A veces con el cine uno entabla relaciones casi extramatrimoniales. Allen es el ejemplo más claro de fidelidad y seguimiento. No basta con haber crecido con sus películas. No basta con que su silueta sea tan célebre como la cara oronda de Hitchcock. Como amante, Allen es el anciano seductor que va cambiando de maquillaje y que con el tiempo va innovando posturas para sorprendernos. Él es Woody, el tío Woody o el gran Woody. Hay gente que tiene una foto suya en el comedor, entre las imágenes de sus familiares. No hay nadie que sepa reunir a su lista de acólicos cada año en las puertas de los cines, esperando esa cita anual en la oscuridad de la sala. Es como la revisión médica o la visita al dentista: un ritual que se produce cada doce meses y del que no hay manera de librarse. Algunos años atina más que otros, pero con Allen importa más la actividad, el hecho de saberse testigos de una nueva historia del neoyorkino. Cada una de sus películas es una nueva invitación a formar parte de sus guiones vodevilescos y una excusa para hablar de aquello que nunca pasa de moda: la vida en sus pequeñas grandes miserias, vistas con las cuotas necesarias de filosofía, ironía y tragedia. Como todo artista que prolonga su carrera durante décadas y abarca a varias generaciones, su figura no se limita al éxito de un título. De Diane Keaton a Mia Farrow hasta llegar a Scarlett Johansson, de Annie Hall a Delitos y faltas hasta Match Point. Sus títulos de crédito tan característicos. Sus bandas sonoras con piezas clásicas, ritmos jazz e incluso ópera. Sus detractores, porque también los hay, dirán que se repite hasta decir basta o que otro gallo cantaría si, de no ser Woody Allen, el susodicho podría rodar una película al año, cambiando en su hoja de ruta Nueva York por Barcelona, París por Londres, Los Ángeles por Roma. Pero el cinéfilo es un animal de hábitos, y Allen es el antídoto a un panorama de descargas y desarraigo con la figura del cineasta. Encima sus películas siempre son éxitos de taquilla, aunque en los videoclubs de su Norteamérica natal, y a pesar de su colección de nominaciones al Oscar, sus películas figuren en el apartado de 'cine extranjero'. Después de los exámenes, Allen y su Medianoche en París serán la máxima prioridad. Mientras me voy preparando para la cita, acicalándome y recordando todo lo bueno que nos ha dado Woody Allen. Ser fieles a Woody Allen es lo más parecido a seguir una religión sin dogma. Ojalá, como presagian muchos críticos, Allen haya recobrado el vigor de sus mejores historias. Y si no, bastará con ver la belleza de su rostro, la experiencia que esconden sus arrugas, el saber hacer de un director que es un género cinematográfico en sí mismo. ¡Grande Woody!
viernes, 20 de mayo de 2011
SER FIELES A WOODY ALLEN
A veces con el cine uno entabla relaciones casi extramatrimoniales. Allen es el ejemplo más claro de fidelidad y seguimiento. No basta con haber crecido con sus películas. No basta con que su silueta sea tan célebre como la cara oronda de Hitchcock. Como amante, Allen es el anciano seductor que va cambiando de maquillaje y que con el tiempo va innovando posturas para sorprendernos. Él es Woody, el tío Woody o el gran Woody. Hay gente que tiene una foto suya en el comedor, entre las imágenes de sus familiares. No hay nadie que sepa reunir a su lista de acólicos cada año en las puertas de los cines, esperando esa cita anual en la oscuridad de la sala. Es como la revisión médica o la visita al dentista: un ritual que se produce cada doce meses y del que no hay manera de librarse. Algunos años atina más que otros, pero con Allen importa más la actividad, el hecho de saberse testigos de una nueva historia del neoyorkino. Cada una de sus películas es una nueva invitación a formar parte de sus guiones vodevilescos y una excusa para hablar de aquello que nunca pasa de moda: la vida en sus pequeñas grandes miserias, vistas con las cuotas necesarias de filosofía, ironía y tragedia. Como todo artista que prolonga su carrera durante décadas y abarca a varias generaciones, su figura no se limita al éxito de un título. De Diane Keaton a Mia Farrow hasta llegar a Scarlett Johansson, de Annie Hall a Delitos y faltas hasta Match Point. Sus títulos de crédito tan característicos. Sus bandas sonoras con piezas clásicas, ritmos jazz e incluso ópera. Sus detractores, porque también los hay, dirán que se repite hasta decir basta o que otro gallo cantaría si, de no ser Woody Allen, el susodicho podría rodar una película al año, cambiando en su hoja de ruta Nueva York por Barcelona, París por Londres, Los Ángeles por Roma. Pero el cinéfilo es un animal de hábitos, y Allen es el antídoto a un panorama de descargas y desarraigo con la figura del cineasta. Encima sus películas siempre son éxitos de taquilla, aunque en los videoclubs de su Norteamérica natal, y a pesar de su colección de nominaciones al Oscar, sus películas figuren en el apartado de 'cine extranjero'. Después de los exámenes, Allen y su Medianoche en París serán la máxima prioridad. Mientras me voy preparando para la cita, acicalándome y recordando todo lo bueno que nos ha dado Woody Allen. Ser fieles a Woody Allen es lo más parecido a seguir una religión sin dogma. Ojalá, como presagian muchos críticos, Allen haya recobrado el vigor de sus mejores historias. Y si no, bastará con ver la belleza de su rostro, la experiencia que esconden sus arrugas, el saber hacer de un director que es un género cinematográfico en sí mismo. ¡Grande Woody!
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7 comentarios:
Con Woody hasta la muerte Xavi, ¡aupa!
Me muero de ganas de que llegue mañana para ver su última genialidad.
Gran Woody! unas veces mejor que otras, pero Woody siempre! Estoy haciendo un repaso en Cajón de historias a alguno de sus clásicos, y hay una encuesta para elegir su mejor película.
Además, ya está la crítica de Midnight in Paris, una película que me ha dejado satisfecho.
Un abrazo fuerte!!!
Hermosa evocación, compa Xavier; me ha gustado. La última peli de Allen, no tanto, aunque tampoco se trata de una mala pieza. Es muy complicado (quizá imposible) mantener constantemente un nivel de excelencia cuando se es tan prolífico (algo que ni los más conspicuos genios del cine han conseguido...), pero estoy de acuerdo contigo en que siempre se espera lo que hace con expectación.
Un abrazo y buen fin de semana.
Precioso post. somos muchos los que seguimos a Woody Allen a pesar de que sabemos que es imposible una nueva Annie Hall o Delitos y faltas...
De vez en cuando nos sorprende y filma Match Point, pero no es lo usual.
A pesar de ello, esperamos cada película como a la primavera
Yo también tengo ganas de verla!!
La foto que pones de Woody es en mi ciudad en Oviedo, pero ahora no lleva gafas (la estatua), dejaron por imposible el restaurárselas porque (algún gamberro) no hacía más que destrozárselas...(en fin, lo digo como anécdota)
;)
Uff.. Excelente Post Xavi.. (como siempre)
Tengo muchas ganas de ver la ultima de Allen, espero que sea otra de sus genialidades de Antaño, (aunque a mi las películas de Woody Allen, nunca me han decepcionado)..
Mis favoritas del director; Match Point, Annie Hall, Poderosa Afrodita, Misterioso Asesinato en Manhatan, Balas sobre Broadway, Mahatan, La Rosa Purpura del Cairo, Scoop.
Te invito a mi blog.. tengo los ganadores de mis premios (Cinespera Awards 2010), aunque, está claro que el premio mayor no será de tu agrado XDD... dime que opinas de las demás categorías..
http://cinealberto.blogspot.com/2011/05/premios-cinespera-awards-2010.html
Saludos!!
Qué bonito post! yo también soy una fan irredenta de Allen, aún no veo TODAS, pero coincido con todos los comentarios, es un genio... por lo menos por hacer de sus angustias y preguntas todo un arte.
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