miércoles, 10 de octubre de 2012

Crítica de EL ARTISTA Y LA MODELO, de Fernando Trueba

Pocos se atreven en pleno siglo XXI a hablar del arte, del proceso de creación, de la función de la pieza artística, de la belleza de una escultura. Lo hizo Jacques Rivette en La bella mentirosa hace más de viente años. Y ahora lo hace Fernando Trueba en un momento de pragmatismo, deshumanización y economía despiadada. Pues bien: Trueba no solo habla del arte sino que su película, la más depurada y tal vez la mejor de su carrera, es arte en estado puro. Para espectadores pacientes, porque 'mirar' no es simplemente 'ver' y requiere tiempo. Para los que crean en algo más que en evidencias. Para los que defienden una poesía que funciona más allá de la rima. La desnudez, la sinceridad y la candidez de El artista y la modelo parecen salidas de otro tiempo, pero eso no es culpa de la película: ya no nos paramos a pensar en nada ni miramos con atención el mundo que nos rodea. Ya no somos artistas. Ya no existen artistas. Y Trueba, ayudado de un enorme Jean Rochefort, puede que esté filmando el último superviviente de una larga estirpe de genios. El protagonista ha perdido las ganas de vivir y de crear, cree que lo ha visto todo, deja que su taller se llene de polvo. Eso hasta que llega una bocanada de aire fresco, una joven catalana salida de un campo de concentración. Y todo cambia. O no: simplemente el artista vuelve a activar su mecanismo interno hasta dar con la idea soñada, primero dibujada y luego materializada en yeso y mármol. El artista y la modelo forma parte de un grupo de películas que ya no existen, films cuyo mayor espectáculo reside en el silencio, en la placidez de una conversación al aire libre o en la contemplación de la naturaleza. Hay que dejarse llevar porque estamos ante una película con un mundo tan complejo que no queda otra alternativa que bucear hasta sus entrañas o quedar totalmente excluido de su poética. En el caso de acceder a las alas más ocultas del laberinto, El artista y la modelo nos depara una gran reflexión y un sinfín de emociones. Porque al final uno sale del cine con la lágrima contenida y la piel de gallina. Y pensando. Agradeciendo a Trueba por conseguir concentrar todas sus históricas obsesiones (evocación de la infancia, oda al cuerpo femenino, descripción agridulce de un tiempo de guerra) en este robusto monumento al arte. El arte como medio de comunicación, como forma de expresión, como evasión y como trabajo, como modo de representar el mundo y como un mundo en sí mismo. Arte para entender la vida, para percibir la vida, para compartir la vida. Todo mientras asistimos al ocaso del creador. En un momento, de nuevo, en el que los idearios han ganado terreno a las ideas y en el que las opiniones han arrasado con las hondas reflexiones. El arte seguirá siempre vivo, y a ello contribuye de una forma especial esta colosal película. Ojalá vean El artista y la modelo todos aquellos insensatos que han recortado las ayudas al cine español y han considerado el séptimo arte (¡arte!) como mero entretenimiento. Hacer El artista y la modelo ha tenido que ser un ejercicio de convicción y de militancia. Y verla es una experiencia sublime con la capacidad de volver las cosas a su sitio. Trueba ya puede decir sin duda que es uno de los más grandes del cine europeo.


Para los que entienden la diferencia entre 'mirar' y 'ver'
Lo mejor: Jean Rochefort debería ganar hasta el Oscar.
Lo peor: Que no tengamos más momentos cómicos de Chus Lampreave.

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Nota: 9

1 comentario:

AnaMP dijo...

hmmm...me parece q es de esas pelis q aunq promete, luego se quedan en nada. Muy buena crítica!