lunes, 1 de octubre de 2018

CRÍTICA | OREINA (CIERVO), de Koldo Almandoz


Marismas
OREINA (CIERVO)
Festival de San Sebastián: Nuevos directores. Premio cine vasco
España, 2018. Dirección y guión: Koldo Almandoz Reparto: Laulad Ahmed Saleh, Patxi Bisquert, Ramón Agirre, Iraia Elias, Erika Olaizola Género: Drama Tráiler: Link Duración: 85 min. Fecha de estreno en España: 28/09/2018
¿De qué va?: Un joven inmigrante y un anciano se dedican a la caza furtiva de angulas. El mayor vive en el campo, en una casa que comparte con su hermano, al que no dirige la palabra. Otros tantos personajes, entre los que destaca una guarda forestal y la dependiente de una gasolinera, marcarán sus vidas.




En Oreina, la cabeza de un ciervo disecado cuelga en lo alto de un recibidor, justamente la estancia que divide la vivienda en dos partes totalmente independientes, habitadas a su vez por dos hermanos cuyas vidas también toman signos contrarios. La poderosa imagen de esa masía perdida en plena naturaleza, estancada en el tiempo, sumida en el silencio y circundada por marismas y bosques, es el corazón del nuevo trabajo de Koldo Almandoz, un director cuya trayectoria lleva largos años vinculada al Festival de San Sebastián. Oreina es sin lugar a dudas su trabajo más conseguido, una película austera, elegíaca, desvestida de subrayados y poseedora de una atmósfera incómoda, como si en la trastienda de sus fotogramas habitara la mayor de las convulsiones. En otras palabras: ese ciervo violento e irracional que se esconde en todos nosotros, y que incluso oculta las heridas de todo un país. Oreina discurre por los márgenes, tanto literales como fílmicos, una apuesta que no sólo la vincula a la novísima y nutrida cosecha de cine vasco, sino también al universo de directores indómitos y rurales como Marc Recha y Neus Ballús. No por casualidad, horas después del visionado, de Oreina el espectador atesora sensaciones, sombras, estancias, incluso estados de ánimo, pero no una historia en el sentido más tradicional del término. Para bien o para mal, el film propone una inmersión emocional que sólo se puede descubrir visitando la sala de cine, y que promete dividir a la audiencia que se acerque a sus confines. Con todo, sería injusto decir que Oreina carece de resolución: al fin y al cabo, ese ciervo recurrente nos acompaña en los títulos de crédito, en un espacio totalmente diferente, en representación de un pasado tosco y, tal vez, de un futuro más esperanzador. Sugerencias en voz baja, pequeños rastros, sutiles metáforas que convierten esta Oreina en una de las películas locales más enigmáticas del año.


Para seguirle la pista al cine vasco.
Lo mejor: Su misterio.
Lo peor: Algunos personajes secundarios quedan un poco desdibujados.

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