¿Dónde empieza y acaba la línea que separa el primer del tercer mundo? Siempre he pensado que el cine es una manera de saber más sobre países o sociedades que quizás nunca visitemos ni conozcamos en profundidad. Si hay que juzgar a Dinamarca por la imagen que proyecta con sus películas más famosas de los últimos años, sin duda la pregunta que abre el artículo parece ser una de las máximas preocupaciones de los daneses. A fin de cuentas, la situación de bienestar inestable y posterior crisis económica ha hecho que toda la podredumbre salga a la superficie, y los países nórdicos han sido unos de los más perjudicados. Susanne Bier en Después de la boda establecía una clara antítesis entre la burguesía danesa y los niños africanos sin recursos, un binomio al que volvió en la cacareada En un mundo mejor. El racismo, la desconfianza en el otro, el desengaño con las instituciones y quienes las dirigen, las diferencias sociales cada vez más agudas que ha dejado la debacle económica, el trauma de una Europa que ha colaborado en una guerra como la de Irak y que ha dejado a modo de rastro imborrable miles de fallecidos, heridos y víctimas de todo tipo. Basta apreciar el cine danés de los últimos diez años, desde el auge del Dogma hasta hoy en día, para darse cuenta de que pocas cinematografías como la danesa han sabido retratar tan bien la imagen de un continente y sus cicatrices, insertando un discurso social real en películas que a su vez funcionan como buenas ficciones (no estamos en ningún caso hablando de films documentales). Por eso Little Soldier, premiada con tres galardones en la Seminci vallisoletana y ganadora del premio del jurado ecuménico del Festival de Berlín, establece un puente directísimo con la trilogía de Per Fly (El banco, Herencia y Crimen), las historias de Vintenberg, Scherfig y Bier, thrillers como Kandidaten y Brotherhood o las rarezas de Sandgreen y Boe. La relación es evidente porque casi todas están protagonizadas por los mismos actores (hay que tener en cuenta que Dinamarca cuenta con una población inferior a los 6 millones de habitantes, y a pesar de este dato goza de una industria cinematográfica potentísima): en el caso de Little Soldier, la protagonista Trine Dyrholm ya aparecía en Celebración, estaba en En un mundo mejor y era la parte femenina del dúo de En Soap (Enjabonado). Además, la productora Zentropa, y con ella los nombres de Lars Von Trier y sobre todo Peter Aalbaek Jensen, está detrás de todos esos proyectos: no por casualidad tanto Bier como Von Trier y Jensen compartieron clases en la Escuela de Cine de Copenhague, estuvieron detrás del movimiento Dogma y al final se han elevado como máximos símbolos del pequeño gran cine del país: Jensen, como productor de confianza; Trier, como autor insignia de la crítica; y Bier, como directora camaleónica que ha sabido contar con el respaldo del público e internacionalizar su carrera aspirando al Oscar y rodando Cosas que perdimos en el fuego (y aceptando el remake norteamericano de su Hermanos). Pero las películas de Bier o Von Trier ya gozan de un status elevado y se estrenan sin dificultad en casi todos los países europeos: la reivindicación se centra en títulos pequeños, menos difundidos pero igual o más interesantes como este Pequeño soldado dirigido por Annette K. Olesen, autora del título Dogma En tus manos. En ella centraremos toda nuestra atención.
Little Soldier es la historia de Lotte, una ex-soldado que vuelve a Dinamarca después de estar más de seis meses en Irak. Su padre la sorprende un día, y a partir de entonces los caminos de ambos convergen: él, un empresario que se dedica a actividades de dudosa legalidad, decide que su hija sea la chófer de Lilly, una prostituta nigeriana. Tanto Lilly como Lotte esconden un pasado turbio y están destinadas a ser amigas y enemigas. Lotte intentará salvar a Lilly en un contexto de prostitución ilegal y tráfico de mujeres. Pero... ¿Lilly realmente quiere ser salvada? ¿hasta qué punto puede salvarse? ¿hasta qué punto quiere soportar los maltratos de sus clientes con tal de que su hijo tenga un buen nivel de vida? ¿hasta qué punto Lotte se enamora de Lilly o simplemente ve en el hijo de ésta un reflejo de la niña que ella fue en su día, con una madre muerta, un padre delincuente y viviendo en casa de sus abuelos? ¿motivó la marcha de Lotte a Irak el hecho de que fuera víctima de una familia desestructurada? ¿acaso el trauma que le ha dejado la guerra no ha potenciado su carácter antisocial y su incapacidad por seguir a flote, posibilidad que le ofrece un profesor que vive en el mismo bloque que Lotte? Preguntas que nos vuelven a la cuestión inicial: puede que el verdadero tercermundismo venga de la Europa que trafica con el más débil. De ser así, Lotte y Lilly serían el mismo personaje, ambos nacidos en dos ambientes rotos pero en contextos diferentes: por un lado, la Europa todopoderosa que esconde sus miserias debajo de la alfombra; y por otro, una África incapaz de maquillar sus grietas. De esta forma Little Soldier conecta con las tónicas habituales del cine danés (estuvo nominada a los Bodil y Robert, los dos premios más importantes del país) y abre su mirada hacia toda Europa, sobre todo a España, la que más inmigrantes acoge. Con todo esto es imposible no dejar de pensar en la historia de Little Soldier y todo lo que subyace; tampoco dejar de admirar a Dinamarca y a su fecunda producción cinematográfica. Como sus compañeras de género y nacionalidad, Little Soldier es una película devastadora y reveladora, entretenida y durísima: es casi una indecencia que cintas de este tipo no encuentren su espacio en las carteleras a favor de las huecas superfranquicias yankis. Hay que rescatarla, y de paso dejarse zambullir por una de las cinematografías más estimulantes.
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Nota: 8
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