lunes, 9 de abril de 2012

El día de mi suicidio: Crítica de DÍA Y NOCHE (DAG OCH NATT), de Simon Staho

DÍA Y NOCHE (DAG OCH NATT), de Simon Staho (Suecia, 2004)
Thomas se suicidará a las ocho de la tarde. Por delante tiene un día para hablar con las personas que quiere o que alguna vez quiso. Una larga mañana y tarde que saben a despedida, a ajuste de cuentas, a introspección personal e incluso a venganza. Horas en las que el espectador irá conociendo a Thomas, intuyendo los motivos que le han llevado a tomar una decisión tan drástica. La duda de si Thomas cumplirá con lo anunciado por el narrador en el primer fotograma planea a lo largo de toda la película, mientras que el personaje se nos despliega como un misterio sin resolver: sentimos pena por él porque sabemos lo que está por venir, y al mismo tiempo otro tipo de lástima relacionada con el desprecio que genera un ser tan frío y antipático. Si Thomas se comporta de forma tan poco amistosa porque realmente es un hombre con dinero pero miserable en lo emocional queda a la libre intuición de la audiencia. También existe la posibilidad de que Thomas esté impostando un carácter cortante para que su marcha no resulte tan traumática para los demás. Puede que sea un hombre valiente o un cobarde, un pecador o un marido cornudo. Thomas es alguien y al mismo tiempo nadie. Por eso resulta tan acercada la opción visual de Dag och Natt: Thomas casi nunca sale de su coche, espacio reducido en el que sucede toda la trama. ¿Qué es Thomas sino un vehículo dando tumbos sin un destino fijo? ¿No son sus ojos dos espejos, ventanillas o retrovisores en los que se refleja la vida que le queda y que se le escapa? Mientras Thomas conduce, el paisaje sueco de afuera se va oscureciendo, amenaza lluvia; y en paralelo, desde la silla del copiloto vemos los lugares por los que transita Thomas, de una residencia de ancianos hasta un campo de fútbol. Porque un hombre que se limita a conducir y que no pisa suelo firme es porque no vive, simplemente ve la vida pasar. Pocas veces encontrarán una película tan oscura como Dag och natt, la historia de un cowboy errante que en lugar de rifle esconde una pistola en la guantera, sustituye el caballo por un todoterreno carísimo, y las rudas ropas desaparecen a favor de un esmoquin no tan impoluto. Mikael Persbrandt hechiza y asusta con su mirada azul gato y su semblante rotundo: en esta parte del Mediterráneo lo descubrimos en En un mundo mejor, y encaja a la perfección como réplica malvada de una película de James Bond. Quizás el guión de Dag och natt no está todo lo bien hilado que debería, pero su coherente apuesta visual y la solvencia de sus intérpretes hacen de ella una joya a descubrir. Recomendada para espectadores que no teman otear el abismo: una película que marca su final desde el primer minuto, de forma que lo visto es una hora y media de tensión, perplejidad, curiosidad y contradicciones. Cine nórdico tan frío que cala los huesos.


Nota: 7

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