Si revisamos las últimas ganadoras del César, puede sorprendernos que una comedia se haya alzado con el máximo galardón. Y si esa comedia es también un drama y encima es la ópera prima de Audrey Tatou, la cosa empieza a tener mayor interés. Efectivamente, Venus, salón de belleza tuvo muy merecidos los cuatro premios que recibió porque es una propuesta inusual que habla desde un universo rosa poco explorado y explotado en la gran pantalla. No estamos ante una película mojigata, pero sí sobria: una historia agridulce (que no alegre), picantona (que no erótica), atractiva (que no despampanante), femenina (que no feminista). ¿Por qué Venus, salón de belleza marca la diferencia? Su trama gira entorno a un centro de estética, sus tres empleadas y la jefa; un negocio de cremas, tónicos, rayos uva, ropa interior y colonias. Las clientas cuentan sus vidas mientras Samantha, Angele y Marie las masajean. Un acto tan íntimo que se resuelve en una poderosa demostración de las formas en las que puede manifestarse el amor. Venus, salón de belleza es un cuento urbano que retrata desde sus tres personajes la complejidad de la mujer moderna, desde la más ingenua hasta la más experimentada. Y si esto es una fábula dulzona, no se extraño que, al final, el caballero rescate a la dama y que París vuelva a recobrar la luz, el título de ciudad del amor.
Angele (Nathalie Baye) tiene 40 años y no cree en el amor. Pero está sola, es consciente de ello y su cara muestra el peso de la infelicidad. Se encuentra con algunos hombres, los seduce, los lleva a la cama y vuelve a su imagen falsa de recatada esteticista. En definitiva, no se aclara. Y para colmo, un día un desconocido le sorpenderá confesándole que está enamorado de ella. Un sueño hecho realidad, pero no para Angele, demasiado apática, gris, irascible. Angele vive demasiado atada a su ex-marido y al trágico accidente que motivó su separación, y será ahora, en plena cuarentena, cuando la llama del deseo, el tonteo y los suspiros amorosos volverán a su vida. Todo para demostrar a sus tías solteras que no es como ellas. Para demostrar que es posible contar una historia afectiva y adulta sin clichés.
Marie (Audrey Tatou) es todo corazón e inocencia. Es una adolescente que juguetea con uno de sus clientes. Ella se deja, el otro accede y las mujeres del salón sospechan. Ella representa el amor más puro: el primero, el más sentido, aquel que tiene su base en el respeto al otro y en el cortejo pausado (su amante, cuarenta años mayor que ella, la halaga con numerosos regalos). Y Samantha es la antítesis de Marie, una zorrona en potencia que cuenta los novios por días. Entiende el amor como algo físico, y lo físico es fútil. Samantha se siente insatisfecha por exceso y Angele por carencia, aunque lo que realmente le ocurre a Samantha es que necesita el afecto que sus novios chulopiscinas no le pueden dar. Samantha es tan joven como Marie y, aun así, está más curtida y, como resultado, más desilusionada. Ella será la única que se atreverá a enfrentarse contra su jefa y no tendrá reparos en fumar a escondidas de ésta. Es una rebelde. Otra víctima del amor.
Venus, salón de belleza es una película agradable, una propuesta con un marcado acento y aroma francés. Algunos dirán que 'no ocurre nada' o que 'es muy aburrida'; otros, entre los que se incluye este blog, valoran la pequeñez, la delicadeza y la fragilidad de un film estimable. Para espíritus enamoradizos, para quienes crean en la media naranja, para los que aman París y el cine francés. Qué cosas: la película que le encantaría a Amélie... y que protagoniza, entre otras actrices, Audrey Tatou. ¡Oh la la!
1 comentario:
a mí me gustó esta peli cuando la vi. Es un cine francés que no aburre, que no es poco.
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