lunes, 29 de octubre de 2018

CRÍTICA | COLD WAR, de Pawel Pawlikowski


Frío que quema al son de Dwa serduszka
COLD WAR
Festival de Cannes: Mejor director. Festival de San Sebastián: Sección Perlas
Polonia, 2018. Dirección: Pawel Pawlikowski Guión: Pawel Pawlikowski y Janusz Glowacki Fotografía: Lukasz Zal Música: VV. AA. Reparto: Joanna Kulig, Tomasz Kot, Agata Kulesza, Borys Szyc, Cédric Kahn, Jeanne Balibar, Adam Woronowicz, Adam Ferency, Adam Szyszkowski Género: Drama Duración: 85 min. Tráiler: Link Fecha de estreno en España: 05/10/2018
¿De qué va?: Finales de los 40. Polonia intenta recomponerse tras la Segunda Guerra Mundial. En un escenario de hambruna, un grupo de músicos busca cantantes inexpertos para una función que ponga en valor el folklore de la zona. Años 50. El espectáculo se convierte en realidad y las autoridades estalinistas quieren llevarlo a distintos lugares del continente para difundir su ideología. Ello hará que el director del show y su estrella principal, condicionados por su entorno, coincidan y se desencuentren a lo largo de las décadas.




Érase una vez un músico desencantado que se enamora de una joven que se convierte en un referente de la escena internacional. Las distancias geográficas, los cambios sociales y ciertas desavenencias artísticas hacen que ambos se separen, pero ella vuelve al rescate de él en el momento más oportuno. Parece el argumento de Ha nacido una estrella, pero no podríamos estar en latitudes más diferentes. Cold War, el nuevo trabajo de Pawel Pawlikowski, toma la estructura del cuento romántico de toda la vida y lo traslada a la Polonia de los años del estalinismo. El romance, por lo tanto, se difumina y trasciende: aquí importa el dolor, la herida, la rémora de un pueblo que lleva a cuestas su condición de eterno perdedor de la geopolítica europea. Los protagonistas de Pawlikowski, más que amarse, se desean y se repelen, se necesitan y se autodestruyen; un concepto del amour fou tan premeditadamente desapasionado y a la postre arrebatador como la propia estructura de la película, que toma para sí una narración sintética que va dando saltos en el espacio y en el tiempo, sin perder nunca de vista la esencia de sus protagonistas y de sus paisajes. Al principio la sequedad que imprime Pawlikowski a sus fotogramas produce cierto recelo y nos obliga a otear la película desde cierta distancia, pero con el transcurso de los minutos el témpano de hielo se va deshaciendo y su hechizo, a golpe de encuadres exquisitos y escenografía perfecta, va calando hondo en la platea. Hasta que la tragedia vuelve a asomar en una resolución inevitablemente atropellada, de una fuerza telúrica propia de los grandes místicos fílmicos del continente. Salimos de la sala en tal estado de éxtasis y de shock que Pawlikowski nos deja sin argumentos a todos aquellos que pusimos en duda su anterior Ida, Óscar a la mejor película de habla no inglesa. Cold War, a ritmo de jazz y folkore, seguirá la misma trayectoria de éxitos. Y vamos todavía más lejos: Cold War es, si no lo es ya, una de las películas más importantes de la modernidad.



Para todos los que van al cine en busca de experiencias superlativas.
Lo mejor: La fuerza de sus imágenes. El porte de actriz clásica de Joanna Kulig.
Lo peor: Pawlikowski recurre a un "minimalismo pomposo" que puede molestar a más de uno.


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