El septiembre pasado sucedió un hecho inaudito en los cines franceses. En cartel coincidieron dos películas basadas en la misma obra literaria (La guerra de los botones, de Louis Pergaud), que además ya contaba con una exitosa adaptación francesa al cine (La guerra de los botones de Yves Robert del 1962) y otra inglesa (La guerra de los botones de John Roberts del 1994). El azar quiso que dos directores de prestigio, Christophe Barratier (Los chicos del coro, Paris, París) y Yann Samuell (Quiéreme si te atreves), estuviesen preparando su particular versión de La guerra de los botones, ambos con guión propio y seguramente motivados por el éxito de clásicos literarios con niños en el plantel de actores, fórmula ya explotada en El pequeño Nicolas. Se dice que Barratier desconocía el proyecto de Samuel hasta que la película empezó a promocionarse de cara a su estreno. La cinta de Barratier no podía titularse La guerre des boutons porque, ¡sorpresa!, ya había otro film con ese título. El 14 de septiembre se estrenó la cinta de Samuell, y el 21 de septiembre, justo el fin de semana después, se estrenó la obra de Barratier con el añadido de 'La nouvelle' guerre des boutons. Ambas estuvieron varias semanas entre las más vistas, ambas pasaron el umbral del millón de espectadores y ambas se publicaron en dvd en Francia el enero pasado. Parece que la crítica ha preferido la versión de Samuel, pero la nota media en Filmaffinity es la misma para las dos (6'4 sobre 10). Aunque los cinéfilos conocemos a los dos directores, en España solo se ha distribuido la película de Barratier, que al no tener competencia sí pudo promocionarse con el nombre de La guerra de los botones. Curiosamente Guillaume Canet, el protagonista de la anterior obra de Samuell, interpreta el maestro del film de Barratier. Uno contó con el mediático Alain Chabat, y el otro siguió con Gerard Jugnot, su intérprete fetiche. Incluso una página web recoge la pugna entre ambas con el inteligente título de La guerra de La guerra de los botones. Una carambola sin precedentes: Barratier aseguró a los medios españoles que para su próxima película revisaría con sumo ojo posibles proyectos similares, y más después de que ni la guerra de uno ni la del otro hayan estado nominadas en los César.
Esta es la guerra paralela con la que no contaba Barratier. Pero la guerra paralela del film es la Segunda Guerra Mundial. Mientras los nazis se aproximan a la frontera francesa, dos pandillas de chavales de dos pueblos vecinos empiezan una guerra simbólica en la que el ganador debe cortar los botones de la ropa del adversario y conservarlos como trofeos. Una lucha simbólica de unos niños que serán los mayores del mañana y los que iniciarán las verdaderas guerras armadas. Las intenciones de Barratier no son tan filosóficas: esta guerra es bastante naif, quiere ser y es una película familiar, y al final todo acaba bien con un pequeño mensaje humanista. La guerra de los botones funciona, Barratier vuelve a demostrar su mano en la dirección de niños, y aún así no llega a tener el brío de Los chicos del coro. En definitiva, se esperaba mucho más de Barratier que esta película bonita en lo estético y agradable aunque intrascendental en lo narrativo. Por curiosidad cinéfila, sería interesante tener acceso al film de Samuell y establecer una comparación con conocimiento de causa, lo mismo que pudieron hacer los franceses en sus multicines con solo cambiar de sala. Dudo que el niño protagonista del film de Samuell sea tan mono, rubio y gracioso, pero... ¡pocas veces tuvo tanto morbo ver la misma película dos veces! Tenía que ser una riña de patio de colegio y la cosa ha pasado a mayores. La cinta de Barratier no pasará a la historia, seguramente la de Samuell tampoco. Veremos quién gana la batalla estrictamente cinematográfica: de momento Barratier cumple sin deslumbrar.
Nota: 6
Si alguien conoce cómo ver la otra versión de La guerra de los botones, ¡que comente!
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