domingo, 24 de julio de 2016

CRÍTICA | MALA SANGRE (MAUVAIS SANG), de Leos Carax


MALA SANGRE (MAUVAIS SANG), de Leos Carax
3 nominaciones a los Premios César. Premio Louis Delluc a la mejor película. Premio Alfred Bauer del Festival de Berlín
Francia, 1986. Dirección y guión: Leos Carax Música: VV. AA. Fotografía: Jean-Yves Escoffier Reparto: Denis Lavant, Michel Piccoli, Juliette Binoche, Julie Delpy, Hans Meyer, Hugo Pratt, Serge Reggiani, Carroll Brooks Género: Drama romántico. Thriller Duración: 110 min. Tráiler: Link Fecha de reestreno en España: 14/08/2015 Especial Leos Carax: Cinoscar Summer Festival 2016
¿De qué va?: En un futuro cercano, una banda de ladrones, forzados por una mafiosa norteamericana, planea un golpe que les permita saldar una deuda millonaria. Para llevar a cabo el robo reclutan a Alex, hijo de un compañero suyo que se suicidó.


Hace un año, Mala sangre volvió a los cines españoles para conmemorar su treinta aniversario. Tres décadas que han cincelado nuestra mirada hacia el cine de Carax porque, si a mediados de los 80 una película como Mala sangre irradiaba savia nueva, en la actualidad es imposible acercarse a ella sin pensar que sus imágenes, como la propia carrera de Carax, han quedado suspendidas en el tiempo, intentando remontar el vuelo en una huida escapista por conquistar la libertad, como realiza Juliette Binoche en el precioso, ya inolvidable, plano final de la cinta. Eso es Mala sangre: una película ajena a discursos académicos, difícil de explicar, imposible de gobernar y, en definitiva, única en su especie. 


Con un inicio y un final cercanos al cine negro, Carax ralentiza la trama para contar aquello que más le afectaba y que, a juzgar por los fotogramas de su reciente Holy Motors, le sigue interesando: las dobles identidades y la expresión plástica de un amor que se intuye tan lírico como fatalista, naïf pero con pequeños destellos de madurez. Por ello, lo que parece la crónica de una banda de ladrones en busca del golpe perfecto, crece y se detiene como un romance imposible entre la pareja del más veterano del grupo y un joven de 16 años que acaba de dejar a su novia. Poco importan los diálogos o sucesos que pueda presentarnos Carax porque Mala sangre es una colección de instantes y sensaciones, de miradas y metáforas visuales. Una estrategia que a muchos les sumirá en un tedio profundo y que en otros tendrá un efecto casi balsámico. 


La irrealidad de los espacios (ese edificio de destellos verdes y luces de neón, génesis del surrealismo de Holy Motors) el reciclaje de ciertas convenciones del noir (la villana americana, con ecos de Cassavetes, Wenders y los clásicos norteamericanos), el poder simbólico de sus personajes (Binoche, una joven de rostro payasesco; Delpy, imagen de la mujer voluptuosa) y la capacidad de Carax por construir instantes sublimes (la carrera de Lavant al ritmo del Modern Love de Bowie, por citar el más conocido) redondean una película no apta para todos los públicos que se sirve de iconos varios para, a la postre, convertirse en sí misma en un icono. De los 80, o del tiempo que se quiera. Porque no es casualidad que su título remita tanto al linaje maldito de sus criaturas como al carácter libérrimo de Carax, a su condición de paria y de genio. Un pequeño y monumental film de culto.


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