El testamento de un mito
LEO, de José Luis Borau (España, 2000)
¿De qué va?: Leo es una mujer fuerte, de carácter áspero y directo, independiente e imprevisible, hecha a sí misma. Sin casa fija, se dedica a recoger cartones en un polígono industrial a las afueras de Madrid. Aunque todas sus posesiones caben en apenas una maleta, su vida tiene un equipaje pesado, un pasado que vuelve cuando su madre muere. Salva, un vigilante que conoce a Leo una noche en un bar, se interesa por la chica, le busca un nuevo trabajo, intenta indagar sobre ese pasado tan tortuoso, se obsesiona y finalmente se enamora. Pero pronto la relación entre ambos sufre un vuelco inesperado: Leo le pide a Salva que mate a un profesor de artes marciales que se hace llamar Gabo y del que años atrás tanto su difunta madre como ella se enamoraron locamente.
Palmarés: Premio Goya al mejor director del año 2000 para José Luis Borau y otras cinco candidaturas sin premio: mejor película, actriz protagonista (Bollaín), actor revelación (Batanero), guion original y montaje. Fotogramas de Plata a la mejor película española del año 2000, ex-aequo con La comunidad de Álex de la Iglesia. Premio especial del jurado y galardón a la mejor música (Álvaro de Cárdenas) en el Festival de Málaga. Premio Ondas al mejor actor español para Javier Batanero. Nominación del Círculo de Escritores Cinematográficos de España al mejor director. Proyectada en el Festival de Cine Español de Nantes y Moscú.
El dato: Tras ser Presidente de la Academia y antes de ser nombrado académico de la RAE, Borau dirigió la que fue su novena y última película. Productor, actor ocasional, guionista, cineasta, profesor y símbolo de toda una generación del cine de nuestro país, Borau filmó el que sería su testamento fílmico, si bien en las entrevistas de la época hablaba de una décima película que tenía en mente, protagonizada por Luis Tosar y cuya acción sucedía casi por entero en unos grandes almacenes de una ciudad de provincias, pero el proyecto nunca se materializó. La génesis de Leo está en Niño Nadie, su penúltima obra y de la que confesó estar menos satisfecho: durante el rodaje Borau visitó un polígono industrial madrileño, y el impacto fue tal que prometió a su actriz Icíar Bollaín que escribiría un guion con ella como protagonista y con una trama que tuviese lugar en esa nave colindante a la capital. Finalmente Leo se rodó el año 1999 en Fuenlabrada, Arganda, Toledo y Madrid. En palabras de Borau, una de las ideas clave de la película se basa en un verso de Shakespeare: 'el amor que no conduce a la muerte no merece tal nombre'. Como recordaría Borau, uno de los principales problemas tanto de la película como del resto de su filmografía fue el económico: aseguró haber filmado únicamente 9 largometrajes en 35 años para poder recuperarse de las pérdidas monetarias de los distintos proyectos, ya que únicamente generaron beneficios la mítica Furtivos, Concha de oro en San Sebastián, y Mi querida señorita, dirigida por Jaime de Armiñán y producida por Borau, esta última nominada al Oscar a la mejor película de habla no inglesa. Desencantado con la élite de festivales (Furtivos, entre otras, fue rechazada desatinadamente por Berlín y Cannes), Leo vio la luz la primavera del año 2000 en el Festival de Málaga, que por aquel entonces llegaba a su tercera edición. El film recibió críticas entusiastas por parte de los analistas y fue doblemente galardonada en el certamen andaluz. La cinta llegó a las salas el 1 de septiembre del 2000, y aunque obtuvo la máxima calificación por parte de la mayoría de publicaciones especializadas su impacto comercial fue mínimo. Semioculta en una de las temporadas de premios locales más empatadas de la historia, El bola ganó el Goya al mejor título del año mientras José Luis Borau se alzó con el reconocimiento al mejor director, un galardón que supo a honorífico en reconocimiento a su dilatada y valiosísima carrera. A día de hoy Leo solo ha conocido un único pase televisivo en La 2 y no está editada en dvd. Bollaín, que en el 2000 ya había dirigido Flores de otro mundo (premiada en Cannes) y estaba preparando Te doy mis ojos, puso con Leo punto y final a su trayectoria como actriz, una andadura iniciada con El sur de Erice y coronada con una nominación al Goya de la mano de Borau. La carrera de Javier Batanero no tuvo la misma suerte y posteriormente se dejó ver mayoritariamente en cortometrajes y teleseries. Borau, Premio Nacional de Cinematografía en 2002, murió el 23 de noviembre de 2012 a los 83 años.
Valoración: Ver Leo en el 2013 sabiendo de su condición de película maldita, plenamente conscientes de estar ante la última pieza de un grande, es una experiencia singular. Bien porque en su día la vimos 'mal' (en el caso de quien escribe, 'demasiado joven') o porque directamente 'no fue vista', Leo sigue siendo una película a descubrir, injustamente no considerada cuando los críticos se aventuran a alistar las mejores cintas españolas de los últimos años. Este hecho puede sorprender: estamos hablando de José Luis Borau, piedra angular dentro y fuera de las cámaras de la memoria y el legado audiovisual de todo un país. Pero se entiende, si bien no se justifica, volviendo a la propia película. Leo es una cinta difícil, áspera e incluso desagradable, desprovista de cualquier ornamento, concesión romántica, flashback, nota a pie de página, subrayado o aclaración. Una película desnuda y al mismo tiempo dotada de un misterio desasosegante que moldea la aparente naturalidad de sus escenarios y criaturas. Leo traza diversas historias de amour fou pero con dureza, rugosidad y hermetismo. Nunca llegamos a conocer a los personajes, nunca podemos intuir los pensamientos y las acciones de los protagonistas. Leo es una historia tan cerrada que deja fuera de juego a las primeras de cambio a aquellos espectadores que no estén dispuestos a ver 'más allá'. Es un ejercicio tan pulido y consciente de querer retratar un amor apasionado 'sin aparente pasión' que atenta contra cualquier principio e interés comercial. Un cuento poblado de caracteres que el guion no enfatiza y con los que no empatiza, a riesgo de que pueda considerarse una cinta antipática. Un proyecto, en definitiva, arriesgado y atemporal que entronca con el western clásico (personajes toscos, parcos en palabras y de moralidad dudosa) y al mismo tiempo renueva el panorama del cine social de reciente cuño (aunque estamos ante la descripción de un entorno de marginalidad extrema, Borau no busca ni la identificación del espectador ni la crítica fácil). Por ello Leo es una propuesta tan interesante: su tremendismo e hipérbole sostenida es incluso de raíz fordiana, y a la vez su pureza es absolutamente vanguardista, por encima incluso de los enfoques del Dogma 95 o el objetivo de Zonca o los hermanos Dardenne (todos ellos de vivísima actualidad a finales - principios de siglo). Leo nace de la convicción absoluta y tal vez por ello resulta genuina en su ambigüedad y tremendamente amenazante e imponente en su realismo. Una película extraña, atípica y difícil de acotar y describir con palabras. Tan intrigante como su plano final, contraposición de un futuro esperanzador y de una simbólica navaja que se abre suspendiendo el relato en un halo de incertidumbre todavía vigente 12 años después. Nadie reparó en ella, nadie le ha dedicado unas líneas y puede que estemos muchas más décadas sin saber de su existencia. Pero no lo duden: Leo saldrá tarde o temprano del ostracismo y se impondrá como una de las obras maestras de la historia del cine español.
Para buscadores de piedras preciosas y punzantes.
Lo mejor: Desecha toda convención.
Lo peor: Puede generar rechazo e incomprensión.
Nota: 8
1 comentario:
Aun recuerdo verla con 19 años en un pequeño cine de mi pequeña ciudad en una pequeña pantalla, practicamente solo en la sala y dandome cuenta de lo grande que era...
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