Día 6: Sitges se italianiza
La coincidencia hoy en Sitges de tres películas italianas nos lleva a reflexionar sobre las evoluciones de esta cinematografía mediterránea. En los últimos años, muchas voces han asegurado que el cine italiano está viviendo una segunda edad de oro. Sorrentino, Virzì o Bellochio tienen entidad de clásicos y siempre figuran en las selecciones oficiales de los festivales más prestigiosos. El Óscar alcanzado por La gran belleza, el León de oro de Sacro Gra, el Oso de oro de Fuego en el mar y la doble victoria del citado Sorrentino en los EFA hacen pensar en una exposición internacional de la cinematografía italiana que había sido inexistente en los últimos años. Además, el repunte de su producción televisiva (Gomorra ha dado la vuelta al mundo) y el surgimiento de una nueva generación de directores y actores, todos ellos alejados de los referentes itálicos habituales y dedicados a atraer a una nueva generación de espectadores, parecen corroborar esa tendencia regeneradora. Con todo, ¿se produce el mismo fenómeno a lo que cine fantástico se refiere? En la crónica de hoy intentaremos responder a esa cuestión partiendo de tres títulos sumamente atractivos, también diametralmente opuestos: Lo chiamavano Jeeg Robot, I tempi felici verrano presto y Ballad of Blood.
Lo chiamavano Jeeg Robot, de Gabriele Mainetti. Sección Òrbita. |
LO CHIAMAVANO JEEG ROBOT, de Gabriele Mainetti. Era la película que este bloguero más esperaba con diferencia del Festival de Sitges. Ganadora de 7 David di Donatello (hizo pleno en apartados interpretativos y se llevó tres galardones técnicos) y convertido en fenómeno mediático en Italia, Lo chiamavano Jeeg Robot es la gran ópera prima del último cine italiano y, con toda seguridad, la mejor película que dio Italia la temporada anterior. Mainetti apela a referentes de la cultura popular, la dialéctica de los superhéroes, la estética manga, la mística de la mafia y las convenciones de distintos géneros (drama social, comedia absurda, romance, thriller, etc.) para ofrecer un "pastiche" a lo grande, un espectáculo de primerísima calidad que pone patas arriba el orden establecido. Enzo, un hombre de mal vivir, descubre que tiene una fuerza sobrehumana tras exponerse a una substancia radioactiva que corre por las profundidades del río Tiber. Su objetivo es utilizar esas facultades para cometer fechorías, pero el contacto con una mujer obsesionada con la serie televisiva Jeeg Steel y el enfrentamiento con un chico que quiere hacer carrera en el mundo criminal cambiará todos sus esquemas. En la ficción, inspirada a su vez en otras tantas ficciones, el antihéroe se convierte en héroe, y el protagonista tiene la oportunidad de redimirse ante una sociedad caótica, crispada, en crisis, falta de referentes morales. Mainetti, en definitiva, ha hecho una película tan actual como atemporal, tan "italiana" como dotada de un lenguaje universal, tan festiva como reflexiva. El reparto luce en todo momento (Luca Marinelli es un delicioso Joker de los bajos fondos romanos) y su entramado técnico se inserta a la perfección con la austeridad escénica que imprime el director. En definitiva, una joya para atesorar que renueva las bases del tan enquilosado cine italiano. ¿Por qué no figura en la sección oficial de Sitges? ¿Por qué sigue inédita en nuestro país? ¿Por qué la sala Tramuntana estaba medio vacía si se trata de uno de los acontecimientos del festival? ¿Por qué no aspiró al David di Donatello a la mejor película... siendo la mejor obra "nominable" del año? Puede que Jeeg Robot, esté donde esté, tenga las respuestas.
I tempi felici verrano presto, de Alessandro Comodin. Sección Noves Visions One |
I TEMPI FELICI VERRANO PRESTO (HAPPY TIMES WILL COME SOON), de Alessandro Comodin. Venido de la Quincena de Realizadores cannois, el segundo largo del italiano Comodin es un enigma que, tras visionarlo y darle unas cuantas vueltas, todavía no hemos logrado solucionar. Rodada a modo de thriller ambiental, en los contornos de un bosque, con preciosos planos fijos, la película cuenta con un estilo personal, coetáneo al de nombres como Marc Recha o Albert Serra (de ahí, seguramente, su predicamento en el certamen galo). I tempi felici verrano presto, en definitiva, remite a un cine de autor muy minoritario, cuya circulación se reduce al escaparate de festivales. En el corazón del misterio encontramos distintos personajes que habitan un lugar bajo la amenaza de un lobo, aunque en pantalla nunca vemos al licántropo en cuestión. No sabemos si Comodin quiere hablar de un peligro físico o metafórico, si la narración sigue un orden cronológico o alterno... vaya, que cuesta hacer una lectura clara de un conjunto harto inexpugnable. Con todo, Comodin se confirma aquí como fetiche de ciertos programadores y crítica especializada, por lo que su aportación parece contribuir de manera especial al cine italiano de atmósfera fantástica. Su ritmo pausado ha hecho que muchos hicieran alguna que otra cabezada durante la proyección: tal vez en otro contexto, viendo el film con calma, podremos darle una semántica nítida a este cuadro figurativo de cuerpos, leyendas, árboles y lobos imaginarios.
Ruggero Deodato y los actores de Ballad in Blood, sesión especial fuera de concurso en Sitges. |
BALLAD IN BLOOD, de Ruggero Deodato. El cine Retiro ha vivido uno de sus llenos habituales para homenajear a Deodato, uno de los clásicos del cine de terror italiano. Su figura siempre quedará vinculada a Holocausto Caníbal, dato suficiente para que la crítica silencie su carrera mientras en Sitges es recibido como una "superestrella". Uno tenía que ser muy fanático de Deodato y tener muchas ganas de fiesta para disfrutar en esta tarde lluviosa de Ballad in Blood, un despropósito de tamaño considerable que su artífice, presente en la sala, ha rodado en calidad de testamento cinematográfico. Cuatro jóvenes despiertan en un piso de Roma tras una noche de farra. Todo sería perfecto si en el comedor no hubiera el cadáver de una chica desnuda. Y a partir de aquí, lo que sigue es un sucesión de diálogos estúpidos en boca de actores y actrices muy bien dotados, no en el plano interpretativo, sino físico (ellas, con una figura estupenda y dos buenas tetas; ellos, con horas de gimnasio en sus abdominales y constantes desnudos injustificados). Durante unos diez minutos los subtítulos han dejado de funcionar, pero poco ha importado: el encefalograma plano de la película no entiende de complicaciones lingüísticas. En este caso, cabe hablar de un producto para aquellos que disfrutaron las locuras pretéritas de Deodato y ahora se conforman con un "revival" melancólico. Ballad in Blood, más allá de lo descrito, presenta una fórmula caduca. El cine de terror, el italiano especialmente, está muy alejado de la serie B de esta película: hay que alegrarse por ello.
Crudo (Grave, Raw), de Julia Ducournau (Francia). Sección oficial a concurso. |
Tres obras, en definitiva, que han avivado nuestro interés por el cine italiano, el mismo que dio al fantástico tantos nombres ilustres, películas ya míticas y hasta un subgénero propio: el Giallio. Mañana hablaremos de las aportaciones de países como Francia (Grave (Raw) merece los mejores adjetivos posibles), India (Psycho Raman es excelente), Malasia (Interchange, otra decepción) e Irlanda (A Dark Song, que se proyecta en unas horas) entre otras. Que el terror no cese... pero, por favor: ¡que deje de llover!
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