sábado, 30 de noviembre de 2013

Crítica de EFECTOS SECUNDARIOS, de Steven Soderbergh

Con cada nuevo estreno de Steven Soderbergh citamos la capacidad del director para adaptarse a todo tipo de tramas con una facilidad y un aplomo increíble. En la web ya demostramos la admiración que sentimos por Soderbergh cuando hablamos de Indomable, Contagio, Magic Mike y Behind the Candelabra, films todos ellos muy diferentes pero conectados por la inteligencia de una personalidad que en lugar de buscar un estilo propio y obedecer a los designios clásicos del 'auteur' trabaja para adaptarse a las características de cada historia, de forma que sea la película y no la mirada que impone el creador sobre ella la que elija cómo debe expresarse la obra a nivel visual y narrativo. No repetiremos los elogios y las reflexiones que ya hicimos en anteriores reseñas, pero sí cabe apuntar Efectos secundarios como una lógica continuación del último Soderbergh, sumamente fructífero tanto en cantidad como en calidad. Al igual que sus compañeras, Efectos secundarios es ante todo una película moderna que parte de géneros y referentes muy marcados: en este caso podría citarse a Hitchcock, de la misma forma que en Indomable actuaba de base cierto cine de acción al estilo James Bond, o en paralelo al enriquecimiento de fórmulas como el 'cine apocalíptico' que trabajaba la coral Contagio. Todo ello ha hecho de Soderbergh un rostro tan presente en las carteleras de los multicines como en los festivales de cine, escenarios aparentemente antitéticos que el norteamericano combina a la perfección: de hecho, que Efectos secundarios compitiese en el Festival de Berlín y Behind the Candelabra en la sección oficial de Cannes de este 2013 es una prueba de la dualidad que recorre toda la carrera del director. Concretamente, Efectos secundarios es un thriller bien construido, con una excelente dirección de actores y una estética fría a partir de una fotografía digital que confiere misterio y extrañeza a la historia. En la cinta se puede rastrear una crítica a las discutibles políticas de las compañías farmacéuticas, y a partir de la manipulación de éstas Soderbergh propone en clave de film noir una historia de traumas, miedos e identidades que quiere ser una exposición cruda del ser humano urbano del S. XXI y a la vez un ejercicio de thriller pocas veces ejecutado con tanta pasión. Por todo ello, Efectos secundarios se ve con suma atención: nada en ella resulta obvio, y aunque se esconde algún que otro farol en la manga estamos sin duda ante una de las películas más interesantes del año por su capacidad de diversión y perversión. Mucho tememos que Efectos secundarios no será la película que reconcilie a Soderbergh con sus detractores, y todavía menos será un éxito incontestable de crítica o público, seguramente porque el film, en sus infinitas mutaciones, acaba poniendo a prueba tanto al espectador que busca la mera evasión como al que intenta descifrar los fotogramas en clave comprometida (y lo dicho, además, se aplica a todos los títulos de Soderbergh que citamos arriba). Efectos secundarios tiene sus defectos y tal vez ganaría enteros con un guion con menos curvas, pero en conjunto es otra píldora más de Soderbergh para afianzar su extraña condición de exitoso incomprendido. Nosotros compramos el fármaco, y nos aventuramos a afirmar que habrá que volver en breve a la filmografía de Soderbergh como una de las mejores ilustraciones del loco mundo en el que vivimos. Efectos secundarios difícilmente aparecerá entre lo mejor de la cosecha del 2013, pero puede que capee mejor el paso del tiempo que otras obras más aplaudidas.


Para buscadores de thrillers muy muy negros.
Lo mejor: Las interpretaciones de Mara y Law.
Lo peor: No saber más detalles del personaje de Zeta-Jones.

Nota: 6'5

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