sábado, 13 de marzo de 2010

Crítica de THE LOVELY BONES

En la sesión de las seis de la tarde, tres chicas jóvenes, más bien adolescentes en edad de instituto, veían The lovely bones con sus respectivas bolsas de palomitas y bebida. Desde la fila de arriba, servidor se preguntaba: ¿habrán leído el libro?, ¿serán fans de Peter Jackson?, ¿han entrado en esta sala por casualidad, tal vez por error?, o en definitiva, ¿qué les habrá atraido de la película para pasar la tarde del sábado? Es difícil explicar el gancho de The lovely bones, pero lo tiene. A lo largo de la proyección, nuestras protagonistas se reían, en otros momentos parecían aterradas y en alguna escena tuvieron que recurrir al pañuelo de papel. ¿Qué es, pues, The lovely bones?, ¿en qué género se enmarca o qué etiqueta quiere asumir? Lo que hacían estas chicas, siempre en medio de la indiferencia de una platea muerta, era verbalizar mediante muecas y gritos la incertidumbre que supone ver The lovely bones. Para más inri, dicho sábado fue una jornada de extraña niebla, una especie de vapor de agua que cubría el cielo y que cegaba los ojos al salir del multicine. 'La meteorología parece ir acorde con la película', pensé, aunque sin saber cómo es The lovely bones. Lo nuevo de Jackson es, cuanto menos, sorprendente: avanza indomable durante dos horas de inacabable metamorfosis. No es una película barroca ni pesada, sí es una cinta discutible; funciona, pero no del todo; es adulta, pero su retórica rosa despista; o bien es infantil, con lo que la crudeza de ciertas estampas vendría a aportar el componente gore, visceral, de autor. The lovely bones es tan descompensada como endiablada. Gusta sin desatar pasiones, entonces ¿cómo hablar de ella sin alabarla pero sin herirla en demasía?



La única forma de acercarse a The lovely bones es separar lo bueno de lo malo. En el saco de aciertos destacan todos sus actores: una Ronan expresiva, un Tucci frío y una Sarandon alborotada. Tampoco puede perderse de vista la sinergia, la energía, la belleza de algunas escenas, incluso algunos recursos temáticos como ese vertedero que funciona a modo de colador. Jackson se confirma como personalidad inabarcable, también como un director creativo que no ama la síntesis: en The lovely bones hay cabida para escenas de auténtica acción (la hermana en busca del diario que confirma la identidad del asesino de Susie), rimbonbante ciencia ficción (un paraje al más puro estilo Terry Gilliam), drama de época (la dura desintegración de la familia tras la ausencia de la pequeña, aunque la marcha de la madre es un recurso forzado e innecesario) y elementos místicos (lecturas sobre la reencarnación, el alma y la materia, la unión de lo celestial y lo tangible, la tradición de las historia de fantasmas). Y si distingíamos las virtudes de los defectos, The lovely bones se complica, se pierde y se diluye al querer retratar un doble mundo a todo color. Es más interesante lo que sucede bajo las nubes que lo que acontece en el limbo estético y superficial que rueda Jackson. Pero en la mezcla está el contrapunto, y con él nuestro lío: ¿cuál es el público potencial de la película?, ¿qué incidencia puede tener en un futuro o qué relaciones mantiene con la anterior y mejor Criaturas celestiales? Aquí, entre lo excepcional y el telefilm televisivo, desfilan estos queridos, entretenidos a la par que desquiciantes, indescriptibles huesos. Para bien o para mal, hay que verla, a poder ser en pantalla grande. Y si hay que mojarse, nos mojamos: esta es, pese a todo, una crítica positiva. Toma sorpresa.



Nota: 7'5