
Febrero rescató la aún nueva película de Todd Haynes, aunque su inexistente taquilla parece indicar que nadie recuerda la nominación al Oscar que obtuvo Cate Blanchett, éxito que se repitió, esta vez en forma de premio, en el Festival de Venecia y en los Globos de oro. Recuperar la película es un acto de justicia cinéfila porque Todd Haynes, activista gay con su film
Poison y excelente creador con la brillante
Far from Heaven, es uno de los cineastas más interesantes del panorama actual, un creador que ha preferido correr en paralelo al magno Hollywood y erigirse como nombre bizarro, imprevisible, atractivo y enigmático al dirigir cuatro películas en veinte años.
I'm not there, por lo tanto, nace de la cávila y su caos proviene de un ejercicio matemático impoluto, sorprendente, capaz de alterar (algunos dirán reinventar) las formas del biopic tradicional. Sorprende que, entre tanta contemplación, la película no llegue a cuajar, sobre todo en un tramo final que se enreda sin motivo alguno. Para salvar el experimento, tal vez para cuadrar una ecuación que no debería admitir decimales, el elenco de actores (largo y variado, inusual) compensa los excesos y nos regala las más notables alegrías del conjunto: desde Cate Blanchett, más andrógina que nunca, hasta Heath Ledger, desaparecido de forma trágica y prematura; sin olvidar a Charlotte Gainsbourg o Julianne Moore, actrices por las que este blog siente auténtica debilidad.
La extraordinaria selección musical completa el hechizo de una película inclasificable, menos satisfactoria de lo debido, más larga de lo estrictamente necesario, y aún así intensa, onírica, viva. La esencia de Dilan lo impregna todo, aunque pueda tener la cara de un niño afroamericano de once años. Ésta no es una película para admiradores, fans o rockeros nostálgicos: el público potencial de
I'm not there está en la cinefilia alternativa, y la carrera del film, como ocurrió con
Control o
Let's get lost, vivirá mejores momentos con el dvd. El imperfecto complemento del
No direction home de Martin Scorsese.
Retales de maestría y exceso, hay momentos en los que, como indica su título, parece no haber director ni domador para tanta bestia. Este analista no acaba de entender el episodio de Richard Gere, pero disfruta con los Christian Bale, el apartado documental de Julianne Moore o la mezcla de realidad y ficción, blanco y negro. I'm not there es lo más parecido a un biopic de, por ejemplo, David Lynch: por algo el espectador va perdido y a la expectativa durante dos horas de incertidumbre, no sin recurrir a la paciencia más amable. Dudo que Haynes la haya diseñado para verla de un tirón, también que se la haya calificado como obra maestra. Demasiadas dudas, demasiado Dylan: dejémoslo para próximos visionados...
Nota: 6