Una confesión: no creo que exista nada más apasionante en el apartado fantástico que el nuevo cine de terror que nos está llegando de Francia. Los nuevos autores de este movimiento no tienen ningún reparo a la hora de llenar sus platós de tinte rojo, todo para escenificar algunas de las escenas más provocativas, al final impactantes, que se recuerdan. Es un cine radical que encuentra en la tortura de sus personajes un divertimento malsano. Al cambiar las formas, tal vez enrudecerlas, también ha cambiado el público potencial de estas propuestas. Ya no hablamos de jovencitos en busca del nuevo Scream, incluso estamos lejos de las sagas de grandes asesinos como Jason o Mike Meyers: aquí los escenarios son directamente casas de martirio, mataderos con monstruos deformes. Hablamos de un país con una cinematografía muy variada que asiste a esta nueva ola de horror con extrañeza pero con orgullo al ser el plato fuerte de todo tipo de festivales. Películas que hay que ver con el estómago vacío, carne de sesión nocturna, títulos de culto para muchos, una entretenida casquería para los curiosos. Frontière(s) riza el rizo: es la más pringosa y adictiva de la familia... incluso por encima de Martyrs y À l'intérieur (no por casualidad, todas ellas protagonizadas por mujeres). ¿Dónde está la frontera de este cruce de cuchillos? No lo sabemos, pero Frontière(s) (recordemos, aún no estrenada en España) ha puesto el listón muy alto.
Hostel viajaba hasta Eslovaquia para demostrarnos que el horror puede manifestarse en los lugares y de las formas más insólitas. En ese caso, la trama de Eli Roth jugaba con los clichés: si sus primeros tres cuartos de hora eran una comedia juvenil que podríamos catalogar de irreverente o gamberra (no más, eso sí, que cualquier American Pie al uso), la parte final servía de interesante reverso en la que los personajes, en una acto de ironía fílmica, recibían su merecido castigo. Roth quería y consiguió desmontar la narrativa habitual del terror estadounidense y propuso al espectador un juego extremo en el que sin previo aviso se ponía a prueba su aguante. En Frontière(s) existe una estructura similar. Aquí todo ocurre en un espacio apocalíptico, en una Francia hipotética donde el gobierno lo disputan dos grupos conservadores (uno de ellos de extrema derecha). Las rebeliones en la capital no se hacen esperar y los protagonistas de la película serán unas víctimas de la situación convulsa de todo el país. El horror está muy cercano, nos dice su director: un país tan chovinista como Francia puede morir víctima de su propia idolatría y radicales signos políticos.Y si los nazis, los asesinos del tramo final de la película, mataron sin piedad en el siglo pasado, nadie duda que la capacidad de matar es inherente al ser humano (también la de sobrevivir: la protagonista, en su sofocante huída, actuará como una hiena). Un film, en definitiva, que habla de varias fronteras: la del dolor, la de la propia platea... incluso las físicas, las que delimitan países, personas. Y como de fronteras va la cosa, Frontière(s) se sitúa en la franja que separa el terror del gore gratuito, todo para demostrar que la narrativa yanki, como subrayó Roth, ha pecado de ingenua durante demasiado tiempo.
Hemos citado a Eli Roth, y Roth nos lleva a su amigo bastardo Tarantino. Si en su día nos entusiasmó el espectáculo de Kill Bill (otro tótem del terror juguetón, premeditadamente lírico, alegremente amoral), no veo por qué atacar la festiva demostración de miembros amputados y neonazis carniceros que nos propone Frontière(s). Su genial fotografía, su interesante uso de los colores (marrón al inicio, azul durante la noche, siempre rojo) y la atractiva metamorfosis de Samuel le Bihan (aquí demuestra que las piruetas de El pacto de los lobos eran mera chiquillada) elevan la película hasta límites insospechados. Frontière(s) funciona por acumulación de pringue, pero sería injusto negarle algunas de las ideas más redondas que se hayan visto en el terror más reciente (esa cueva que resulta ser la fosa de un asesino, la parsimonia con la que el padre corta los tendones de Aquiles del joven, la cámara de gas que desfigura la cara del chico... o ese plano en el que la protagonista muerde y arranca la oreja de su adversaria mientras llueve). Porque déjense de reflexiones: esto es un divertimento en toda regla, un regalo para el fan del género, un parque de atracciones que pone a prueba nuestra adrenalina. No le busquen más sustancia: si son asiduos al cine de terror, no duden en verla; y si son espectadores con la sensibilidad a flor de piel, olvídenla, ni intenten verla. Quien avisa no es traidor. Un film que hay que ver solo, en una sala oscura, con una pantalla muy grande... y sin la suegra de turno o la novia asustadiza. Un martirio o un gustazo, según el caso. Debo estar como una regadera: me lo pasé de lo lindo...
2 comentarios:
No podría estar más de acuerdo con tu fantástica reseña, otra excelente película de terror que nos llega de la Francia...Aterradora, grotesca, divertida, inteligente e inolvidable.
Saludos!!!
Hola Xavi! Como andas? Muy buena crítica, habrá que verla. Por cierto, me recordaste un título pendiente como "Martyrs", asi que la veré.
Ahora, tengo curiosidad. ¿Qué opinas de la saga de "Saw" ("El juego del miedo")... por lo menos la primera, que para mí se lleva el 10 jeje...
Un abrazo!!
Saludos!
PM
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