jueves, 14 de marzo de 2013

Crítica de EN LA MENTE DE UN ASESINO (ALEX CROSS), de Rob Cohen

Al director de Dragonheart, xXx, A todo gas o Stealth: La amenaza invisible no pueden pedírsele muchas sutilezas. Sí cierta soltura en el cine palomitero de acción y mamporros. Eso es justamente lo que es Alex Cross. Y nos quedamos con su título original, heredado de la novela de base, porque la fórmula española En la mente de un asesino hace pensar en una exploración de la psique del malo que la historia no propone. El film es parco en palabras y recursos, pero también de lo más transparente. No pretende engañar a nadie: es justamente la historia básica y descacharrante que dejan intuir sus afiches y tráilers promocionales. Con todo, el tipo de cine de acción que propone Alex Cross ya no tiene sentido en el siglo XXI. Estaba de plena vigencia hace veinte o treinta años, con el auge del VHS y la aparición de un público de videoclub ávido de cutreces y cine de directrices de lo más primarias protagonizado por Lee, Chan, Seagal, Van-Damme y otras moles. Ahora, con las posibilidades que ofrece internet y con la robustez de las series televisivas, de productos enteramente policiacos como CSI a complejos retratos de la maldad humana como Dexter o la venidera Hannibal, intentar que alguien pague una media de siete euros por ver en pantalla grande un folletín tan ramplón de disparos y persecuciones es tan temerario como inconsciente. Alex Cross es el vacío hecho carne de celuloide, la no lógica fotografiada a modo de espasmos, montada con rapidez y sazonada con frases que esconden un patriotismo de cuidado. Un cine que no obedece a más lógica que la de adormecer a un público en su mayoría masculino. Consigue su objetivo: entretiene bastante. Pero el público moderno debería pedir garantías. Al igual que debió hacer el ahora más perdido que nunca señor Matthew Fox, que ha fibrado su cuerpo en el gimnasio sin pedir a cambio un guion igual de musculado. Quedan cien minutos de evasión sin aspavientos. También el olor a testosterona de un modelo de thriller trasnochado.


 Para consumidores del cine 'fast food'
Lo mejor: La escena final en el teatro destartalado.
Lo peor: Los personajes, más instintivos que complejos.

Nota: 5

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