The blind side fue la gran sorpresa de los pasados Oscar: de hecho, su incursión en la categoría a la mejor película no figuraba en ninguna quiniela. Su visionado (casi clandestino: aún no tiene título español, tampoco fecha de estreno en España) viene a resolver todos los misterios: estamos ante una película de corte clásico y familiar, un cuento de superación y deporte, de ricos y pobres, de familias y profesores, de sueños y trabajo duro.
The blind side, de haber llegado quince años antes, hubiera copado toda la atención de la Academia: por algo presume de haber premiado la lacrimógena
Kramer contra Kramer, la tierna
Gente Corriente y la burlesca amabilidad de
Forrest Gump.
The blind side aviva el aliento clásico de una Academia y una cinematografía que aún hace distinciones: por algo Kathy Bates, la profesora que obrará el milagro en la cinta, se disculpa ante su condición de 'demócrata'. El éxito de taquilla está totalmente justificado y le auguramos un recorrido igual de brillante por las carteleras europeas y en sus futuros pases televisivos.
Su narrativa no es cinéfila y no se le pueden pedir demasiadas sutilezas: es cine de masas, palomitero, accesible, rápido y aséptico, pero nunca comida basura. Bien realizada (una sorpresa: su director había orquestrado truños como
El Álamo: la leyenda),
entretenida durante sus ciento treinta minutos y coherente con sus intenciones y recursos, The blind side consigue emocionarnos sin demasiados efectos y con sorprendente solvencia, facilidad. La etiqueta 'basada en una historia real' vive aquí una de sus mejores muestras de ficción - realidad: los títulos de crédito finales vienen a recordarnos que, por muy tontorrona o improbable que nos haya parecido la trama, todo ha sucedido en algún momento en algún lugar. This is America, boys.
Si por algo se recordará The blind side es por Sandra Bullock, una actriz que, contra todo pronóstico, encaja a la perfección en el rubio personaje de una ama de casa rica y desesperada, ejecutiva agresiva, mandona por costumbre, dominadora por convicción... en el fondo adorable. El papel que desempeña tiene los suficientes elementos cómicos para reconocer a la Bullock de siempre (esa master class que realiza al entrenador de su propio 'hijo'), con la novedad de ver a la Miss Agente Especial de nuestra infancia llorando, explotando su gestualidad y tejiendo, poco a poco y con atino, un personaje que atrapa. Bullock está casi perfecta: austera en los momentos más comedidos y desatada en los puntos de mayor euforia. Por si fuera poco, su Mary, la buena samaritana del año, encaja como anillo al dedo al prototipo oscarizable, premio indiscutible (Streep se excedía en su faceta histriónica, algo que no ocurre con Bullock). En definitiva, una pieza como las de siempre que no se avergüenza de sus trampas. Y es que, por muy efectista que sea su historia, cuesta no caer presa en sus redes. Todo un dulce.

Nota: 7'5