las estampitas funcionan. Gabilondo (ya me volví a confundir) es el dios que se autoinvitó al olimpo. A veces es muy fácil criticar a Torrente por ser Torrente cuando finalmente Santiago Segura, otro gracioso-graciosillo, da lo que promete. En el arte, en el cine y en la vida no existe nada peor que el engaño. ¿Que no quieres ver la comedia tonta 'x'? Perfecto: ve a la sala de al lado. Y Vigalondo nos miente. Extraterrestre, dirá él, dirán los suyos, es un romance revestido de fantastique minimal (fíjense: todo son 'palabras molonas'), un surrealista buñueliano (fíjense lo culto y 'cool' que queda la expresión) con toques del cine estadounidense de los 80, un ejercicio chanante que juega con los géneros (¿suena interesante, verdad?) o un esfuerzo de terror con comedia (o comedia con terror) sin monstruo y sin efectos especiales. Pues bien: dejémosnos de monsergas y empecemos a llamar las cosas por su nombre. Extraterrestre es una soberana tontería, una de esas 'ideas trash' que acaparan las neuronas de la mente creadora de Vigalondo. Tras la nefasta No controles, la demostración de que los que iban de salvadores de la comedia patria no eran más que timadores con mucha labia. Su sonoro fracaso de taquilla está totalmente justificado y si me permiten un ramalazo de maldad incluso merecido. De nuevo hay que ser coherentes, y Extraterrestre solo debió llegar vía streaming a los fans (que los debe haber, digo yo) y amigos (temo que son pocos y están todos en la película) de Vigalondo. Para que te guste Extraterrestre hay que tener un grado de frikismo al que no llego. Por mi parte, a Gabilondo (ya van dos) le hacemos un 'cruz y raya' vía entrada en el cine y sobre todo vía emule: no me volverá a vender un sorbete de limón por un cutre frasco de melocotones en almíbar ni una a priori comedia inteligente por una máquina de bolas de tenis. ¿Que Vigalondo sería la monda con muchos más cuartos? ¡Ni de coña! ¿Crowd-funding? ¡Pues pago por no verlo! Que no engañe ni a propios ni a ajenos, que deje de tirar pelotas fuera y que vuelva a esa actividad no por secundaria menos estimulante para la cinefilia: la producción de cortometrajes chorras, el formato que haría de Extraterrestre la historia entrañable que como largometraje no es.
Nota: 2