Esta reseña no contiene spoilers de la película.
En Mujeres al borde de un ataque de nervios, Pepa recorría medio Madrid para reencontrarse en el aeropuerto con su amado Iván. Ahora, casi veinticinco años después, el avión simbólico del cine de Almodóvar despega para volver al espíritu de los 80. Una vuelta nada espontánea. Más meditada, intuímos, que la propia escritura y realización de la película.
En Mujeres al borde de un ataque de nervios, Pepa recorría medio Madrid para reencontrarse en el aeropuerto con su amado Iván. Ahora, casi veinticinco años después, el avión simbólico del cine de Almodóvar despega para volver al espíritu de los 80. Una vuelta nada espontánea. Más meditada, intuímos, que la propia escritura y realización de la película.
Vamos por partes. Antes de que se apaguen las luces de la sala uno debe detectar varias cosas. Los amantes pasajeros no llega a la hora y media, y su formato corto es un avance de lo que la película es: un refrigerio, un entreacto, un paréntesis, lo que llamaríamos el descanso del guerrero tras firmar películas tan intrincadas como Los abrazos rotos y La piel que habito. Más pistas: el film no pisará ningún festival por deseo expreso de su director, de nuevo rompiendo la tónica habitual. Ni busca Oscars ni Goyas, y estrictamente tampoco los merece. Y se estrena en marzo, el mes favorito de Almodóvar pese a que anteriores títulos bailaron en el calendario. Más y más rupturas.
Entonces, ¿estamos ante una obra de autogoce, de regodeo, de toma de conciencia, de introspección personal? Para nada. Los amantes pasajeros no quiere ampliar la nómina de seguidores. Ni tan siquiera va dirigida a los nuevos almodovarianos que disfrutaron y disfrutan con su último cine, más dramático y recatado, más sutil y austero. El film es una carta de amor a los seguidores más fieles, es la evocación de unos 80 caducados y el retrato chistoso de un presente que por corrupto e insoportable todos querríamos ver caducar. Almodóvar nos propone subir a un avión, ser conscientes de nuestras miserias y reirnos de nuestras dobleces y miserias. Un ejercicio de lo más sano. Ante la crisis, el cambio.
Siguiente cuestión: ¿pero Almodóvar conserva la rebeldía, la provocación y la potencia visual de su primera etapa? La respuesta es no. Algo que era de esperar: median demasiados años con el cine pop de antaño, Almodóvar no es el mismo y España tampoco. Por eso Los amantes pasajeros sabe a crítica de la actualidad y a visión melancólica de un tiempo que no volverá. Podemos entretenernos y buscar símiles, relaciones y metáforas al avión, a las ganas de escapar y al aeropuerto vacío de una de las escenas clave del film, pero la película no quiere ser más que evasión pura y dura. Divertimento excesivo, amanerado, zafio, descacharrante.
Atamos cabos: ¿y por qué un alto en el camino justo ahora, cuando el manchego ya pasa los 60 años y disfruta de su cenit de popularidad y éxito internacional? Sencillo. Almodóvar tiene tantas historias en mente, su cine tiene tanta vida y su vida rezuma tanto cine por los cuatro costados que la inercia del director serio ha matado al artista modesto. Sus películas son el resultado de años de reflexión, mientras que Los amantes pasajeros parece la unión de tramas, personajes e historietas que el cineasta tenía escondidos en el cajón de su desbordante creatividad. No por casualidad Los amantes pasajeros se asemeja más al cortometraje La concejala antropófaga que a cualquier film que haya parido en las últimas dos décadas.
Ello conlleva dos hechos. El film está tan pasado de rosca que difícilmente puede analizarse siguiendo los parámetros habituales. Los amantes pasajeros se sabe un producto menor, ella misma es la primera en ser consciente de sus limitaciones y disfruta dejando tramas sueltas, personajes a medio dibujar e historias a medio cerrar. Una película por los aires, en todos los sentidos. Y resultado colateral de todo ello, también es la cinta más franca, desnuda y festiva de Almodóvar en largos años. Para bien o para mal, es lo que es, no hay más que lo expuesto en la gran pantalla. El Almodóvar que domina el arte del diálogo con chispa aparece en todo su esplendor. Una obra más teatral que cinematográfica, más episódica que unitaria.
La última pregunta, la del millón: ¿es Los amantes pasajeros una película decepcionante? Si uno conoce el cine de Almodóvar, sin duda no. Pero solo si uno ha accedido previamente a las alas más profundas de sus ficciones, al corazón del machego. Los amantes pasajeros es todo chiste, pero en el fondo también es amarga. Dejémonos llevar. Nuestro director por antonomasia nos ha regalado un relato despelotado. Seamos sus invitados, sus pasajeros. Bebamos a gusto del Agua de Valencia y bailemos el I'm So Excited. Muchos no le perdonarán su poca entidad. Otros rabiarán con las menciones y parodias de los problemas nacionales. Es su trabajo menos redondo en mucho tiempo, pero ello no descalifica el film sino que lo diferencia de sus compañeras. Aunque será apaleada por propios y ajenos, de toda su filmografía será el dvd que revisaremos más a gusto. Nosotros nos hemos reído de lo lindo y esperemos que Almodóvar haya tomado oxígeno, recargado pilas y perfilado nuevos guiones para la que será su recta final como creador en mayúsculas. Los amantes pasajeros es inconsistente pero terapéutica, el borrador hecho novela antes de crear una nueva obra maestra. No vuela bajo, sino a otro ritmo.
Para parroquianos veteranos de la iglesia Almodóvar.
Lo mejor: Joserra, Ulloa, Fajas, Norma y Bruna ya son historia del cine español.
Lo peor: Tendrá que hacer frente a demasiados prejuicios.
Nota: 7'5
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Etiqueta: Pedro Almodóvar