En The descent, un grupo de amigas espeleólogas se quedaban atrapadas en una gruta habitada por monstruos carnívoros. El divertimento de Neil Jordan destacó por su capacidad de transmitir angustia, una situación extrema que, además, permitía una descripción de personajes y una escena final irrepetible. Vertige sigue una fórmula parecida, aunque la película del francés Abel Ferry tiene tendencia a la agorafobia. Por momentos, se disfruta como una tensa mañana de alpinismo: los chicos (guapos y guapas, como dicta las normas del género) se reunen, revisan su material, viajan en coche y se adentran en unas montañas que creen dominar y que, cómo no, serán el escenario del máximo horror. Ferry opta en el primer tramo por un suspense más latente que explícito, también más elegante. La subida de esta fauna con las hormonas disparadas se altera al final, en el momento que el factor 'monstruo' entra en escena. La verdad, no era necesario: lo que hubiera podido ser una película original, cuanto menos diferente, acaba adoptando las mismas estupideces de otros tantos cuentos. Y ocurre lo peor que podría ocurrir: que bostecemos en las escenas que se suponen 'cumbre' (menuda ironía). No nos interesa y tampoco quedan presentadas de forma clara y atractiva las tensiones sexuales de los personajes o ese flashback terrorífico que rememora una de las excursionistas en lo alto de estos Alpes sangrientos. Una hora y veinte que no duele, la The descent francesa que no fue.
Vertige, ya sea solamente por su cortísima duración, es más inocua que mala. Puestos a elegir, nos quedamos con ese paseo desquiciante por el puente colgante o el momento en el que dos chicos caen y quedan unos minutos flotando en el aire tan solo unidos por un finísimo cable. Un Límite Vertical al que le pirran las convenciones, pero que en algunos tramos demuestra algún indicio de inventiva (la utilización de la cámara en los espacios exteriores). Por si acaso, no intenten adentrarse en montañas ajenas porque pueden esconder alguna sorpresa digna del Craven de hace unos años. Entiendo perfectamente al protagonista que, ante tanta presión, se queda paralizado y no puede respirar: en un momento semejante, cualquiera de nosotros infartaría. Lástima que la película no tenga los mismos efectos.
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