Un canto a la vida
¡VIVIR! (Huozhe, To Live), de Zhang Yimou (China, 1994)
¿De qué va?: Xu Fugui asiste todas las tardes a un bar cercano para jugar a los dados. Un día pierde todas sus propiedades y su mujer Jiazhen, embarazada y con una pequeña de pocos años, lo abandona. Tiempo después Fugui vuelve de la guerra y Jiazhen sobrevive con el poco dinero que le aporta su actividad como aguadora. Fugui se promete saldar su deuda con su familia y entiende que no hay nada más importante que los que más quiere. Fugui ameniza las gentes de su pueblo con su espectáculo de marionetas, unas figuras bellísimas que le dio su antiguo compañero de juegos. Eso hasta que llegue la Revolución cultural y todo cambie. Es entonces cuando entran nuevas personas en la casa de Fugui y Jiazhen, se producen nuevas deudas a saldar y la vida sigue sin prisa pero sin pausa.
Palmarés: Nominada al Globo de oro y al National Board of Review y ganadora del Bafta a la mejor película de habla no inglesa. Premio al mejor actor (Ge You), gran premio del jurado y premio del jurado ecuménico en el Festival de Cannes 1994. Representante china a los Oscar 1994 (no obtuvo la nominación).
Tráiler: Link
Valoración: La vida es compleja. Es muy larga y al mismo tiempo todo sucede a la velocidad de un suspiro. Tiene sinsabores, sus momentos alegres y etapas oscuras. Pero vale la pena vivirla. ¡Vivir! es un canto a la vida, la película con la que el chino Zhang Yimou se consolidó definitivamente entre el público y la crítica europea. La cinta acompaña el devenir de un matrimonio a lo largo de 40 años en los que las luces y las sombras se irán combinando como en un espectáculo de marionetas proyectadas sobre una sábana iluminada. Yimou habla de su país a medio camino entre la complaciencia y la (auto)crítica. Pero no hay rebeldía en su mirada. Ni resquemor. Ni odio. Porque la vida nos lleva por caminos inesperados. No hay que aceptar los avatares del destino con desánimo o desde el lado más pusilánime. Simplemente las cosas suceden cuando suceden y como suceden. Y eso no significa tener una actitud complaciente o derrotista. Es la filosofía, obviamente asiática, que basa el discurso del sabio, el gran Yimou. ¡Vivir! acaba como un haiku precioso, una colección de imágenes hondas, un ramillete de escenas costumbristas en el que el verdadero espectáculo reside en las cosas sencillas (o complejas, según se mire). Yimou nos dice que no hay mal que por bien no venga, que siempre vale la pena seguir adelante, que la vida sin tener alguien con quien compartirla es menos vida, menos viva, menos real. Es desgarradora cuando debe serlo, luminosa cuando la fortuna sonríe a la familia protagonista. Algunos leerán la película en clave política, pero Yimou inteligentemente pone palos a la rueda y construye un callejón sin salida para los que quieran ver la transparencia de ¡Vivir! desde la suspicacia. ¡Vivir! no se posiciona ni a favor ni en contra de la figura de Mao y su Revolución Cultural. Es vitalista, aunque la historia esté llena de momentos tristísimos. Películas así, tan bien contadas, tan delicadas y tan pacíficas no solo engrandecen una cinematografía sino que cumplen una función social catártica y curativa (en este sentido, hay que reconocer que el cine español casi nunca logra eso con sus constantes revisiones del Franquismo). ¡Vivir! no es una película de ojos rasgados destinada a complacer a una audiencia internacional, la crítica que se le puede hacer a títulos como Adiós a mi concubina, El olor de la papaya verde o El banquete de bodas. No es casualidad que las tres obras citadas optasen al Oscar y que ¡Vivir! quedase apeada de las puertas de Hollywood. Tampoco que en ¡Vivir! haya un poso del cine familiar de Ozu y un aliento clásico. O que algunas escenas y miradas queden suspendidas en el tiempo y alargadas en metraje, como si el film buscase la belleza auténtica de lo pequeño en detrimento del cine ligeramente exótico que frecuentan Kaige y el primer Lee. Uno acaba de ver ¡Vivir! con el corazón acongojado y con el pecho henchido. Y con la certeza que en próximos visionados resultará más épica, más emocionante. Es una lástima que Yimou ya no frecuente el melodrama en favor del cine de espadachines. ¡Vivir! es su mejor película junto a La linterna roja y Ni uno menos, cintas a las que les debo un segundo visionado. Vean ¡Vivir! con la mente abierta y con la seguridad que les tocará la fibra sensible horas, días, semanas después de verla. Una película protagonizada por buenas personas, algo sumamente atípico. En la dulzura de Gong Li al ver que su marido ha perdido todas sus propiedades en los dados, en el cariño de la madre que cocina bolas de arroz para su pequeño, en la joven sordomuda que se emociona al despedirse de los suyos el día de su boda o en la figura del padre que zurra a su único hijo varón en el comedor comunal hay mucho cine y una gran lección de vida. Obra cumbre del reciente cine chino.
2 comentarios:
Quines ganes.... Ja friso per l'estrena.
Que pendiente la tengo y cómo me han encantado las películas que he visto del director...
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