François Ozon vuelve a interesarse por la adolescencia y el choque que se produce entre el mundo de los jóvenes y de los adultos. Joven y bonita llega después de su cinta más celebrada, En la casa, y lejos de decepcionar revela a un Ozon más refinado, más seguro como narrador y más provocador que nunca. La eterna sensibilidad e identificación femenina del director le lleva a acercarnos la historia de Isabelle, una chica de dieciséis años que tras tener su primera experiencia sexual acaba prostituyéndose en hoteles de lujo. Lo que en otras manos sería una invitación a la inmoralidad y a lo rocambolesco, Joven y bonita combina la sórdido con lo delicado y amplía su discurso hasta ofrecernos un bello retrato de la sexualidad y los tabúes de una sociedad mojigata. Ozon dispone el relato en cuatro partes o estaciones del año: el verano coincide con el primer contacto sexual, con la familiarización de lo prohibido y la desinhibición que acompaña al calor; el otoño es el momento en que Isabelle se mete de lleno en su papel de chica de compañía y disfruta de la rutina y el riesgo que implica su inusitada dedicación; el invierno es el tiempo de la reclusión, y a la caída de las hojas se desvela también el secreto de Isabelle, abriendo un cisma en el seno familiar; y finalmente llegamos a la primavera, que puede entenderse como el regreso de un tiempo cíclico o bien el final de etapa de una Isabelle que ha sabido reconducir su incontenible hambre de sexo. Todos esos tiempos son también el retrato de distintas mujeres: al principio, Isabelle pasa de niña a mujer para posteriormente explotar toda su carnalidad con otros hombres a cambio de dinero, y finalmente esa historia tiene serias repercusiones tanto en la madre de Isabelle como en la esposa de uno de los clientes de la chica. Ozon no juzga a su protagonista, no explicita los condicionantes personales y externos que han podido llevar al personaje a cruzar la frontera del voyeurismo, no reconduce su historia hacia determinada gratuidad o reflexión concreta, ni tan siquiera ofrece asideros para leer el film en una única dirección (puede discutirse si el plano que cierra el drama es real o bien imaginado por Isabelle): de ahí surge la ambigua y subyugante belleza de una película cargada de melancolía que tras su chocante premisa esconde una oda a la mujer. Ningún otro cineasta a excepción de Almodóvar juega tan bien con los extremos y sale tan victorioso como Ozon. En Cannes se habló de film menor, pero Joven y bonita es la consagración de un autor y de una peculiar forma de acercarse a los entresijos femeninos tanto a nivel plástico como emocional. Una gran película.
Para estudiosos de la figura de la 'femme fatale'.
Lo mejor: Marine Vacth, una de las revelaciones del año.
Lo peor: Que no conozcamos más detalles del hermano de Isabelle (no por casualidad, el film se abre con el pequeño espiando a una semidesnuda Isabelle tumbada en la playa).
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