El cine se ha encargado de retratar el lado menos amable de los más pequeños. Ya han pasado a la historia el Damian de La profecía, ahora seguido con la malvada huérfana de Jaume Collet-Serra. También puede mencionarse el bebé sin cara de La semilla del diablo, título al que ¿Quién puede matar a un niño? le dedica un guiño especial. ¿Que aporta, en definitiva, el segundo y último film de Chicho Ibáñez Serrador a toda esta tradición de pequeños diablos? La cinta que nos ocupa es una rara avis dentro del panorama nacional, una película parida en el espinoso año 1976 y en un contexto en el que el cine de terror español era un concepto aún por explotar. Antes de la aparición de Paul Naschy, mucho antes de la nueva generación de autores que surgieron a finales de los 90 (Amenábar, de la Iglesia y otros tantos), Ibáñez Serrador revolucionó la televisión y el celuloide patrio con su cinefilia del horror. ¿Quién puede matar a un niño? tiene la magia de lo que se realiza por primera vez, y a su vez el aplomo del que sabe sus recursos y referencias. Película pequeña, modesta, ejemplo de que con poco puede conseguirse mucho, ¿Quién puede matar a un niño? retrata la idiosincracia ibérica (una España soleada y en fiesta mayor) y la transforma en una carrera escalofriante, a contrareloj, por sobrevivir. ¿Y si los niños, primeras víctimas de cuantas guerras y conflictos se recuerden, se rebelasen contra sus mayores?
Tom y Evelyn representan la prototípica pareja guiri en plena costa valenciana. No paran de realizar fotos y esperan con entusiasmo el nuevo hijo de Evelyn, aún embarazada. Aunque Tom asegura haber visitado el lugar once años atrás, la pareja no puede saber que en Almanzora, una isla apartada, están sucediendo extraños acontecimientos. Los niños son los asesinos: el mundo al revés, también una metáfora de los miedos que sienten los futuros padre y madre. Su gran éxito y también su año de estreno aportan una nueva lectura: el verdadero peligro recae en la generación que sobrevivió a la Guerra Civil, aquella que se vió en la obligación de mejorar nuestro país, encajar la Transición y supurar heridas. Esta historia para no dormir se resuelve con algunas escenas sublimes, especial mención para una piñata asesina que siempre rememoraremos en pesadillas (el palo se transforma en horca; y la piñata, en un cadáver escalofriante) o el momento en el embarcadero, rabia a golpe de tijeras. Terror psicológico, nunca morboso, el final de ¿Quién puede matar a un niño? abre una nueva incertidumbre: ya tardan los norteamericanos en firmar una secuela.
Gustará más o menos, pero los fans del terror disfrutarán de lo lindo. Fotografía, luz y montaje redondean las bondades de este terror costero, escasos meses después de que Spielberg estrenara su histórico Tiburón. Es un capítulo notable de nuestra historia cinematográfica, un título que el periódico El país, en una de sus colecciones, tuvo a bien de rescatar (no existía ninguna edición en dvd de la película). Descubrirla ha sido una sorpresa: véanla.
3 comentarios:
Me ha encantado tu crítica, sobre todo porque hacía muchísimos años que llevaba pregutándome cómo se llamaría aquella película cuyo recuerdo me hizo pasar tantas noches en vela cuando era pequeño.
Cuando la vi con mis padres no debía de tener más de diez años. Espero volver a pasar, al menos, la mitad de miedo cuando la encuentre y la vuelva a ver.
Un saludo.
Hola, Xavier:
Ohhhh, es un peliculón, nada que envidiar a las películas que has nombrado. "La Residencia" del mismo director también me pareció muy buena. Justamente estos días estoy viendo la serie "Historias para no dormir".
Te recomiendo otra peli de culto de los 70: THE WICKER MAN (1973)de Robin Hardy. Me encatará leer tu crítica.
Saludos afectuosos
Ah, se me olvidaba! En un espacio como este "Obras a reivindicar" encajarían a la perfección: FOTOGRAFIANDO HADAS y EL PRÍNCIPE DE HOMBURG las dos de 1997; son películas muy interesantes. Ya me contarás...
Saludos
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